La Piromanía o la atracción fatal por el Fuego

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl / Académico e Investigador (UACh)



A raíz de los terribles sucesos que vivió nuestro país hace escasas semanas atrás, con los mega incendios que devastaron y arrasaron con una parte importante del patrimonio forestal de Chile, así como con miles de viviendas destruidas, la trágica muerte de once personas, la completa desaparición de diversos nichos ecológicos, los cientos de miles de animales, aves y fauna nativa quemadas, etc., resulta importante profundizar en este suceso y tratar de encontrar alguna explicación que dé cuenta de lo acontecido, por cuanto, a raíz de los sucesos señalados, el gobierno entregó diversas “versiones” y “explicaciones”, ninguna de las cuales, hasta ahora, por lo menos, ha logrado dar con la verdad.

En función de lo anterior, el gobierno habló, en primera instancia, de la presencia de ciertas “manos negras”, luego señaló la presencia de sujetos incendiarios, a continuación identificó a una empresa eléctrica y a sus contratistas como causantes del fuego y, finalmente, se habló de la acción de diversos sujetos afectados por el trastorno de la piromanía.

Ahora bien, desde el punto de vista psicológico y psiquiátrico, la piromanía ha sido definida como la “tendencia morbosa a provocar incendios y contemplarlos”, en que la raíz griega pyr hace alusión al concepto fuego. Su opuesto, es la “pirofobia”, es decir, la angustia y ansiedad enfermiza ante la presencia de fuego.

En este contexto, la piromanía representa a una enfermedad mental –o trastorno severo de la personalidad– que se asocia directamente con la falta de control sobre los impulsos del sujeto, en función de lo cual, la persona afectada requiere que se someta a un tratamiento psicológico y psiquiátrico.

La dinámica subyacente en la piromanía es la siguiente: la persona que padece de este trastorno experimenta una necesidad imperiosa e irrefrenable de iniciar un incendio, habitualmente, en espacios abiertos, y que está caracterizada por la gran fascinación que experimenta el sujeto en la contemplación del fuego. Al respecto de este trastorno, es preciso destacar que las personas que sufren de piromanía son conscientes de aquello que están haciendo, y la gran mayoría de ellas no da importancia a los daños personales o materiales que su acción pueda causar a los demás, no obstante que es preciso señalar que tampoco sienten placer al ver los daños que provocan, así como observar el dolor ajeno que genera su actuar, a diferencia de los sujetos con tendencias psicopáticas, quienes sí experimentan placer al observar el daño y el dolor ajeno que han provocado.

Llegados a este punto, es necesario establecer una diferencia –que pocas personas conocen y manejan– entre un “pirómano”, un “incendiario” y un “vándalo”.

Comencemos con el “sujeto vándalo” y digamos que este tipo de individuos lo que busca es la destrucción por el simple gusto de destruir, sin que haya una ganancia secundaria, como veremos que sí se produce en los otros dos casos. Los sujetos vándalos presentan, generalmente, una conducta antisocial y tienden a actuar junto con otros sujetos que presentan su misma inclinación vandálica y destructiva. El perfil de estos sujetos responde a individuos que son, en su gran mayoría, estudiantes, que tienen entre 12 y 30 años, generalmente varones –aunque no exclusivamente–, quienes, en las protestas, por ejemplo, tienden a encapucharse y cubrir sus rostros con el fin de no ser reconocidos y, de esta forma, poder asaltar negocios, incendiar inmuebles, robar tiendas, destruir sucursales bancarias, provocar daños en la propiedad pública y privada, etc.

Por contrapartida, el “sujeto incendiario” puede tener una serie de móviles, entre los cuales podemos señalar los siguientes:

1. Móvil de tipo económico, ya sea porque alguien externo le paga una suma de dinero por provocar el incendio, o bien, para efectos de cobrar un seguro, pudiendo ser el incendiario, el mismo sujeto que es dueño del objeto o propiedad incendiada.

2. Móvil de tipo ideológico: el sujeto provoca un incendio movido por una causa política con carácter terrorista, o bien por una causa religiosa o de tipo social, y su intención es llamar la atención generando pánico, miedo, temor y destrucción en la población.

3. La venganza como móvil, es decir, el incendiario busca saciar sus deseos de venganza actuando en contra de una determinada persona, alguna empresa o una institución del Gobierno, tal como sucedió con un incendio provocado en contra de una sucursal del Servicio de Impuestos Internos el 23 de enero de 2017 en la comuna de Maipú, en Santiago, como una forma de descargar la ira y la rabia que embargaba al sujeto que provocó el incendio en contra de esta repartición del Estado.

Por su parte, el “sujeto pirómano” propiamente tal, no persigue ningún fin de tipo instrumental, es decir, esta persona no provoca un incendio a cambio de obtener una recompensa económica, ideológica, por venganza o por ira en contra de una determinada institución. El pirómano provoca el incendio porque este acto le genera una gratificación interna, baja su nivel de ansiedad, siente bienestar, e incluso, puede llegar a experimentar un estado de liberación y satisfacción personal cuando inicia el fuego y observa las consecuencias que éste provoca.

El pirómano tiende a actuar sólo y en la mayoría de los casos, los autores de este tipo de actos son varones de entre 15 y 40 años con un historial de vida donde priman las frustraciones, los desajustes emocionales, con presencia de un mal rendimiento y desempeño, ya sea laboral (en caso de personas adultas) o escolar (en el caso de gente más joven). Carecen de estabilidad emocional, siendo frecuente que presenten –en forma paralela– adicciones u otros trastornos psiquiátricos.

Es preciso aclarar, que el sujeto pirómano experimenta una gran tensión y activación emocional antes de llevar a cabo el acto, nunca después de realizada la acción de incendiar. En este sentido, estos individuos –de manera paradójica–, tienden a mantenerse en las cercanías del incendio, pudiendo incluso, correr a avisar a los vecinos o a los bomberos de la existencia del incendio que ellos mismos han provocado, colaborando, asimismo, en las labores de extinción. Incluso más: cuando son detenidos por las autoridades competentes se muestran colaboradores y admiten ser los responsables de los hechos, si bien no logran sentir remordimiento ni culpa por el acto realizado. En otros casos, son ellos mismos quienes confiesan de manera voluntaria ser los autores materiales del incendio.

Como dato curioso, se puede señalar que muchas de estas personas intentan –algunos de ellos con éxito– ingresar a la institución de Bomberos, para convertirse, justamente, en Bomberos voluntarios.

Cuando los pirómanos inician el fuego, habitualmente lo hacen de una manera apresurada y poco organizada, y al momento de iniciar el incendio, estas personas suelen encontrarse en un estado de conciencia alterada, es decir, están en una condición de trance y funcionando como en piloto automático.

Los aspectos esenciales que caracterizan a este trastorno de personalidad son: presencia de una conducta reiterada de prender y encender fuego y generar focos de incendio, una fascinación en la contemplación de las llamas, un intenso interés por todos aquellos elementos que rodean al fuego, un aumento notable de la tensión interna antes de provocar el incendio y una suerte de “alivio emocional”, una vez que llevaron a cabo la acción. En este sentido, la actividad de provocar incendios le sirve al sujeto como una fórmula para aliviar situaciones de vacío existencial, para salir del aburrimiento, descargar su rabia y frustración, o incluso, su deseo interno de ser protagonista de un gran evento como un incendio. De ahí que se señale, que el incendio provocado por un pirómano en muy contadas ocasiones es en respuesta a una alucinación o delirio mental, habiendo, por lo general, plena conciencia del acto que se está llevando a cabo.

Lo que sí puede suceder, es que el sujeto pirómano haya consumido previamente alcohol u otras drogas, elementos que funcionan como detonantes y desencadenantes del comportamiento alterado.

Señalemos finalmente, que el sujeto afectado por el trastorno de la piromanía puede estar varios años sin que provoque incendio alguno. Sin embargo, basta alguna circunstancia exterior –como un fracaso personal o una alta carga de estrés que no logra manejar– para que nuevamente se desencadene en el sujeto el impulso, el deseo y la necesidad de prender fuego y provocar un incendio, sin que le importe que con sus actos pudiera provocar pérdidas humanas, graves daños materiales o severos desequilibrios ecológicos.


Fuente:
flotitoc@gmail.com
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