Cómo sobreponerse a los traumas y adversidades emocionales

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, Escritor e Investigador (UACh)

“Las dificultades, lo que hacen, es preparar a las personas para destinos extraordinarios” (C.S. Lewis, académico, crítico literario y novelista irlandés).

“Es imposible derrotar a una persona que no se rinde” (Babe Ruth, destacado deportista norteamericano).

Múltiples investigaciones han demostrado que existen personas, quienes habiendo sido sometidas a un gran nivel de estrés –o tensión emocional–, son capaces de enfrentar e, incluso, salir fortalecidas de este tipo de situaciones y experiencias. Más aún: aprovechan estos traumas y adversidades emocionales como una suerte de “oportunidad” para crecer, salir adelante y aprender a extraer lo bueno de lo malo. En este sentido, tengamos presente, que si bien no podemos cambiar nuestro pasado, sí estamos en condiciones de moldear y cambiar nuestro futuro. Más aún: si nos lo proponemos, seremos capaces de poner al servicio de la sociedad nuestras habilidades y competencias, con el fin de cumplir con nuestras aspiraciones y, por esta vía, concretar nuestros aportes en la comunidad en la cual estamos insertos.

De ahí, que alguien dijera alguna vez, que lo importante, en caso de una caída, era levantarse, sacudirse el polvo, sonreír y seguir adelante, ya que si una persona lucha por lo que quiere, tarde o temprano ese objetivo se logrará.

Ahora bien, cuando, por ejemplo, (a) un menor se ve forzado a presenciar constantes peleas, discusiones y agresiones violentas entre sus padres, (b) cuando le toca experimentar en carne propia el rechazo, la indiferencia, o la violencia psicológica y física de manera permanente, (c) cuando el niño y su familia sufren un asalto a mano armada en el propio hogar, etc., son situaciones que se pueden catalogar de “traumatizantes” para cualquiera de nosotros y son vivencias que quedan grabadas como con un hierro candente en nuestra psique. (Con mayor razón, si las experimenta un niño o un adolescente).

Desde hace un par de décadas, que los estudiosos y expertos en salud mental investigan de manera acuciosa una cualidad del ser humano que permite que quienes han tenido que pasar por conflictos y hechos terribles, no sólo se recuperen, sino que salgan fortalecidos de ellos. La cualidad de la que estamos hablando es la resiliencia.

Para aquellas personas que no lo saben, digamos de partida, que la resiliencia puede ser, no sólo reforzada, sino que también aprendida. El Dr. Robert Brooks, psicólogo de la Universidad de Harvard y experto en el tema de la resiliencia, entrega algunas claves importantes que se analizarán más adelante.

En todo caso, lo primero que debe hacer una persona, si realmente quiere comenzar a resolver conflictos y desarrollar su resiliencia –o aprender a ser más resiliente–, entonces, es necesario que realice, primero que todo, una profunda introspección y mirada hacia dentro de sí mismo, y a continuación, identifique con claridad dos aspectos importantes de su vida: sus focos de conflicto (traumas o adversidades emocionales) y haga un balance con sus virtudes y defectos. ¿Objetivo de lo anterior? Fortalecer sus virtudes y superar sus debilidades, con una sola meta in mente: comenzar a cambiar ciertas pautas negativas que coartan e hipotecan, tanto a su futuro como ser humano, como así también, a su desarrollo personal. Este balance personal le entregará una doble ventaja: transmitir coherencia y demostrar la ausencia de dobleces (o hipocresía). Doy a continuación tres ejemplos simples que requieren un cambio de “pauta comportamental” lo antes posible:

1. Permitir –o aceptar–, que la pareja, un familiar cercano o un “jefe” lo insulte, humille o lo denigre a uno, ya sea en privado o frente a un público espectador.

2. No ser capaz –o no permitirse– negociar con el jefe un aumento de sueldo largamente merecido.

3. Confundir la lealtad, con la sumisión y el sometimiento ante un sujeto altanero y arrogante.

Este es, por cierto, el nuevo sendero que se ha de comenzar a recorrer, si la persona desea cambiar pautas de conducta claramente negativas y contraproducentes.

Por otra parte, las investigaciones indican que aquellos individuos que son capaces de resistir y enfrentar el estrés, son: (a) las personas que se involucran en actividades que le dan orientación y sentido a la vida, como por ejemplo, realizar algún tipo de voluntariado: Cruz Roja, Hogar de Cristo, ser parte del Cuerpo de Bomberos, colaborar en un Hogar de menores o de un colegio, etc.; (b) las que desarrollan –y mantienen en el tiempo– un hobby o la práctica de un deporte; (c) las personas que cumplen a cabalidad con un determinado rol social (de padre, de pareja, como profesional, etc.).

Al respecto de lo anterior, lo ideal, es hacer una lista con las prioridades de aquellas cosas que le entregan a uno alegría y satisfacción, y que ayudan a una persona a llevar una “vida con sentido”. Naturalmente, esa persona debe estar dispuesta a ofrecer de su parte el tiempo y la dedicación necesaria, ya que esto le entrega al sujeto que las practica energía y fuerza, ayudándolo a visualizar las dificultades, traumas y/o conflictos como verdaderos desafíos.

Otro aspecto importante, es “ver la vida a través de los ojos de los demás”. Este es un factor que lleva implícita la práctica de la empatía, por cuanto, ello permite percibir cómo nos ven los otros y el tipo de errores que estamos cometiendo: si yo me dirijo a las demás personas con una actitud agresiva, arrogante o descalificadora, lo más probable es que genere rechazo y animadversión en estas personas, por lo tanto, lo recomendable será intentar cambiar esa postura, por una más amigable que permita alcanzar un mayor grado de cooperación por parte de quienes nos rodean.

Acompañando al punto anterior hay un factor que está en boca de todos, pero que muy pocas personas practican de verdad, a saber: mantener una comunicación efectiva. Esto significa saber comunicar lo que se desea, acompañando la comunicación verbal con un “lenguaje corporal” que sea coherente con lo que se dice, por cuanto, si hay algo que la gente aborrece, es cuando alguien afirma algo con la boca, pero que no “ratifica” con su lenguaje corporal, es decir, nos damos cuenta que el sujeto nos está mintiendo y engañando.

Los sujetos resilientes –o que presentan la llamada “fuerza emocional”–, tienen, generalmente, a una persona carismática que les ha servido de modelo, de referente, de ejemplo e inspiración, ya sea por los valores que profesa esta persona, o bien, por los esfuerzos que ha realizado para llegar a ser quién es. Analice usted a su entorno, e identifique a un par de personas que lo motivan –o inspiran– a usted, y quienes, de paso, le puedan “compartir” esos valores que profesan, así como la energía y la fuerza interna que los distingue.

Otro paso que usted debe dar hacia el desarrollo de la resiliencia, es aprender a valorar su propio éxito y sus logros, evitando, eso sí, caer en el exitismo, es decir, en un afán desmedido por el éxito. Esto requiere reflexionar acerca de qué capacidades y/o habilidades usted puso en juego, que fueron decisivas para que usted tuviera éxito en la actividad realizada. La razón de destacar este punto es muy simple: las personas que no son resilientes, tienden a adjudicar a otras personas el mérito por sus propios logros, o bien, lo atribuyen al azar (o la buena fortuna), o simplemente, piensan que la meta era demasiado fácil y, en consecuencia, no hubo mérito alguno en el logro de la misma.

Ahora bien, cuando una persona se ha decidido por emprender el rumbo hacia la resiliencia y ha puesto en marcha algunas de las sugerencias que han sido señaladas previamente, lo que está haciendo –sin tener clara conciencia de ello– es que ha comenzado a ejercer disciplina y autocontrol sobre sí mismo con el fin de mantener viva y vigente una conducta del tipo resiliente. Por ejemplo: si en una ocasión usted no le gritó a alguien por un error cometido, sino que se lo hizo ver de una manera adecuada para que dicha persona no vuelva a repetir el error, entonces, siga practicando esta “forma controlada” de actuar.

Por otra parte, las personas que carecen de resiliencia suelen culpar a su “falta de inteligencia” por sus errores, y piensan que esa condición es imposible de cambiar, en tanto que aquellos sujetos que son resilientes, no se dejan abatir por los problemas o derrotas iniciales, sino que se preguntan –y se auto cuestionan– acerca de qué es lo que hicieron mal, para de inmediato ponerse a trabajar en la búsqueda de la solución al error. Por lo tanto, usted haga un autoanálisis y tome nota de cuáles son las cosas (o insultos) que usted se dice a sí mismo cuando se equivoca, y si es de aquellas personas que se “auto agreden”, entonces cambie lo antes posible esa pauta negativa.

La sugerencia final de este escrito, es la más sencilla de todas: repase regularmente todos estos pasos hacia la superación de los traumas y adversidades emocionales, por cuanto, resulta imposible esperar que la resiliencia actúe o trabaje en “piloto automático” (o por cuenta propia), ya que se trata de una cualidad que requiere ser cultivada, día tras día, y eso significa mostrar perseverancia, tener fuerza de voluntad y estar dispuesto a trabajar duro, por cuanto, el éxito en la vida no reside, exclusivamente, en vencer y salir siempre victoriosos, sino que en no darse nunca por vencidos, teniendo muy presente, que el futuro lo moldea y lo construye usted mismo(a).
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