Como te ven… así te tratan

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, Escritor e Investigador (UACh)

“El concepto que usted tiene sobre mí no va a cambiar quien soy, pero sí puede cambiar mi concepto sobre usted” (Dr. House, figura principal de la teleserie norteamericana).

De ahora en más, tenga siempre presente, que el sólo dominio de las materias propias de la profesión, oficio o trabajo que usted ejerce, ya dejó de ser la clave exclusiva y determinante para el éxito personal en el mundo laboral.

El desplante –o manejo escénico que la persona tenga–, el manejo del lenguaje, la expresión oral y corporal, e incluso la forma que usted tiene de vestirse, son aspectos que, de a poco, se han ido incorporando como parte imprescindible de la formación de ejecutivos, jefaturas y altos mandos de grandes y medianas empresas.

Esta es una preocupación que toma cada vez más fuerza, no sólo en el ámbito o “mundo de la farándula”, sino que también entre el personal directivo de las empresas, así como también en el ámbito político. Esto lo pudimos constatar en la última campaña electoral, al ver las miles de gigantografías repartidas por todo el país, los miles de volantes esparcidos por todos lados, las “palomas” de propaganda, la franja televisiva, etc., donde los candidatos y candidatas a los distintos cargos públicos hicieron lo imposible por presentarse ante los posibles votantes –y ante la opinión pública– con su mejor “facha” y con sus mejores atuendos.

Igualmente, es posible advertir, el “cambio de imagen” que han experimentado ciertos personeros públicos, varios de los cuales, han optado por modificar desde su modo de vestirse y peinarse, hasta su forma de hablar y de dirigirse al público.

Es así, por ejemplo, que en el “arte” de verse bien ante el público general que observa atentamente, aquel sujeto que desea hacer la diferencia, deberá tener en consideración aquello que los estilistas denominan “una combinación armónica, elegante y sobria de la persona”, donde todo detalle debe ser bien atendido –y cuidado– hasta en su mínima expresión. Sin embargo, nada de lo anterior le servirá a dicho sujeto, si en el momento de abrir la boca, su forma de expresarse, su manera de manejar los conceptos y de dirigirse a su público objetivo –sea que hablemos de subordinados, pares, jefes, clientes, ciudadanos, etc.– deja mucho que desear.

Toda persona, sea un profesional o no, debe tener presente, que aún cuando tenga muchos títulos y grados académicos, su desplante, su actitud, su seguridad en sí mismo, su manera de expresarse y su manera de vestir pueden convertirse en aliados muy importantes para efectos de ganar puntos, así como el favor de la gente.

Mientras en muchos de los colegios de Estados Unidos se les enseña a los estudiantes desde muy jóvenes a participar en debates, desarrollar y afirmar su personalidad y a aprender a hablar en público, en nuestro país, estas competencias resultan ser habilidades que no están consideradas como importantes dentro del “currículum” del alumno, en función de lo cual, no se tratan con el mismo empeño e intensidad como se hace para enseñar, por ejemplo, matemáticas o ciencias.

Afortunadamente, hay algunas universidades, que desde hace un buen tiempo a esta parte, han tenido la buena ocurrencia de incorporar algunas asignaturas en diversas carreras de ingeniería para enseñar a comunicar de manera efectiva, entre cuyos ramos encontramos temas como, por ejemplo, aprender a debatir, tomar lecciones de lenguaje y expresión corporal, e incluso, cómo llegar a convertirse en un sujeto emprendedor en una sociedad cada vez más competitiva.

Dejemos muy en claro, que no se trata aquí de caer en una suerte de frivolidad y de sólo ocuparse de la apariencia externa, sino que permitir que toda persona aprenda a ubicarse de manera adecuada dentro del contexto en el cual le toca interactuar. Lo anterior, implica, necesariamente, poner atención a ciertos aspectos personales, tales como el saber expresarse bien ante el público, vestirse adecuadamente, mostrase seguro de sí mismo y tener un buen dominio escénico, entre otras cosas.

Recordemos también, que las conductas y comportamientos humanos se vinculan directamente con el cuerpo, las actitudes personales, la autoestima, las emociones y el lenguaje, es decir, cómo nos “presentamos” ante los demás.

Hay algunos altos directivos de empresas que señalan haber recibido –para una entrevista de trabajo– a mujeres jóvenes recién egresadas, vestidas con petos que dejan entrever su ombligo, o bien, con poleras que dejan asomar casualmente el bretel de sus sostenes. En el caso de los varones, algunos llegan sin afeitar, con cabello muy descuidado y vestidos de una manera inadecuadamente informal. Es decir, nos encontramos con personas jóvenes, que a pesar de tener una formación académica de buen nivel, no manejan ciertas claves y aspectos cruciales de la presentación personal, con el resultado que es de esperar: como te ven, así terminarán por tratarte.

Un factor que, al parecer, las personas no siempre lo tienen en su nivel de conciencia, es que cada individuo, de cierto modo, está proyectando –lo quiera aceptar o no– un rol. Y si este individuo está trabajando –o quiere ingresar a trabajar– en una empresa determinada, este rol debe ser coherente con la cultura organizacional de la institución en cuestión, sea pública o privada, si es que el sujeto desea progresar y avanzar al interior de la misma. En este sentido, aquí se estaría confirmando el principio que señala que cada integrante de una organización, es responsable de sus logros (o de sus fracasos).

Es así, por ejemplo, que hay personas, que técnicamente son muy buenas en su área de experticia, pero quienes, lamentablemente, no saben comunicarse, se expresan y hablan mal, escriben peor y para más remate, no son capaces de integrarse de buena manera a un equipo de trabajo. Preguntémonos, entonces ¿qué sucede en los seminarios internacionales, cuando aparecen en escena expositores de origen norteamericano? ¿La respuesta? ¡Arrasan, simplemente! Y no porque los expositores nacionales estén menos preparados técnicamente en relación con los contenidos a transmitir, sino que por la actitud y disposición que adoptan sobre el escenario, por cómo se comunican con el público asistente: estos sujetos se paran confiados frente a la asamblea y se dirigen con seguridad ante el público que se entusiasma, en tanto que el “estilo” nacional resulta ser más apagado y algo menos entrador que el estilo del relator extranjero. Aquí se advierte la utilidad de las enseñanzas de los colegios norteamericanos en relación con aprender a debatir y a manejar argumentos, a pararse frente a un público desde muy jóvenes y a desarrollar un excelente manejo escénico.

Señalemos, finalmente, tal como lo expresa el asesor de imagen de origen español, Jordi Collell: “La gestión de nuestra marca personal no es un proyecto con enfoque terminal, sino que es un trabajo del día a día”.



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