La actividad física programada: El fármaco del futuro

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico e Investigador (UACh)

“El ejercicio físico nos ayuda a ‘sudar’ las pequeñas cosas que nos alejan de la felicidad”.

“Tu cuerpo es el único lugar donde se puede vivir. Cuida de él”.

Hoy en día, las investigaciones en fisiología y medicina humana, han podido probar de manera científica, que por intermedio del ejercicio y de la actividad física practicada de manera regular y programada, las personas pueden agregar dos cosas en su favor: más años a la vida y más vida a los años. Si bien, esta última frase parece un juego de palabras, en estricto rigor, no lo es, y refleja una verdad que puede ser comprobada fácilmente.

Aclaremos, entonces, de qué estamos hablando, De acuerdo con un sinnúmero de estudios, se ha demostrado que:

(a) las personas habituadas a ser sedentarias, es decir, que no realizan ningún tipo de actividad física, pueden perder, en promedio, entre 5 y 8 años de vida de manera innecesaria (Oz y Roizen, 2006),

(b) la realización de ejercicio físico moderado representa el camino apropiado que conduce a tener una vida más sana y satisfactoria,

(c) el hecho de estar más sanos y con un mayor nivel de energía física y mental permite a las personas realizar actividades que en otras condiciones no podrían hacer, lo cual efectivamente, le agrega más vida, color y satisfacción a los años por vivir.

Eso por un lado. Por otra parte, en un estudio realizado por la Universidad de Harvard, en el que se hizo un seguimiento de la vida de 17.300 personas de mediana edad por más de 20 años se determinó que las actividades vigorosas –no así las suaves– reducían el riesgo de morir durante el largo período de tiempo que duró el estudio.

Aquellos hombres que gastaron por lo menos 1.500 calorías en actividades vigorosas cada semana, presentaron una tasa de mortalidad un 25% menor durante la investigación que aquellos sujetos que quemaban menos de 150 calorías por semana. Al “traducir” estos datos a la realidad individual, significa que para alcanzar un nivel de ejercicio vinculado a la posibilidad de ser sujetos más “longevos”, las personas deberían hacer actividades físicas o deportivas equivalentes a trotar o caminar de manera intensa alrededor de 24 kilómetros a la semana.

El estudio publicado en el Journal of the American Medical Association definió como vigorosa cualquier actividad que eleve la tasa metabólica a seis o más veces la tasa que presenta una persona en estado de reposo. Entre estas actividades están: caminar ardua y vigorosamente, trotar, practicar tenis, cicleteo rápido, hacer tareas pesadas, entre otras. (Se sobreentiende, que cualquier ejercicio no vigoroso es preferible a una vida sedentaria).

Ahora bien, sólo cuando la actividad física supera un cierto umbral de duración y/o de intensidad, se producen efectos fisiológicos positivos para la salud individual y el rendimiento deportivo. Por lo tanto, la ejecución planificada del ejercicio físico se convertirá en el fármaco del futuro de la medicina preventiva, y en muchos otros casos, de la medicina curativa.

Dicho de manera sintética: sólo cuando la actividad física se realiza buscando sobrepasar una cierta “dosis de ejercitación” en concordancia con la capacidad física de cada individuo, se producen en el organismo humano notables cambios fisiológicos que promueven la salud y alargan la vida de las personas.

Es en estas condiciones, cuando no hay célula del organismo humano que pueda escapar a la estimulación del ejercicio, o bien, que quede indiferente al estrés (o tensión) del esfuerzo físico, cuya respuesta, de manera conjunta, representa un real modelo de integración de la fisiología humana.

Por oposición a esta realidad, el sedentarismo que se “practica” en la sociedad del siglo XXI constituye el gran factor de riesgo de, por lo menos, el 80% de enfermedades tales como la diabetes, accidentes cardio y cerebrovasculares, hipertensión arterial, sobrepeso y obesidad mórbida. No obstante lo anterior, es preciso tener presente, que el hecho de efectuar diariamente ejercicio físico en exceso, sin control y sin un programa ad hoc al estado físico y de salud de cada individuo, no es, necesariamente, sinónimo de lograr más salud. Asimismo, la “rentabilidad” en salud tampoco es alta, cuando la actividad física se realiza de manera arbitraria y sin que se superen ciertos niveles o umbrales de intensidad. En este caso, los estudios indican que esta actividad sólo contribuye a aumentar la circulación sanguínea, o bien, a disminuir la tensión psicológica, pero el organismo no experimenta modificaciones o cambios fundamentales de índole “fisiológicas” que son las que realmente permiten prevenir diversas patologías y alcanzar una mejor calidad de vida.

La pregunta que surge entonces es: ¿cuál es la “dosis de actividad física” adecuada para lograr el objetivo de una mayor longevidad y un mejor estado de salud? La respuesta resultante de las investigaciones señala, que es aquella que permite romper a nivel microscópico las estructuras de nuestros tejidos, lo cual, da paso a una serie de reacciones fisiológicas que activarán diversas capacidades funcionales de nuestro organismo. En este sentido, son dos los mecanismos esenciales o claves que permitirán al deportista a lograr un más alto rendimiento y, al sujeto sedentario, a mejorar o promover su salud:

1. El mecanismo de regulación neuroendocrina.

2. El proceso de síntesis de proteínas.

¿Cómo se logra lo anterior? El entrenamiento físico adecuado e intenso conduce a la estimulación de las glándulas endocrinas, lo que permite elevar los niveles de hormonas circulando por el organismo. Este entrenamiento intenso, genera microlesiones en las estructuras de los tejidos –que por cierto no son invalidantes y que en más de un 90% ni siquiera se traducen en un dolor que sea perceptible para el sujeto–, produciendo la liberación de metabolitos al torrente sanguíneo, los cuales son detectados por las glándulas endocrinas, las que a su vez, son estimuladas, enviando hormonas que se ponen en contacto con los receptores de aquellas células que han sido sometidas a un determinado nivel de estrés fisiológico. Por esta vía, las células se liberan de las proteínas gastadas –y que ahora son inútiles–, e incorporan nuevas proteínas, las cuales permiten el aumento de tamaño de la función fisiológica.

Llevando esto al plano práctico: por intermedio de estos mecanismos inducidos por el ejercicio intenso, los tejidos musculares o cardíacos se hipertrofian y aumentan, así, su fuerza y resistencia, disminuyendo la posibilidad de sufrir, por ejemplo, accidentes de tipo cardiovascular. Complementariamente, con la ejercitación física se:

(a) metabolizan más grasas corporales, pudiendo prevenir el sobrepeso y la obesidad,

(b) se facilitan los procesos de normalización de los niveles de azúcares en la sangre, lo que permite prevenir alteraciones relacionadas con la diabetes,

(c) se favorece la mantención de la presión arterial en niveles normales, al estimular el sistema de prostaglandinas (o mediadores celulares),

(d) aumenta el nivel de las proteínas HDL (high density lipoprotein o colesterol bueno), que son los transportadores que retiran el colesterol de las arterias,

(e) se activa de manera notable el sistema inmunológico, condición que permite prevenir todo tipo de ataques al cuerpo humano provenientes de virus, hongos, bacterias, células cancerígenas y otros organismos nocivos y, por si fuera poco,

(f) se retrasa y retarda el proceso de envejecimiento.

Señalemos finalmente, que un alto porcentaje de los síntomas del “anciano” no corresponden a la vejez, sino que al… sedentarismo, por cuanto, estudios de diversas poblaciones de sujetos adultos, han demostrado que personas entrenadas de 70 años de edad muestran características fisiológicas y bioquímicas muy similares a aquellas personas que tienen entre 35 y 45 años de edad.

Recomendación final: cuide su cuerpo y éste cuidará de usted.

Fuente: flotitoc@gmail.com
Fotos: Ryan McGuire
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