La aplastante victoria de Sebastián Piñera: ¿un nuevo voto de castigo para la Nueva Mayoría y la Presidenta Bachelet?

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, Escritor e Investigador (UACh)

No hay analista, partido político de todos los colores, ministros del Gobierno de la presidenta Bachelet, representantes de la Nueva Mayoría y del Frente Amplio, etc., que hoy no se estén preguntando ¿qué diablos pasó en esta última elección presidencial?

¿Qué pudo haber sucedido en el alma nacional de nuestro querido Chile, para que el grito de batalla: “¡TODOS CONTRA PIÑERA!”, se haya convertido en la gran derrotada el domingo 17 de diciembre? Y una severa derrota, no obstante las acusaciones de múltiples muestras de intervencionismo electoral por parte de diversas autoridades gubernamentales a nivel nacional

Lo cierto es, que lo que sucedió el domingo, se ha convertido en la demostración clara, que cuando el pueblo de Chile quiere dar una lección a los supuestos “expertos” en política, se la da en grande, se la da con mayúscula, se la da con todo, hasta dejar con la boca abierta al más pintado. Por cuanto la pregunta es: ¿cómo es posible que el “gran delincuente Piñera” –tal como lo han descrito y caracterizado sus detractores– nuevamente pase a ocupar la casa de La Moneda?

La centroizquierda chilena –la gran derrotada en esta elección presidencial– deberá, asimismo, comenzar a preguntarse cuántos errores –de fondo y de forma– cometieron, para que no sólo se dieran casi diez puntos de diferencia entre ambos candidatos presidenciales, sino que además se impusiera en 13 de las 15 regiones, cuando la totalidad de los partidos políticos de izquierda pensaron que en segunda vuelta se “unirían”, se “juntarían” y se “asociarían” los votos de los partidos de la Nueva Mayoría, con los votos de Beatriz Sánchez del Frente amplio, los votos de Carolina Goic de la Democracia Cristiana, los votos de Marco Enríquez-Ominami del Partido Progresista, los votos del Alejandro Navarro del Movimiento Amplio Social y los votos de Eduardo Artés de la Unión Patriótica y le darían la “gran lección” –puñete en l’hocico incluido– al candidato de la centroderecha.

Algo tiene que haber fallado para que, nuevamente, la presidenta Michelle Bachelet tenga que entregarle, una vez más, la banda presidencial a Sebastián Piñera. Al parecer, el “pueblo” no le hizo caso alguno a la presidenta Bachelet cuando ella señalaba que el único sujeto que resguardaría, protegería, defendería y extendería su “legado presidencial” y todas sus “reformas estructurales” sería el candidato Alejandro Guillier. No le hicieron caso porque… ¿no le creyeron debido a la pérdida de credibilidad de la presidenta y su escaso nivel de aprobación? No le hicieron caso porque… ¿el nivel de descalificación usado durante la campaña fue demasiado alto? No le creyeron porque… ¿el país se estancó durante su gobierno? No le hicieron caso porque… ¿las reformas estructurales no se hicieron con la responsabilidad con la que debieron haber sido realizadas?

Lo cierto es que, tal como lo señaló en Televisión Nacional el ex ministro de defensa de Bachelet, Francisco Vidal, la victoria de Sebastián Piñera, es una “derrota importante para el Gobierno de Bachelet, es una derrota aplastante para la coalición de la Nueva Mayoría y es una derrota grave para el candidato de la centroizquierda, Alejandro Guillier”, es decir, puras “derrotas” en boca de uno de los ex ministros más leales de la presidenta Bachelet.

Por otra parte, el senador Francisco Chahuán, participante activo en el comando de campaña presidencial de Piñera, señaló que la dura derrota del candidato presidencial Alejandro Guillier era un “castigo a la retroexcavadora de la Nueva Mayoría”, un castigo a una Nueva Mayoría que se dedicó en cuerpo y alma a buscar todas la fórmulas para invalidar, neutralizar y descalificar cualquier cosa positiva que hubiese hecho el candidato de Chile Vamos durante sus cuatro años de gobierno.

Ahora bien, dejando de lado todas las cientos de descalificaciones y acusaciones varias surgidas desde todos los frentes, partidos y corrientes políticas –ante la mirada atónita de millones de chilenos–, lo cierto, es que hoy, hay un gran ganador y un gran perdedor. Guste a quien guste. La pregunta, en todo caso, sigue siendo una sola: ¿por qué razón ganó Piñera y perdió Guillier? Si bien, sólo votaron algo más de siete millones de ciudadanos, hubo una clara definición por parte de quienes votaron: 54,57% a favor de Piñera versus 45,43% a favor de Guillier. La voz del pueblo chileno fue clara y firme. No hay donde perderse.

En mi opinión, hay dos posibles respuestas a estos sorpresivos resultados eleccionarios del domingo 17 de diciembre de 2017:

Un voto de castigo al gobierno de la presidenta Bachelet y de la Nueva Mayoría, quienes nunca fueron capaces de responder a las verdaderas necesidades y fuertes clamores del pueblo chileno –salud digna, atajo a la delincuencia, freno al narcotráfico y sus constantes balaceras, más fuentes de trabajo, más empleos estables y bien remunerado, etc.– al que tanto dicen representar. Sin embargo, por los votos del mismo pueblo de Chile entregado voluntariamente al candidato Sebastián Piñera, pareciera que esa “apreciación” no sería del todo cierta, o en su defecto, derechamente errada y falsa.

La segunda explicación, se asocia a una famosa y célebre frase de James Carville, asesor de Bill Clinton en la exitosa campaña que llevó, justamente, a Clinton al sillón presidencial de la Casa Blanca en Estados Unidos, en lugar de George Bush padre: “¡Es la economía, estúpido”, por cuanto, George Bush se dedicó a destacar los éxitos de la guerra en el Golfo Pérsico y de la política exterior de su país, olvidándose completamente de los problemas cotidianos de la gente, así como de sus necesidades más perentorias y urgentes del pueblo como lo son los grandes temas como salud, empleo y seguridad de sus ciudadanos.

Por lo tanto, cuando un gobierno tiene como única obsesión concentrarse exclusivamente en su “legado presidencial” y en sus “reformas estructurales”, ya sea que estén bien o mal hechas, el gran riesgo que se corre es “olvidarse”, que para financiar todo eso, se requiere de una economía pujante y que dé señales de crecimiento, de una economía que entregue buenos empleos, de una economía que atraiga inversiones en lugar de alejarlas, de un país que trate bien a sus jubilados y que no les pague pensiones miserables y de hambre, de una población que está cansada de una delincuencia que parece haberle ganado la batalla al gobierno, de un país que cuide a su maltratada y olvidada clase media que nunca ha recibido nada por parte de su gobierno. Esas son algunas de las necesidades urgentes y perentorias de la amplia mayoría del pueblo chileno. El resto es sólo un complemento.

Digamos, entonces, una vez más, la célebre frase de James Carville para que no nos olvidemos: “¡ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO!”


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