Turismo y Sida: ¿Dos aspectos a tener en cuenta?

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl Académico, Escritor e Investigador (UACh)


“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los sujetos prejuiciosos, la intolerancia y la estrechez de mente” (Mark Twain, escritor estadounidense).

Desde el punto de vista económico, el turismo pertenece a una de las ramas de la economía mundial y global más dinámicas e importantes que existen, ocupando el cuarto lugar, después de la industria del petróleo, la química y la industria automovilística.

De acuerdo con los datos que entrega la Organización Mundial del Turismo, este sector genera a nivel mundial nada menos que 3.500 millones de dólares diarios, con una tasa de crecimiento que fluctúa entre el seis y el diez por ciento anual. Hoy en día, el arribo de turistas a los distintos destinos nacionales e internacionales sobrepasa con creces los 950 millones de visitantes cada año. En este sentido, no cabe duda alguna, que el turismo –para el crecimiento económico de países en desarrollo como Chile– gana cada vez más relevancia. La razón es simple: el sector turístico, es con frecuencia, un importante generador de divisas y un creador de puestos de trabajo en los países de destino.

Ahora bien, el bienestar de las personas constituye una de mis mayores preocupaciones como profesional de la salud y, dado el hecho, de que el SIDA (o VIH) representa un mal con características de pandemia, no puedo menos que cuestionarme acerca de qué ha hecho –o está haciendo– el gobierno para frenar este mal, por cuanto, la OMS consigna en sus registros del año 2015, que hay nada menos que 36,7 millones de personas contagiadas en el mundo, de las cuales, alrededor del 40% desconoce que tiene SIDA.

Una prueba de ello, es lo que sucedió en Chile, cuando en octubre del año 2008 se vio obligada a renunciar la ministra de Salud, María Soledad Barría, del primer Gobierno de Bachelet, por un grave escándalo relacionado con el SIDA, al salir a la luz pública que cientos de pacientes contagiados de SIDA nunca fueron notificados de su enfermedad, por lo cual, continuaron contagiando con el VIH a otras personas que estaban sanas.

Nueve años después, se revela una segunda noticia con carácter de escandalosa para nuestro país, al ser notificados por la Organización de Naciones Unidas (ONU-SIDA) en julio de 2017, que Chile se había convertido en Latinoamérica en el país donde más había crecido el número de personas contagiadas de SIDA, a saber, en un 34%, es decir, un porcentaje de nuevos enfermos muy por encima de Guatemala, el segundo país consignado en el informe, con un 23% de nuevos casos. Súmele el alto impacto noticioso que ha tenido la detección de varios casos de lepra en Chile y tendremos una combinación muy peligrosa.

Según el último estudio del ISP, en Chile hubo 21.800 casos confirmados de SIDA, sólo entre los años 2010 y 2015, lo que significó un alarmante aumento del 45%. Ahora bien, de acuerdo con las estimaciones, se calcula que, por lo bajo, habrían en nuestro país alrededor de 61.000 personas viviendo con el VIH, pero de las cuales –y aquí viene otra noticia demoledora y alarmante– alrededor de un 30-35% de los contagiados desconoce su condición de portadores del VIH, con lo cual, habrían más de 20.000 enfermos a nivel nacional que continúan contagiando a personas saludables, siendo el grupo de mayor riesgo, gente joven entre los 20 y los 30 años, seguido de muy cerca por el grupo de jóvenes entre los 15 y los 19 años. Esto constituye un alto riesgo de salud pública.

La pregunta que surge es: ¿por qué razón sucedió esto? Pues bien, pasó lo habitual. El SIDA dejó de ocupar un lugar de importancia en la agenda pública del Gobierno, se dejaron de lado los programas de prevención orientados a los grupos más vulnerables, es decir, los más jóvenes; no se siguieron las recomendaciones entregadas por la OMS relacionadas con el contagio del SIDA; se eliminaron todas las campañas de prevención dirigidas a la población, todo lo cual, dio pie para preparar la tormenta perfecta: se creó la falsa ilusión de que todo estaba muy bien en nuestro país con respecto al contagio del SIDA. Al mismo tiempo, nos encontramos con una nación que nunca ha tenido –como política de Estado– una educación sexual efectiva y acorde con los tiempos que corren.

Ahora bien, unamos estos dos aspectos y preguntémonos ¿a qué otra delicada situación nos podría conducir esta realidad, si el Estado de Chile continúa descuidando el factor salud vinculado a una grave enfermedad como el SIDA, con el consiguiente aumento descontrolado de nuevos casos? Una muy simple: a que países como Estados Unidos y Canadá, así como la Comunidad Europea –que está conformada por casi 30 naciones–, se les podría ocurrir sobre-reaccionar ante esta noticia –como ya ha sucedido en ocasiones anteriores y con otros países a raíz de la presencia de ciertas enfermedades contagiosas– y declarar a Chile como “nación non grata” es decir, país “no apto para ser visitado por los turistas”, por el peligro que se corre de contagiarse de SIDA.

Que nadie piense, por favor, que ésta podría representar una “exageración”, ya que hemos visto el tipo de reacciones que ha tenido el presidente Donald Trump con diversas naciones del mundo, ya sea, que este sujeto prohíba el ingreso de los ciudadanos de determinados países a Estados Unidos, o bien, que le prohíba a los ciudadanos norteamericanos visitar los países que quedan anotados en su “lista negra”. Y en nuestro caso, SIDA y lepra no representan, precisamente, una combinación muy atractiva.

No obstante lo anterior, hay un aspecto crucial que nos molesta a todos, y esto es ver cómo el acceso a la salud se ve cada día más deteriorado, ya sea, porque no existe suficiente infraestructura hospitalaria y médicos especialistas para cubrir todas las necesidades de la población, o bien, cuando descubrimos que el costo de la salud privada en Chile es uno de los más altos, no sólo a nivel latinoamericano, sino que a nivel mundial, por cuanto, un estudio realizado por la Federación Internacional de Planes de Salud privados ubicó a Chile entre los países con el sistema de salud privada más oneroso de sus 24 países miembros. (Si quiere saber más: http://media.biobiochile.cl/wp-content/uploads/2012/03/2011iFHPPriceReportGraphs_version3.pdf).

En tanto que en uno de los informes de la asociación de ISAPRES se señala que los costos seguirán subiendo, en función de lo cual, se puede deducir que de continuar así, sólo los más ricos de los ricos podrán acceder a una “salud privada de calidad” (http://www.latercera.com/noticia/informe-isapres-advierte-costos-la-salud-chile-continuaran-alza/).

Por otro lado, nos encontramos con otra incómoda verdad, a saber, que según datos del Ministerio de Salud, a julio de 2017, la cantidad de gente en lista de espera por una atención con un médico especialista suma en total la no despreciable cifra de 1.951.509 personas, de las cuales, nada menos que 278.061 personas requieren de una cirugía, siendo los tiempos de espera promedio de 288 días para una hora con un especialista, en tanto que para una cirugía, la espera es de 392 días en promedio, es decir, la gente se muere –literalmente– esperando por una atención de salud. Si el lector requiere de más datos duros, se los doy a continuación: durante el año 2016 murieron 24.817 chilenos esperando por una atención médica que NUNCA llegó. Y eso representa una gran vergüenza para nuestro país.

Por lo tanto, dada la falta de programas y campañas preventivas intersectoriales en contra del SIDA (MINSAL, INJUV, MINEDUC, SERNAM), así como con el estado lamentable de la salud pública en Chile, ¿qué podemos esperar en relación con la cantidad de personas que ya están enfermas de SIDA, así como con aquellas otras que ni siquiera lo saben y que siguen contagiando, cada día que pasa, a cientos personas sanas, quienes, a su vez, tampoco sabrán que han sido contagiadas?

Finalmente, otro tema que queda en el aire –y con el cual comencé este artículo–, es el siguiente: dado el explosivo aumento de los casos de SIDA en Chile –sin caer en una suerte de autoflagelación o estado de paranoia–, así como el alto nivel de ignorancia generalizada que existe en torno a cómo se contagia y transmite esta enfermedad, ¿podremos evitar que surja en los ojos de los visitantes extranjeros la imagen de una nación que los turistas deberán evitar a futuro por el temor a contagiarse de SIDA?

Mi recomendación y respuesta a esta pregunta: ¡que nuestro gobierno despierte, se ponga las pilas –o los “putos pantalones”, como señaló muy enojado el futbolista Mauricio Pinilla– y reaccione, de una vez por todas, poniendo freno y control a esta peligrosa enfermedad, antes de que sea muy tarde!
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