La Verdad ya no es parte de nuestra convivencia diaria y está colaborando con la escalada violentista

La verdad es una premisa de vida y un valor para formar parte de un conglomerado social donde todo lo que se hace o dice, debería ser veraz para que las relaciones humanas funcionen adecuadamente.

Quisiéramos que las enseñanzas impartidas en las aulas escolares hubiesen llegado a buen destino y de ello no cabe la menor duda, pero, algo debe haber pasado en el camino que esta siembra no dio los frutos esperados y hoy podemos constatar que nuestra sociedad está asediada por la violencia, los malos tratos, la drogadicción y la desconfianza mutua en nuestras acciones diarias y en los compromisos contraídos y basta dirigir nuestras miradas a los tribunales de justicia que a diario reclaman que las causas aumentan día a día, amontonados en los pupitres de los funcionarios buscando justicia mientras afuera en las calles del país, una caldera está en constante ebullición a la espera de que explote en cualquier momento.

Los hechos que se suscitan a diario y que la prensa se encarga de expandirlos a todos los rincones de la sociedad nos impactan por su crudeza y frialdad para cometerlos y con estas acciones de fuerza física y verbal demuestran lo contrario de lo que se nos ha enseñado por años en las escuelas y nuestros hogares y no nos damos cuenta cómo miles de hogares se han destruido o se están desmembrando cada día más y desgraciadamente seguirán haciéndolo en una escalada sin fin, siendo la causa intrínseca la pérdida de la verdad que les hace perder la fe que los unió para siempre.

Cuando se comete un delito, la comunidad se siente conmovida y la credibilidad ciudadana se debilita.

Si los malhechores son habidos, se supone que éstos deben serán sancionados con el máximo rigor que la ley indica, pero, ellos siguen blandiendo por los aires su inocencia y más pronto que tarde, vuelven nuevamente a sus andadas, confirmando la tesis, que el valor de la verdad ha perdido consistencia y efecto, aflorando la ley del más fuerte, del más solvente, del más locuaz, del más hábil y del que hace de la mentira, su mejor arma defensiva porque les permite sobrevivir en esta selva plagada de ciudadanos contaminados con la delincuencia y la drogadicción.- Varios periodistas han sido víctimas de alevosos ataques por enfurecidos pobladores que han hecho peligrar sus vidas y les han destruido sus elementos de trabajo recibiendo improperios de grueso calibre, sólo por publicar en sus medios, hechos que acontecen en la vida diaria para que su público, al cual se deben, estén debidamente informados, aunque a algunos grupos o personas les moleste o no les guste.

Los periodistas sólo trabajan para tener a la opinión pública informada del acontecer diario y mostrar las veleidades del ser humano y los cambios conductuales que se experimentan en un momento dado, con las nefastas consecuencias que a diario estamos presenciando.

Sin embargo no son bienvenidos en los lugares de corrupción ya que los implicados no quieren que sus rostros sean reconocidos por la comunidad, ni que sus nombres sean manchados en su aparente respeto a las leyes y la sana convivencia nacional.

¿Es el Chile que queremos para nuestros, hijos, nuestros nietos y todos los niños que vendrán en el futuro?


Hugo Pérez White
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