El megaincendio y la debacle en la popularidad de la presidenta Michelle Bachelet: las razones, causas y fundamentos

Dr. Franco Lotito C. - Académico e investigador (UACh) / www.aurigaservicios.cl



“En un mundo donde prima la mentira y la hipocresía, el hecho de decir la verdad se convierte en algo con carácter casi revolucionario” (George Orwell)

¿Se le habría ocurrido a alguien pensar, hace tan sólo un par de años atrás, que Bachelet caería tan bajo en las encuestas de aprobación a su gestión? La presidenta no sólo experimentó un bajón brutal por algunos meses, sino que su caída se hizo habitual y permanente en el último año y medio, llegando a obtener hasta un 70% de rechazo y sólo un 15% de aprobación, su peor nivel antes del mega incendio que arrasa con gran parte de nuestro país.

Como alguien señaló por ahí, quien fuera la “novia de Chile” pasó de novia deseada a ser uno de los presidentes de este país con el más bajo nivel de aprobación y con uno de los niveles más alto de rechazo, incluso más alto que el que tuvieron Sebastián Piñera y Augusto Pinochet en su peor momento. Un mal indicador, por no decir pésimo. ¿Las razones de la debacle de la presidenta Michelle Bachelet Jeria? Múltiples y variadas.

Cuando uno comienza a investigar los distintos sucesos, acontecimientos, traspiés, errores garrafales, grandes expectativas no cumplidas y sucesivas incoherencias e indecisiones que han rodeado a la gestión de la presidenta Bachelet, se pueden identificar, con gran facilidad, una serie de “SÍNTOMAS DE PENSAMIENTO GRUPAL” que han sido estudiados por el psicólogo Irving Janis, quién define a este proceso de la siguiente manera: “Forma de pensamiento que surge cuando la búsqueda de consenso se vuelve tan dominante y asfixiante en un endogrupo, que tiende a eliminar toda evaluación de cursos alternativos de acción”.

Esto implica, a su vez, que un “grupo” nunca será un “equipo”, sino un conjunto de sujetos desperdigados con voluntades y agendas propias que disparan para todos lados, tal como lo hemos visto en el gobierno y en la Nueva Mayoría (N.M.). Estos síntomas son los que han conducido –de forma irremediable– a la caída de la popularidad y a la pérdida del respeto y afecto que el pueblo de Chile, alguna vez, experimentó por esta dama que quiso ser presidenta por segunda vez. Revisemos algunos de estos “síntomas de pensamiento grupal”:

1. ILUSIÓN DE INVULNERABILIDAD: Bachelet y su equipo de asesores (en realidad, grupo), tanto los del “segundo piso” como aquellos de otros pisos, desarrollaron una suerte de optimismo desmedido frente a las reprochables realidades que estaba viviendo el país –altos niveles de corrupción al interior de la coalición, pobre desempeño económico, baja en el precio del cobre, tráfico de influencia y nepotismo al interior del gobierno, desórdenes de todo tipo, reformas a las reformas, elevado nivel de delincuencia, severos problemas en el área salud, aumento en el desempleo, etc.– optimismo que sólo puede ser calificado de excesivo, y que terminó por cegar a todos por igual ante las diversas y reiteradas advertencias de peligro, incluyendo a la propia Bachelet, quién desestimó y miró en menos estas apreciaciones negativas, descartando así toda posibilidad de que estas “realidades” fueran ciertas. Incluso más: despidió a todos aquellos que insistieron en hacerle ver las cosas con otros “anteojos”, bajo la premisa de seguir adelante con “realismo sin renuncia” y de “avanzar sin transar”. El gobierno y la N.M. cayeron en la ilusión de considerarse intocables e invulnerables al estilo Superman: creen que no les entran balas y que no hay nada que los pueda afectar, ni siquiera su propia ceguera: este mega incendio es la mejor prueba.

2. CREDIBILIDAD INCUESTIONABLE EN LA MORAL CONJUNTA: los integrantes del equipo (en realidad grupo) de Bachelet, junto con la propia presidenta, asumieron que ellos y sólo ellos, junto a su coalición de gobierno, eran los únicos poseedores de una moral inherente superior, así como los dueños de la verdad, razones que condujeron a todo el gobierno a ignorar olímpicamente las dudas éticas y morales de fondo que surgieron desde distintas voces del propio conglomerado como consecuencia de las decisiones tomadas. Sin embargo, la actitud adoptada fue de total desprecio por “los otros”, y se prefirió usar la aplanadora y la retroexcavadora para acallar todas esas inquietudes y observaciones. (Solo el gobierno y la N.M. son “honestos”, “leales”, “éticos” y “poseedores de un alto nivel de moralidad”, en tanto que el resto de la gente es corrupto, indecente, inmoral, ladrón y sinvergüenza).

3. RACIONALIZACIÓN: poco a poco, en una suerte de espiral negativa, los integrantes del equipo (en realidad grupo) presidencial, los asesores y la presidenta Bachelet desarrollaron un estado de mentalidad cerrada y refractaria a todo aquello que “sonara” diferente a las decisiones o la canción que querían entonar ellos. ¿Resultado fatal y final? El conjunto de ministros y asesores comandados por su presidenta desestimaron todas las opiniones discrepantes y han terminado justificando de manera colectiva y con argumentos –muchas veces falaces– las decisiones que se tomaron, aún cuando éstas fueran pésimas decisiones, y que luego los obligaran a tener que darse las famosas “vueltas de carnero”. (En esto se apoyaron, además, en la mala memoria que tiene el pueblo de Chile, el que pronto olvida las vueltas de carnero). Posteriormente, la presidenta y su grupo de ministros se dedican en terreno y repartidos por todo Chile a racionalizar –explicar, justificar–, más que a reflexionar y meditar acerca de las grandes decisiones que se estaban tomando a nivel país. Cada decisión, cada proyecto, cada iniciativa, cada reforma (laboral, económica, de la educación, constitucional), se convirtió en una acción que había que defender, justificar, aprobar contra viento y marea –y a como diera lugar–, con un agregado adicional: “reformas sí o sí y caiga quien caiga”. (Toda decisión, por mala que sea, se justifica y se defiende con dientes y uñas, y se dan 100 –falsos– argumentos para que la ciudadanía los crea).

4. VISIÓN ESTEREOTIPADA DEL OPONENTE: los participantes e integrantes del equipo (en realidad grupo) gubernamental partieron del supuesto que sus enemigos (es decir, la oposición) eran (y son) demasiado malvados y arteros como para negociar con ellos, o en su defecto, eran extremadamente débiles y poco inteligentes como para poder defenderse de las “extraordinarias” iniciativas del ejecutivo, ya que la oposición (es decir, los enemigos), estaban disminuidos en número y estaban siendo perseguidos por sus propios fantasmas y múltiples casos de corrupción partidaria. Por lo tanto, basados en la propia y elevada moral conjunta, así como la inmoralidad e incompetencia de “los otros”, se continuó eliminando todo atisbo de discrepancia o disenso con la retroexcavadora. (Los “otros” siempre son los malos, ladrones, perversos, inmorales y malvados, sólo el Gobierno y la Nueva Mayoría representan a los “buenos”).

5. PRESIÓN DE CONFORMIDAD: el grupo de asesores de la presidenta Bachelet comenzó a ejercer mucha presión sobre todo el conglomerado de la NM hacia la UNIFORMIDAD, rechazando de manera destemplada a todos aquellos sujetos que osaran arrojar dudas sobre la fortaleza de sus premisas, de sus proyectos y planes. A menudo, sin mayores argumentos que el uso del sarcasmo, la amenaza encubierta, la ironía, el cinismo, la descalificación, la manipulación o la hipocresía. Queda claro que cuando las personas son ridiculizadas de manera abierta, o se ven expuestas a este tipo de experiencias, no les queda otra alternativa que “alinearse” sí o sí, de otra manera, la retroexcavadora volverá a entrar en funciones. (Con el fin de “pasar” las reformas se presionó incluso de manera inapropiada –algunos dicen que “ilegítima– a los partidos de la N.M. para que se alinearan con el Gobierno).

6. AUTOCENSURA: como los desacuerdos al interior del grupo son incómodos y mal vistos, y dicho grupo “aparenta” tener una suerte de consenso, los miembros con opiniones divergentes se ven obligados a retirar sus aprensiones, o bien, terminan por desestimar sus recelos, optan por guardar un silencio culpable y “unirse”, finalmente, al grupo que marca la pauta, de otra manera, corren el riesgo de quedar fuera del gobierno (Todo el mundo se quedó callado cuando la presidenta decidió demandar a los periodistas de la Revista Qué Pasa, aún cuando todos sabían que ese era un error gigantesco, error que lo pagó caro en las encuestas).

7. ILUSIÓN DE UNANIMIDAD: tanto la autocensura, como así también la presión de conformidad, generan lo que se denomina “ilusión de unanimidad”, condición que tiene como fin, no amagar ni lesionar el “consenso” del grupo y, lo que es peor, no poner jamás en duda el “manifiesto” o “aparente” acuerdo del grupo asesor y de la presidenta. Esto termina por sellar y confirmar la decisión tomada, aún cuando esta decisión sea manifiestamente mala. ¿Cuál es el efecto final? Simple: la presión sobre los integrantes para “conformarse” al resto, suprime todo tipo de disenso o desviación, y como no hay disenso, ello crea un “espejismo de unanimidad”. Cada autoengaño sucesivo en el que cae el grupo se va multiplicando y se va reforzando a sí mismo, creando un mundo de ensueño muy fantasioso, estilo “bilz y pap” donde todo marcha a pedir de boca y sobre ruedas (aún cuando Troya –o Chile– esté ardiendo, por los innumerables desacuerdos al interior del gobierno y de la N.M. a causa de los fallidos proyectos de “reformas” (reforma de la educación, la reforma laboral y la reforma económica).

8. GUARDIANES DE LA MENTE AUTOPROCLAMADOS: existen algunos miembros que se dedican a “proteger” al grupo de toda información negativa que ponga en tela de juicio la eficacia de las decisiones tomadas por ellos, o la moralidad del actuar de quien es su jefa. Por esta vía, estas personas claves y con gran poder de influencia, se abstienen de informar sobre posibles problemas y señales de advertencia que son contradictorias o que van en contra de la decisión tomada, convirtiéndose así, en los “guardianes de la mente” de la presidenta Bachelet, con la intención de protegerla, no de daños físicos, sino que de hechos y realidades que son desagradables, incorrectos o irregulares. (El caso CAVAL y la demanda contra los periodistas de la revista Qué Pasa son de antología).

Conclusión final: los llamados “síntomas de pensamiento grupal” están en condiciones de producir una incapacidad total del grupo de buscar, analizar y considerar información e ideas que sean contrarios a los predicamentos de dicho grupo, perdiéndose así, la posibilidad de evaluar y aceptar otras alternativas que pudieran ser mejores, por el sólo hecho de que provienen de “los otros”, es decir, de la oposición, los enemigos inmorales y malvados, tal como lo fue el tema del uso del avión SuperTanker.

Cuando un líder decide promover una idea y cuando el grupo de asesores se aísla de puntos de vista que son considerados “disidentes”, el pensamiento conjunto de los integrantes termina por generar –y aceptar– decisiones que son, simplemente, equivocadas, distorsionadas o, simplemente, inapropiadas (por no decir inconducentes).

Si la presidenta Bachelet –y su grupo de asesores– no logra captar la poderosa incidencia que tienen los síntomas de pensamiento grupal en la gestión del gobierno, se arriesga a caer aún más en las encuestas y en el desprestigio total (y lo que es peor: pierde el corazón de los chilenos).



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