Un superpoder entre nosotros: el poder de combatir el abuso de menores
Es necesario y urgente hacer un llamado a la empatía acerca del cuidado y protección de los más pequeños de nuestros campamentos, y para ello hoy quisiera hablar sobre el concientizar y educar frente al abuso. El abuso no sólo es el “contacto” físico con un menor, ya que existen formas de abuso aun más silenciosas como es el exponerlos a material pornográfico o a presenciar actos que simplemente no son aptos para su edad.
Resulta que la gravedad del abuso reside principalmente en que (a diferencia de la violación) no puede ser detectado mediante exámenes físicos, por lo tanto la única forma de averiguar si existe o existió es mediante la confesión del menor; confesión en el sentido de secreto ya que a todas luces no podemos imputarles a ellos la culpa perteneciente a mentes desviadas.
Hay una importancia tremenda bajo toda esta temática, porque si evitamos que un niño sea abusado, automáticamente evitamos el nacimiento de un “potencial” abusador, ya que sabemos que la mayoría de los abusadores han sido víctimas de abuso en su niñez.
Sin embargo no todo es desesperanza. Existen ciertas alertas y alarmas que nos permitirán detectar la presencia de este mal, como por ejemplo, cambios bruscos de comportamiento, bajo rendimiento académico, “dolor de estómago recurrente” (generalmente cuando saben que deben acercarse al abusador), etc. Pero, a pesar de estas alertas, la clave de la prevención y detección de este mal es entender que ¡los niños no mienten! Si, leíste bien. Los niños no mienten, fantasean o imaginan, pero siempre respecto a lo que ellos conocen, por ende jamás podrán “inventar” partes del cuerpo que no conocen o reproducir “conductas” que nunca han visto.
Ahora bien, todo este tema del abuso dejó de ser una inquietud para mí (y pasó a ser una obligación) cuando el pasado 5 de octubre “desapareció” uno de nuestros niños del Campamento Por Un Futuro Mejor III por un lapsus no mayor a 20 minutos.
Todo esto es real. Existen pequeños indefensos que ven arrebatada su inocencia bajo amenazas -si hablan muere su mamá o su perrito-. Esto no debe ser así, no permitamos que sea así, en nuestras manos está el hacer algo al respecto.
Enseñemos que decir “no” no es malo, enseñemos que hay gente buena y mala, que no se debe hablar con desconocidos ni aceptar regalos de ellos y, principalmente, que cuando les digan que algo es secreto es porque es malo, ya que uno jamás se avergüenza de lo bueno.
El caso de nuestro pequeño de PUFM3 tuvo un final feliz. El niñito apareció gracias a la rápida búsqueda de los voluntarios y los pobladores del campamento. Sin embargo, apareció a 6 cuadras de su casa. Demasiado luego, pues nunca sale solo.
A mi juicio el agresor se arrepintió (o al menos eso quiero creer). Lo más grave es que nuestro niño tiene una discapacidad, razón por la cual no escucha y prácticamente no habla. Es por esto, cuando le preguntamos con quién se fue nos apuntó a todos desconcertadamente buscando a la persona, porque claramente este no estaba entre nosotros.
En conclusión, el objetivo de esta columna es hacer un llamado a la empatía, a verte a ti mismo como cuando eras pequeño. Recordar como pensabas y como confiabas muchas veces ciegamente en los adultos y a imaginar cuanto te gustaría que alguien pudiese cuidarte o evitarte un sufrimiento. Frente a esto te tengo dos noticias; una mala y una buena. La mala es que probablemente que la concientización y prevención al interior de nuestros campamentos, no sea suficiente para hacer desaparecer el abuso del mundo. Pero en cambio, la buena noticia es que podemos intentar ser superhéroes que venzan a este monstruo horrendo llamado “abuso de menores”. A lo mejor no los vamos a salvar a todos, pero aunque salvemos a 1 niño es más que suficiente, además si cada uno de nosotros salva a un niño la sumatoria se vuelve potente.
Yocelyn Julian
Coordinadora de comunicaciones Osorno
TECHO-Chile en Los Lagos
Resulta que la gravedad del abuso reside principalmente en que (a diferencia de la violación) no puede ser detectado mediante exámenes físicos, por lo tanto la única forma de averiguar si existe o existió es mediante la confesión del menor; confesión en el sentido de secreto ya que a todas luces no podemos imputarles a ellos la culpa perteneciente a mentes desviadas.
Hay una importancia tremenda bajo toda esta temática, porque si evitamos que un niño sea abusado, automáticamente evitamos el nacimiento de un “potencial” abusador, ya que sabemos que la mayoría de los abusadores han sido víctimas de abuso en su niñez.
Sin embargo no todo es desesperanza. Existen ciertas alertas y alarmas que nos permitirán detectar la presencia de este mal, como por ejemplo, cambios bruscos de comportamiento, bajo rendimiento académico, “dolor de estómago recurrente” (generalmente cuando saben que deben acercarse al abusador), etc. Pero, a pesar de estas alertas, la clave de la prevención y detección de este mal es entender que ¡los niños no mienten! Si, leíste bien. Los niños no mienten, fantasean o imaginan, pero siempre respecto a lo que ellos conocen, por ende jamás podrán “inventar” partes del cuerpo que no conocen o reproducir “conductas” que nunca han visto.
Ahora bien, todo este tema del abuso dejó de ser una inquietud para mí (y pasó a ser una obligación) cuando el pasado 5 de octubre “desapareció” uno de nuestros niños del Campamento Por Un Futuro Mejor III por un lapsus no mayor a 20 minutos.
Todo esto es real. Existen pequeños indefensos que ven arrebatada su inocencia bajo amenazas -si hablan muere su mamá o su perrito-. Esto no debe ser así, no permitamos que sea así, en nuestras manos está el hacer algo al respecto.
Enseñemos que decir “no” no es malo, enseñemos que hay gente buena y mala, que no se debe hablar con desconocidos ni aceptar regalos de ellos y, principalmente, que cuando les digan que algo es secreto es porque es malo, ya que uno jamás se avergüenza de lo bueno.
El caso de nuestro pequeño de PUFM3 tuvo un final feliz. El niñito apareció gracias a la rápida búsqueda de los voluntarios y los pobladores del campamento. Sin embargo, apareció a 6 cuadras de su casa. Demasiado luego, pues nunca sale solo.
A mi juicio el agresor se arrepintió (o al menos eso quiero creer). Lo más grave es que nuestro niño tiene una discapacidad, razón por la cual no escucha y prácticamente no habla. Es por esto, cuando le preguntamos con quién se fue nos apuntó a todos desconcertadamente buscando a la persona, porque claramente este no estaba entre nosotros.
En conclusión, el objetivo de esta columna es hacer un llamado a la empatía, a verte a ti mismo como cuando eras pequeño. Recordar como pensabas y como confiabas muchas veces ciegamente en los adultos y a imaginar cuanto te gustaría que alguien pudiese cuidarte o evitarte un sufrimiento. Frente a esto te tengo dos noticias; una mala y una buena. La mala es que probablemente que la concientización y prevención al interior de nuestros campamentos, no sea suficiente para hacer desaparecer el abuso del mundo. Pero en cambio, la buena noticia es que podemos intentar ser superhéroes que venzan a este monstruo horrendo llamado “abuso de menores”. A lo mejor no los vamos a salvar a todos, pero aunque salvemos a 1 niño es más que suficiente, además si cada uno de nosotros salva a un niño la sumatoria se vuelve potente.
Yocelyn Julian
Coordinadora de comunicaciones Osorno
TECHO-Chile en Los Lagos