Estrés y enfermedad. Estrés… y cáncer

Dr. Franco Lotito C. 
www.aurigaservicios.cl
Académico e Investigador (UACh)

“Elimina de tu vida todo aquello que te cause estrés y te quite la sonrisa” (Paulo Coelho).

“El estrés destruye nuestra capacidad de frenar nuestros impulsos y nos convierte en un auto sin frenos que termina atropellando a las personas que más queremos” (David Fischman, escritor y consultor internacional).

Demasiado a menudo descubro en mis pacientes que muchos de ellos no tienen –o no se han fijado– algunas metas claras en sus vidas, sean éstas de mediano o largo plazo. Muchos de ellos tienen una jornada laboral frenética y de alto ritmo, lo que a su vez, les hace llevar una vida acelerada, extenuante, con “mucho ruido” en la cabeza, razón por la cual, no resulta extraño escucharlos decir en la consulta que “desearían tener un poco de paz y tranquilidad”, que querrían poder llevar una vida más “calmada, pausada y con más tiempo para su familia”, que “no tuvieran que estar corriendo constantemente de un lado para otro” y que pudieran “relajarse y dejarse algo de tiempo personal y de calidad para sí mismos”.

Sin embargo, ese gran anhelo queda, por lo habitual, postergado y trunco en favor de otras decenas de actividades sin mucho sentido y sin haber podido alcanzar algún tipo de triunfo o éxito personal en su vida. Es muy probable, que esta apreciación sea válida para muchas personas, por cuanto, si hemos de enfrentar la realidad cotidiana, nos damos cuenta que sólo un exiguo porcentaje de hombres y mujeres pueden aseverar haber obtenido verdadero éxito en sus vidas.

Paralelamente, existen, por supuesto, otras personas que pueden demostrar haber alcanzado un aceptable nivel de éxito y felicidad. Sin embargo, para que seamos verdaderamente felices y estemos satisfechos con lo alcanzado, las personas debemos tener y/o fijarnos, necesariamente, metas claras y precisas, por cuanto, el sólo hecho de intentar alcanzarlas –y aún cuando sólo logremos un éxito parcial–, ello nos entrega una enorme satisfacción personal.

En este contexto, la falta de metas y objetivos en nuestras vidas puede ser explicada –por lo menos en parte– a través de varias causas, como por ejemplo, una combinación fatal entre “falta de oportunidades” y “oportunidades perdidas”. Asimismo, los temores y los miedos que nos invaden juegan un rol importante, realidad que, de paso, genera graves vivencias de estrés en las personas. Tanto es así, que el “miedo al fracaso” está muy extendido entre los seres humanos, situación que, demasiado a menudo, se explica por la falta de confianza en sí mismo y por la presencia de sentimientos y complejos de inferioridad.

Ahora bien, la búsqueda y el encuentro con la felicidad y la salud se ven seriamente interferidas por uno de los obstáculos más grandes del siglo XXI: la constante presencia de altos niveles de estrés y tensión emocional, condición, que cuando se torna crónico, conduce, generalmente, a una grave depresión.

En una cultura de lo “usable y desechable” como la nuestra, la búsqueda del placer inmediato, el ansia casi enfermizo por lo nuevo y novedoso, así como la búsqueda del bienestar individual por sobre el bienestar colectivo, han ganado el carácter de leyes supremas. Esta es la razón por la cual, la posibilidad de propiciar una vida saludable, feliz y satisfactoria “en comunidad” se ha visto amenazada. Los resultados finales que se observan a nivel mundial, son simplemente desastrosos, cuando no mortales: múltiples guerras intestinas, la lucha incesante por hacerse del poder, las guerras fronterizas, las guerras étnicas y religiosas, las guerras fratricidas, las guerras por apoderarse de ciertas riquezas, etc.

Ahora bien, de acuerdo con las observaciones clínicas de decenas de investigadores y expertos en el área de la psicología, aquél proceso que culmina con la aparición de un cáncer se inicia, generalmente, a través de un trauma que afecta al cuerpo, a la mente, o bien, a las emociones de las personas. En este sentido, el evento traumático –sea cual fuere su naturaleza, raíz u origen– que gatilló el proceso degenerativo del tejido celular, en presencia de distrés (o estrés malo), incrementará y acelerará –a lo menos– el crecimiento del cáncer. Eso ya está demostrado y ha quedado fuera de toda duda.

Ahora bien, cuando la persona se da cuenta y logra comprender los motivos y razones que hay detrás de las dificultades que experimenta en la vida, sólo entonces se hace más fácil solucionar los problemas que tiene y superar las dificultades que lo afectan para, finalmente, propiciar y generar los cambios necesarios en su vida que lo llevarán por el sendero de la sanación, la felicidad y la salud.

Por lo tanto, deberemos recordar en todo momento que el estrés –uno de los grandes flagelos de nuestro siglo y, asimismo, uno de los “alimentos preferidos” del cáncer– se asocia directamente con una sobrecarga emocional que, en algunos casos, se hace inmanejable para el sujeto que lo sufre, lo que trae una serie de graves consecuencias para la salud de las personas.

Si bien, la mayoría de nosotros conoce algunas de las múltiples repercusiones que el estrés tiene sobre el organismo humano, lo que no muchas personas saben, es que cuando estamos sometidos a vivencias de estrés –y sus partners asociados habituales: ansiedad, angustia, depresión, sufrimiento, sedentarismo– esta condición puede propiciar y facilitar desde la retención de sales y líquidos en el cuerpo, el crecimiento acelerado de un cáncer, así como también la adquisición de malos hábitos de alimentación –donde prima la abundante ingesta de grasas, azúcares y de sal– en una suerte de círculo vicioso que altera el equilibrio del organismo y conduce, finalmente, a la aparición de diversas enfermedades con carácter grave: diabetes, hipertensión arterial, cáncer, accidentes cardiovasculares, síndrome metabólico, etc.

En este sentido, son muchos los investigadores, psicólogos y médicos que han planteado la hipótesis de una relación directa entre sufrir una condición de estrés agudo o prolongado, y el surgimiento de algún tipo de cáncer, tanto en personas, como así también en animales. En relación con el hecho de “sufrir una condición de estrés”, es preciso aclarar que los efectos negativos del estrés dependen de cómo percibe un determinado sujeto el elemento o factor generador de estrés, por cuanto, sabemos que aquello que provoca un alto grado de estrés en una persona no lo provoca, necesariamente, en otra.

El Dr. Walter Mischel, por ejemplo, observa al ser humano como una unidad integral, donde todo influye en todo desde el momento mismo en que la persona nace y se va desarrollando, con repercusiones en la vida que van mucho más allá del propio sujeto y que pueden terminar afectando a sus descendientes al traspasarse ciertos efectos a las siguientes generaciones. En palabras del Dr. Michel: “Esto implica que el estilo de vida de adolescentes y adultos, lo que comen, lo que beben, lo que fuman y las diversiones y las tensiones en sus interacciones y experiencias sociales pueden, en parte, determinar lo que se expresará o permanecerá inactivo en los genomas de su descendencia”.

Señalemos, finalmente, que muchos investigadores –Bammer & Newberry, Justice, Cooper, LeShan, Simonton, Anisman&Merali, Middleton, Xu, Pastor-Pareja&Wu, Servan-Schreiber, entre otros–, se han preocupado de poner sobre el tapete de la discusión la vinculación existente entre el estrés y el cáncer. Ello, debido a la poca atención científica que se le había prestado hasta ahora a la incidencia de factores emocionales, de personalidad, factores psicosociales y psicosomáticos en la aparición de un cáncer.


Fuente: flotitoc@gmail.com
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