Cómo sobrevivir en empresas públicas y privadas… cuando se es más inteligente y capaz que el jefe

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico e Investigador (UACh)


“Hay dos clases de personas: las que hacen el trabajo y las que se adjudican el mérito. Trate de estar en el primer grupo: hay menos competencia” (Indira Gandhi)

No es raro, que en algunas organizaciones –tanto públicas como privadas– se coloque en cargos de jefatura y supervisión –incluso en gerencias y puestos de alta dirección– a personas que no disponen (ni tampoco tienen) las competencias y conocimientos necesarios para desempeñarse de manera adecuada en los puestos que ocupan.

A nivel de gobierno y de empresas e instituciones públicas, esto se ha convertido en una suerte de “norma”, donde la “cacería” por un puesto económicamente rentable se ha vuelto un deporte nacional y una constante, realidad que ha conseguido ubicar en distintos puestos de dirección a la más diversa fauna de parásitos, zánganos y operadores políticos que, además de corruptos, se distinguen por su alto nivel de ineptitud e ignorancia.

Viene entonces, la pregunta de rigor: ¿quién no se ha dado cuenta en alguna ocasión, que tiene a un jefe con unas cuantas neuronas menos que las que tiene uno mismo, o bien, que tiene ante sí a un sujeto inepto que se dedica a dar sesudas opiniones y elaboradas sugerencias sobre asuntos y cosas sobre las cuales no tiene la menor idea?

Si descartamos la envidia o la arrogancia que pudieran experimentar algunos subordinados en relación con quien es su jefe, el resultado final con el que nos encontramos, es la posibilidad real de que el colaborador tenga, efectivamente, competencias, conocimientos y un nivel intelectual que es superior que los que tiene su jefe y/o director.

Bajo este punto de vista, se entiende perfectamente el gran temor – consciente e inconsciente – que experimentan estos directores, jefes y supervisores cuando llega a la organización/institución/repartición, alguien más joven, más inteligente o más competente que ellos.

Digámoslo desde ya con claridad: esto es algo real y que se puede observar a todo nivel, y cuando esto sucede, no es para nada extraño entonces, que dichos jefes se sientan “incómodos” e “inquietos” ante este subordinado, y comiencen a poner en práctica una serie de estrategias (¡y piedras en el camino!), con tal de “deshacerse” lo más pronto posible del peligro que representa esta persona.

En algunos casos, estas estrategias pueden comenzar, incluso, desde el momento mismo de la contratación, haciendo ver al director o al gerente a cargo del proceso (o también al dueño de la empresa o al responsable de la repartición pública), que el candidato “no sirve”, que “no da el ancho”, que “es muy joven”, que es “muy feo”, que “no tiene experiencia”, “que no tiene la misma ideología”, que “contratar a una mujer para el puesto no sería recomendable” y así, sucesivamente, con una larga letanía de “peros”, excusas y contraindicaciones.

Ahora bien, si el colaborador logra sortear con éxito las barreras iniciales, la primera recomendación que habría que darle al empleado –especialmente si es inteligente y tiene las competencias adecuadas–, es que intente mostrarse colaborativo con quién será su jefe, de otra forma, el destino que le espera no será muy auspicioso (y, además, de corta duración).

Surge entonces una segunda gran pregunta: ¿cuándo es más común encontrarse con este tipo de situaciones? Pues bien, esto es más habitual en aquellas organizaciones e instituciones que no tienen una visión de largo plazo (caso de los gobiernos de turno) o un enfoque de gestión que no está basado en las competencias personales (caso habitual de los gobiernos de turno), lo que hace muy probable que nos topemos, a menudo, con personas en puestos de alta dirección que no tienen las competencias necesarias –ni tampoco suficientes– para ocupar con propiedad dichos cargos. Señalemos, asimismo, tal como lo afirmara en una oportunidad la Dra. Judith Sills – psicóloga y consultora internacional–, que esto sucede no sólo por falta de materia gris de los superiores, sino que esto se produce –aunque no exclusivamente, como veremos en seguida– en empresas familiares, donde los dueños y sus parientes son los gerentes, o bien, en empresas y reparticiones públicas del Estado y del gobierno, donde los cargos disponibles se llenan con parientes y gente parásita que está “apitutada” con las mismas autoridades de gobierno, con los partidos políticos, o con senadores y diputados que estén “asociados” a la coalición del gobierno de turno.

Si bien, no debería constituir un pecado mortal tener un currículum que muestre la vasta experiencia y la experticia del nuevo colaborador, así como la ventaja de poseer estudios de post grado (magíster y MBA), el sólo hecho de hacer sentir inferior al “jefe” (al director, al gerente) por los antecedentes académicos del subordinado, ello representa un gran peligro y la real posibilidad de ponerse una soga al cuello de manera voluntaria.

De modo que para evitar hacerse autogoles y sobrevivir un tiempo prudente en el puesto al cual se ha postulado, la Dra. Sills recomienda en un artículo publicado en la revista científica Psychology Today, entre otras cosas, lo siguiente:

1. En lugar de enfrascarse en un mortal combate de egos con su superior, mantenga un perfil bajo y procure que la ventaja intelectual que usted tiene por sobre quién es su jefe, juegue en su favor, donde la diplomacia y la humildad de las que usted haga gala frente al infradotado (zángano o parásito de turno) pavimenten suavemente el terreno en beneficio de usted.

2. Nunca, pero nunca haga comentarios –por lo menos no abiertamente­– acerca del “incompetente jefe” que tiene usted ante sí. Intente serle útil y estar siempre a mano, preocúpese de identificar todas las debilidades del jefe (de carácter y en términos de competencias) y busque complementarlas con las fortalezas que usted posee.

3. Busque delicadamente que el subnormal de su jefe le pida ayuda en los proyectos a desarrollar, con el fin consiguiente de “compartir” con él parte del crédito por el trabajo que usted hizo, especialmente, si tiene que usar algún tipo de tecnología o dispositivo para la presentación, para la cual su jefe no tiene nociones.

4. Haga vox populi lo “bien” que usted trabaja y se complementa con su jefe, haciendo notar en voz alta que cada persona tiene competencias diferentes, mostrando, por ejemplo “lo veloz” que es su jefe en la realización de reuniones (lo cual, a su vez, le da tiempo a usted para poder avanzar con su trabajo), pero evite hacerlo aparecer inferior ante los demás, ya que, en ese caso, su jefe podría sentirse directamente atacado, lo cual, podría darle la oportunidad para atacarlo a usted de vuelta con artillería pesada.

5. Dado el hecho, que en la cultura chilena decirle la verdad a una persona en su cara o hacerle ver el error que ha cometido, es lo mismo que cometer un pecado mortal, suicidio, harakiri o, a lo menos, un acto de alta traición a la patria, la condena a la cual se expone el causante del tal agravio personal, es el ostracismo, es decir, el destierro total, el despido o –más elegantemente– la “desvinculación” de la institución, por el hecho de ser considerado un sujeto peligroso (o por lo menos sospechoso) de actividades subversivas anti-jefe. De modo que usted evite colocarse voluntariamente la soga al cuello y dispóngase a “suavizar” –si es necesario con algo de vaselina– el error cometido, minimizándolo y parafraseando el error de otra forma: “Me da la impresión jefe (¡evite el “jefecito”!) que esto no es así, y si a usted le parece bien, lo podríamos verificar de manera conjunta y salir ambos de la duda”. Es una salida elegante y diplomática, ya que permitirá al infradotado (zángano o parásito de turno) salir indemne y bien parado del lío causado, en tanto que el colaborador –que es usted– aparecerá como el salvador, es decir, un subordinado fiel, eficiente, leal y que es capaz de presentar las respuestas apropiadas y correctas de una forma que sólo pueden ser caracterizadas e interpretadas de “amigables” y “respetuosas de la autoridad”.

Todo lo anterior, siempre y cuando usted tenga el deseo de conservar su puesto y sus nuevos ingresos, de otra forma, si desea reguardar su salud mental y quiere liberarse de una vez por todas, de este jefe inepto y que se ha convertido en una especie de vampiro emocional que absorbe sus energías, sin entregar nada a cambio, entonces… dígale la verdad en su cara. El resultado final no se hará esperar.

Llegados a este punto, usted deberá decidir si desea sobrevivir –o no– en la sección donde usted se desempeña actualmente frente a un jefe que es, claramente, menos inteligente y menos capaz que usted. Que se entienda bien: no se trata aquí de faltarle el respeto al jefe, ya que, por inepto, infradotado o corrupto que sea, sigue siendo parte de la raza humana.

Señalemos, finalmente, que en esta odisea laboral no se trata de caer en el cinismo o de practicar la hipocresía, sino que adoptar el rol de un buen actor que necesita el ingreso y la oportunidad que se le brinda de desempeñarse en un puesto de trabajo para el que se sabe apto y bien preparado. La decisión final de lo que usted quiera hacer, así como la fórmula o estrategia final que usted adopte, a fin de cuentas, siempre serán suyas.

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