El ocaso de la vida

Por: Hugo Pérez White. La vejez es una etapa de la vida a la que muchas personas quisieran llegar como parte de su existencia, pero, sin las enfermedades propias del largo camino recorrido que dejan sus huellas en el ser humano, ocasionando serios problemas para quienes la padecen y también para su entorno familiar que indirectamente sufren las consecuencias de ese dolor.

Cuando se ha tenido un proceso biológico relativamente feliz y sin grandes altibajos en la infancia, adolescencia y adultez matizado por el estudio, el trabajo, el amor bien correspondido y un hogar por quien luchar, el tiempo parece detenerse y no nos damos cuenta cuando las campanadas de media noche anuncian que el sueño ha terminado y recién nos percatamos que hay que darle una mirada a la cruda realidad.

El carruaje engalanado de flores desaparece y los corceles se convierten en juguetones ratoncillos y los árboles dejan caer sus hojas anunciando que el otoño ha llegado.-

La ilusión de las luces brillantes, que se veían juguetear a lo lejos, dejaron de hacernos un guiño cariñoso en las noches de jolgorio y las bellas melodías que invadían las calles rasguñando acordes estridentes de sus violines trasnochados, se apagan lentamente hasta perderse en el horizonte y se esconde junto al sol para tomarse de la mano con la luna que aparece como la reina de la noche mostrando su albo y radiante traje de novia inmaculada y con la suavidad de su voz nos invita a dormir en paz.-

Así pasa el tiempo, raudo y vertiginoso y sin darnos cuenta el conteo regresivo llega a nuestro camino y ya no tenemos el tiempo necesario para programar lo que se avecina.-

Mientras algunos mueren, otros nacen para que el mundo siga su curso, girando y girando sin detenerse jamás.-

¿Hasta cuándo…? No lo sabremos y sin darnos cuenta de esta realidad cierta, nunca le hacemos caso a los designios de Dios y nos dejamos embaucar por esta fantasía que llamamos vida.-

Cada mañana al despertar y el sol penetra con sus rayos entre las ventanas, nuestras manos se entrecruzan para canalizar esa energía y nos predispone a caminar por las apacibles calles del universo, oteamos el horizonte como queriendo alcanzar el arco iris que se pega en el cielo en una tarde invernal y no alcanzamos a percibir que es sólo una ilusión óptica, pero, no por eso menos valedera y tratamos de conquistar y juguetear con sus alegres colores como si fuera un cadencioso violín que emite hermosas melodías en cada arcada que el artista da a sus cuerdas.-

La vejez va llegando silenciosamente y ahora en el recodo del camino nos aprontamos a esperar resignadamente el final de la vida, en paz y tranquilidad espiritual.-
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