¿El esfuerzo o el talento? ¿Qué prevalece y prima más?

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservcios.cl
Académico e Investigador (UACh)

“El esfuerzo sin talento es una situación deprimente, pero el talento sin esfuerzo es una verdadera tragedia” (Coach Mike Ditka).

“La grandeza no se trata del talento, sino que del esfuerzo”

Una serie de estudios que fueron llevados a cabo en Estados Unidos, Suecia, Inglaterra y en Alemania han demostrado que a la hora de conseguir resultados exitosos en una determinada disciplina, la clave principal para lograrlo –para sorpresa de muchas personas– reside en la perseverancia y en el esfuerzo que pone un sujeto, más que en el hecho de poseer talento o algún tipo de habilidades innatas y/o especiales.

En algunos de estos sujetos exitosos se ha detectado que alrededor del 25% del rendimiento alcanzado lo aporta el talento del individuo, mientras que el 75% restante va a depender de una serie de otras variables, tales como por ejemplo las características de personalidad de la persona, el esfuerzo que aporta el sujeto y si tiene, o no, algo de… suerte.

Uno de los psicólogos más prestigiosos de Estados Unidos, el Dr. Martin Seligman, señala desde el Centro de Psicología Positiva de la Universidad de Pensilvania, que más que enfocarse en “detectar las habilidades y talentos naturales de las personas, los padres deberían dedicarse a fortalecer en sus hijos pequeños la perseverancia y el coraje para alcanzar sus metas”.

Seligman, junto a la Dra. Angela Duckworth, llegaron a esta conclusión luego de dedicarse a estudiar y analizar a cientos de personas consideradas por su entorno como “triunfadores”, en relación con los cuales, ambos investigadores coincidieron en un hecho que no se podía negar: un grupo de estas personas eran brillantes, ambiciosas y perseverantes, sin embargo, entre este grupo de sujetos había muchos otros que no eran genios, pero en lugar de eso, eran ferozmente perseverantes.

Ambos investigadores decidieron llamar “coraje” o “firmeza de carácter” (“grit” en inglés) a este tipo de tenacidad, una tenacidad que no se detiene ante los diversos obstáculos o dificultades que se le van presentando en el camino a un determinado individuo.

Esta tenacidad ya había sido estudiada por otro psicólogo, el Dr. Louis Terman, quién se dedicó a estudiar a cientos de niños superdotados, descubriendo que era la perseverancia aquello que diferenciaba a los sujetos exitosos de aquellos que fracasaban. Otro investigador que ha estudiado el talento natural durante las últimas décadas, es el Dr. Joseph Renzulli de la Universidad de Conneticut, quién identificó tres elementos que garantizan el éxito: el compromiso con las metas propuestas (equivalente a perseverancia y trabajo duro), la creatividad y el talento.

En este sentido, Renzulli es muy claro: las capacidades cognitivas no garantizan en absoluto el éxito en la vida de una persona. De acuerdo con Renzulli, uno de los factores que sí sería clave en que un determinado niño tenga éxito en la vida, es la pasión que el menor demuestre hacia un campo del conocimiento específico, en función de lo cual, este científico invita a los padres a “exponer” a sus hijos a las más diversas y variadas disciplinas y áreas del conocimiento en la confianza que por intermedio de este ejercicio práctico los niños descubran por sí mismos qué es lo que más los apasiona.

La pregunta resultante es ¿por qué razón, se estima y aprecia más el talento que la perseverancia de una persona? Probablemente, porque existen muchos “mitos históricos” acerca del talento, mitos y leyendas que se focalizan, engrandecen y se centran exclusivamente en el “momento maravilloso del acto creativo”, pero nunca toman en consideración el contexto en el cual se dio ese espléndido chispazo de inspiración.

Un ejemplo clásico del anecdotario histórico, es la brillantez y genialidad detrás del invento de la ampolleta realizada por el inventor Tomas Alba Edison, pero nadie pone en evidencia que detrás de ese invento hubo varios cientos de intentos fallidos, tanto así, que Edison señaló que no “fueron mil intentos fallidos, sino que fue un invento de mil pasos”. Incluso se le atribuye al mismo Edison haber dicho que “detrás del genio hay un 10% de inspiración y un 90% de transpiración”. (Dicho sea de paso, la historia señala, que el alumno Tomas Alba Edison fue considerado por sus profesores como un estudiante con algo de “retardo mental” y con problemas de aprendizaje, siendo expulsado del colegio al cual asistía, en función de lo cual, tuvo que seguir estudiando en su casa guiado por su madre. ¿Qué tal?).

Ahora bien, para ser justos con otros célebres personajes de la historia, esta misma frase, pero con leves variaciones, ha sido atribuida al músico y compositor Ludwig van Beethoven, al político, científico e inventor Benjamin Franklin, al pintor y escultor cubista Pablo Picasso, al músico y compositor Igor Stravinsky, entre otros. La frase de Stravinski era: “5 minutos de inspiración y 95 minutos de transpiración”.

Otro caso de una persona que se destaca por el talento innato, es el de Wolfgang Amadeus Mozart, un compositor y pianista austríaco, quién con apenas cinco años de edad mostró no sólo una capacidad prodigiosa en el dominio de instrumentos musicales como el violín y el teclado, sino que también en el arte de la composición musical. De Mozart se dice que “veía en su cabeza las partituras de sinfonías completas”, pero en ninguna parte se aclara, que en su diario de vida, Mozart escribe que después de ese momento inspirador, él debía trabajar meses refinando y afinando sus piezas musicales antes de verlas terminadas. Es decir, aquí advertimos nuevamente, que la tenacidad y la perseverancia feroz se apoderaban de este músico, en su objetivo de entregar su música maravillosa a la humanidad.

Algo muy parecido se puede decir del gran físico de origen judío alemán, Albert Einstein, quién, no siendo considerado por sus profesores como un estudiante destacado, luego de años de trabajo silencioso, esforzado y concienzudo consiguió develar los secretos del tiempo y del espacio, ganando el Premio Nobel de Física en el año 1922, a los 43 años. En una de sus frases más conocidas, Einstein consigna lo siguiente: “No tengo un talento especial. Sólo soy apasionadamente curioso”.

De acuerdo con investigadores suecos, quienes también se han dedicado a estudiar y a debatir acerca de la vinculación entre el talento y el esfuerzo, ellos señalan que sobre una cierta cuota de talento, se requiere un significativo número de horas de práctica, en función de lo cual, según el psicólogo Anders Ericsson, la regla indicaría que se necesitan alrededor de 10.000 horas de práctica para destacar en alguna disciplina, especialmente si se trata de música y deportes (aún cuando no exclusivamente), cifra que se aplicaría, por ejemplo, a diversos deportistas famosos: casos de Tiger Woods, el muchas veces campeón de golf que comenzó a practicar este deporte desde muy niño a instancias de su padre. O el caso de André Agassi, el tenista al que no le gustaba el tenis, pero quién al ver cómo mejoraba su desempeño con los años de práctica, se apasionó por este deporte. También está el caso del ajedrecista Bobby Fischer, quién tras nueve años de práctica intensiva se convirtió a los 18 años en uno de los grandes y más jóvenes maestros del ajedrez, convirtiéndose a los 29 años en campeón mundial de esta disciplina.

Después de haber revisado la información disponible, de aquello de lo que podemos estar seguros, es que los ingredientes del éxito son una combinación armónica de talento, esfuerzo individual (o trabajo duro), motivación personal (o presencia de un fuerte deseo) y la determinación (o fuerza mental) con la que un sujeto específico enfrenta sus retos y desafíos. Del tipo que éstos sean.

Fuente: flotitoc@gmail.com
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