La hamburguesa sintética que puede salvar el planeta

Puede parecer un chiste, pero las vacas son mucho más peligrosas en la actualidad para la salud del planeta que los coches. Y no, el problema no es únicamente el metano que expulsan en sus flatulencias (el gas metano es uno de los grandes responsables del calentamiento global), aunque represente un tercio de todo el que se produce debido a actividades humanas. A este metano hay que sumarle, además, que la industria ganadera es también responsable del 20% de las emisiones de carbono, un cóctel que la sitúa como una de las más contaminantes que existen. El problema se acentúa ya que la ganadería intensiva está esquilmando las tierras en medio mundo, perjudicando a la biodiversidad en amplias zonas y contribuyendo a la desertificación. La ganadería a gran escala ha provocado que el 75% de las tierras cultivables del mundo se hayan destinado a cultivos para la alimentación animal. Estos monocultivos para fabricar piensos utilizan, además, una gran cantidad de química para acelerar las cosechas y dar respuesta a la cada vez mayor demanda. El resultado es el empobrecimiento de los suelos y la contaminación de los acuíferos.

Diversos estudios aseguran que para conseguir un kilo de carne son necesarios entre 20.000 y 30.000 litros de agua. Y el consumo de carne crece cada año: un informa de la FAO (la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) prevé que en 2050 produciremos 465 millones de toneladas de carne, más del doble que en el año 2000. La solución más obvia pasaría por cambiar los hábitos de alimentación de la mayoría del planeta, en especial de Occidente, ya que hay amplias zonas en las que la carne sigue siendo un lujo (paradójicamente en esos países en los que menos carne se consume es en los que se producen los piensos, arruinando la agricultura tradicional). La tarea, urgente, resulta titánica, pero los avances en genética y tecnología pueden echar una mano...

En agosto de 2013 Mark Post, de la universidad de Maastrich, cocinó en un programa en directo de la televisión británica la primera hamburguesa procedente de un cultivo de carne realizado con células madre de ganado bovino. Aquella demostración, fruto de varios años de investigación, fijaba un hito importante, puesto que el reto científico de conseguir cultivar carne pasaba a convertirse en un problema de ingeniería: cómo hacerlo en grandes cantidades a un coste razonables. Llegar a aquella primera hamburguesa había costado 250.000 euros, un precio desorbitado para un trozo de carne al que se le terminará echando ketchup por encima. Pero con ella Post demostró que es posible cultivar carne libre de enfermedades y perfectamente apta para el consumo humano: “podemos fabricar pollo, pescado, cordero... prácticamente cualquier especie”. En pocos años, asegura, la tecnología permitirá que esta nueva carne sea, además, más barata que la proveniente de animales sacrificados y, en ese momento, se extenderá a nivel global. El planeta (y las vacas que viven en él) nos lo agradecerán para siempre.


Entrevista y edición: Zuberoa Marcos, Noelia Núñez, Georghe Cirja
Texto: José L. Álvarez Cedena



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