CCU: El fantasma que duele en el alma de Osorno

Caminar por Los Carrera hoy es encontrarse, casi frente al Terminal de Buses, y, curiosamente, a un costado del Cementerio Alemán, con una “CCU sede Osorno” abandonada.

Son casi las nueve de la noche y, efectivamente, esa bruma fría se levanta hasta los pasadores de los zapatos. La noche no logra tapar lo que se ve desde un portón que clausura su acceso de todas las formas posibles. Enlatado oxidado, musgo, polvo que supera cualquier tolerancia. Y tanta gente que no logra entender porqué fue que CCU decidió abandonar a la ciudad que le brindó tanto afecto. ¿Afecto a una empresa? Sí. La respuesta es rotunda, Osorno logró un apego tan especial con la cervecera como si se tratase de una marca surgida en sus tierras. Probablemente, BancoOsorno o la lechera CALO no consiguieron tanto aprecio masivo como la CCU.

El historiógrafo Guillermo Sáez Eickhoff hace un refresco a propósito de una serie coleccionable de latas de cerveza Cristal recientemente lanzada al mercado. Allí, Osorno es retratado como una de las “grandes ciudades cerveceras de la historia nacional”. Sáez, en su artículo “Siglo XIX: Los alemanes inician el boom cervecero en la zona”, hace un recorrido por la trayectoria de la introducción de la cerveza como elemento distintivo de la producción de la zona, con eje en el territorio osornino, e indefectiblemente llega a una alusión a CCU.

Hoy, ese abandono de la empresa que Osorno adoptó como propia, permite que florezca un paisaje de múltiples emprendimientos menores de cervezas artesanales, abarcando las regiones de Los Ríos y Los Lagos, casi en su totalidad. Ya la malta con huevo no es una tradición, eso se va desprendiendo del alma local, como quien quiere salir de una depresión.

Osorno es especial. Tan especial como la única ciudad que no cae en una amnesia que impregna a todo el mundo. Tan especial como quien sigue llorando la pérdida de un ser querido; por gratitud. Por amor e incondicionalidad. Eso llegó a ser CCU en el alma de los osorninos.

Hoy, las abandonadas instalaciones de Los Carrera, a sólo cinco cuadras de la plaza, se levantan como un fantasma y un recordatorio de un dolor histórico.

HERIDA ABIERTA

Y es que Osorno no supera esa punzada sobre el corazón del cierre de una planta donde los osorninos aseguraban que se hacía “la mejor de las cervezas” gracias a la pureza del agua de los pozos profundos que la abastecían. Por décadas, la Compañía de Cervecerías Unidas fue un símbolo de las fortalezas que se encontraban en la zona, con centro neurálgico en la capital provincial. Contar con la CCU era para la comunidad osornina como hablar de un vestido puramente blanco para una novia; había una asociación indestructible.

Aubel, Albercht, Alt, son algunos de los apellidos que el historiógrafo Guillermo Sáez recuerda como parte de la pléyade de alemanes que hicieron de la cerveza un elemento simbólico que ayudaba al sentido de pertenencia e identidad del pueblo de Osorno, con sus emprendimientos en base al arduo trabajo, la dedicación y el deseo de ofrendar una alternativa más al comercio de la población, a fines del Siglo XIX. Más bien descrito, del territorio que se sigue asociando a Osorno, desde buena parte de la actual Región de Los Ríos hasta el sur de la provincia osornina. Y todo ese legado, ancestral, si consideramos que aquella producción con tanto biso artesanal no era otra cosa que la transferencia de un aprendizaje familiar cultivado en el centro de Europa hasta este “nuevo mundo”, fue tomado por la CCU.

El fin de semana recién pasado, la página de Facebook “Osorno, décima región de Los Lagos, Chile”, recordaba una fotografía publicada en 1940 por la prestigiada revista internacional Life, donde el edificio de CCU Osorno aparecía reseñado como lo que era: un ícono de una ciudad chilena pujante en cuyos alrededores vivían sus trabajadores, en una verdadera ciudadela cervecera tan representativa de nuestro sur como la actividad agrícola.

DE TRIPLES Y GOLES

La irrupción de CCU fue bien recibida al punto que se le reconoció como digna depositaria de la tradición cervecera iniciada en el siglo XIX. Tanto así que se puede señalar que la marca nacional generó encariñamiento, recíproco por cierto. En un plano que no siempre se liga, es relevante tomar en consideración que el deporte –permanente polo de desarrollo y sustrato basal de la identidad local- fue tocado de una manera determinante por “SU” CCU. A principios de los años 80, los Globetrotters tenían un correlato en el ámbito chileno, bajo el nombre de Malta Morenita con el cual Osorno logró un protagonismo estelar en el concierto del básquetbol chileno.

Los “cerveceros” eran sinónimo de Osorno. No hay estadística que lo pueda comprobar, probablemente, pero en la ciudad la malta con huevo era una tradición, y, a la vez, una forma de tributar con gratitud a una fábrica que no solamente tenía en Los Carrera una sucursal, sino un punto de excelencia. En el lenguaje flagrantemente tendencioso de otras comunidades, diríamos que la capital de CCU era Osorno.

En 1986, Malta Morenita, con toda su gloria de ser el elenco cestero que brindaba espectáculos surrealistas, disputaba una final con el poderoso quinteto de Universidad Católica. Hubo que jugar un desempate en Talca, y allí sucumbió el querido cuadro de Malta. Tres años después, la dirección zonal de CCU anunciaba que el equipo de las fantasías en los aros de cada parquet del país donde se jugase Dimayor y Ligasur llegaba a su fin. Inesperado y, sobre todo, doloroso para esos hinchas que incluso guardaban botellas y latas vacías como forma de veneración con su club.

Una última acción del elenco que lució uniformes enteros en blanco y amarillo fue apoyar a Provincial Osorno, el cuadro futbolero de la ciudad –mismo que llegó a la Copa Sudamericana en 2003-. Y el Provi, los “Toros”, tuvieron, años después a otro producto de la compañía como auspiciador central: Cerveza Cristal. Y fueron los mejores años de Provincial Osorno, pellizcando una liguilla para Copa Libertadores. Toda fotografía que se pueda googlear así lo refleja.

Osorno ha sido materia de análisis profundos y observaciones a la pasada. Pero ser especial no significa ser menos, muy por el contrario, hoy por hoy la diferenciación es una ventaja comparativa, pero eso a nivel global, quizás en Chile siga siendo un asunto que incomoda cuando lo que se busca es la “normalidad” que dictan quienes se consideran dueños de ella.

En Osorno el clima también ha cambiado. Antes, desde marzo la población se sometía a diluvios constantes, hasta septiembre. El “18” marcaba el inicio de un cambio en el calendario. Pero los osorninos se fueron acostumbrando a menos hostilidad; al menos por parte de los pronósticos climatológicos.

El primer miércoles de mayo de 2017 encuentra a Osorno pasando de a poco de otoño a invierno. Siguen las tardías hojas de los árboles cayendo, reposadamente sobre los retazos verdes, que, afortunadamente, aún abundan sobre la ciudad. Y Los Carrera no es diferente a esa panorámica, pero con un adicional, sobre esa calle –ruta tradicional del paso del transporte de buses que llegan a la urbe sureña- se levanta una pequeña neblina por las noches, la que cubre los pies de los transeúntes.

En esa misma calle vive desde hace dos décadas un fantasma. Un dolor histórico. ¿Su nombre? Una sigla conocida, rápidamente aprendible, muy asociada a los buenos momentos: CCU.


Por:
Cristián Baschmann Muñoz
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