El estrés y su alta capacidad destructiva sobre el sistema inmunológico

Dr. Franco Lotito C.
www.aurigaservicios.cl
Académico e investigador (UACh)

Por oposición al eustrés (o estrés positivo), el distrés (o estrés perjudicante o invalidante) se traduce, en forma habitual, en una fuente de displacer y se relaciona directamente con todo aquello que nos provoca una sensación poco placentera, desgastadora y altamente desagradable, tanto física como mentalmente.

Este tipo de estrés negativo produce una sobrecarga de tensión que no alcanza a ser asimilada por el organismo, situación que, eventualmente, desencadena un desequilibrio fisiológico y psicológico que finaliza con altos niveles de ansiedad y angustia, agotamiento extremo de la persona (o burnout), una baja notable en el desempeño personal, un sistema inmunológico muy afectado y deprimido, la aparición de diversos trastornos y enfermedades psicosomáticas, y de un proceso de envejecimiento acelerado. Y un dato que hasta ahora no había podido ser probado científicamente: el estrés puede ser un factor generador de cáncer, tanto así, que algunos autores señalan que el estrés sería uno de los “alimentos” preferidos del cáncer (Xu, Pastor-Pareja y Wu, 2010).

Así por ejemplo, tener un accidente automovilístico grave, experimentar la muerte de un ser cercano y querido, el ser despedido en la empresa y quedar cesante, desempeñar un trabajo altamente insatisfactorio, estar sobre endeudado, tener un jefe tóxico, sufrir experiencias de mobbing o matonaje por parte de los jefes y compañeros de trabajo, vivir en un medio ambiente contaminado, estar inserto en una sociedad en donde conviven la delincuencia y la inseguridad, observar la corrupción de funcionarios de gobierno y parlamentarios, mantener una relación de pareja insalubre, violenta o venenosa, etcétera, son fuentes directas y seguras de alto nivel de distrés, ya que las personas experimentan una sensación de impotencia y frustración ante un horizonte que se ve obscuro y sin muchas esperanzas, donde nada pinta bien y todo puede fallar.

Cuando se producen períodos largos de distrés –enfermedad grave prolongada, perder el empleo y no poder conseguir otro, experimentar disgustos y problemas frecuentes al interior de la familia, etc.–, los niveles elevados de hormonas como el cortisol, epinefrina, norepinefrina, adrenalina y noradrenalina destruyen y/o reducen en forma notable la capacidad de defensa de algunas de nuestras células sanguíneas, conocidas como las asesinas naturales o células T. Estas células linfocíticas, son las responsables de mantener activo nuestro sistema inmune.

Lo que sucede, es que al inhibirse la actividad de las células T, los gérmenes de las enfermedades presentes en el ambiente y en nuestro cuerpo (virus, bacterias, hongos, etcétera) tendrán una mayor posibilidad de atacar con éxito a nuestro organismo, provocándole diversas enfermedades con carácter grave.

La función principal del sistema inmune consiste en identificar y eliminar las substancias extrañas y dañinas que entran en contacto con el cuerpo. El antígeno, por ejemplo, al ser introducido en el organismo da lugar a la formación de anticuerpos, debido a que el sistema inmunológico lo reconoce como una amenaza, determinando, en consecuencia, una reacción de tipo inmunitaria o anafiláctica. (Este último concepto, se relaciona con el aumento de la sensibilidad del organismo respecto de una substancia determinada, por la penetración en el cuerpo de una dosis anterior de dicho elemento, que incluye a las toxinas virales, las bacterias, los parásitos, insectos y hongos).

El sistema inmune se compone de un conjunto de células que se originan en la médula ósea, que posteriormente se van concentrando en distintos órganos como el bazo, el timo, los órganos linfáticos periféricos y los ganglios linfáticos. En algunas ocasiones, el funcionamiento inmune apropiado puede revelarse contra el propio organismo (dando origen a las enfermedades autoinmunes), como un fracaso en reconocer los marcadores propios y atacar los tejidos del propio organismo. Diversos estudios, han demostrado de manera inequívoca, la fuerte y determinante influencia del estrés psicosocial y del estado de ánimo de las personas –en particular de la depresión– en el sistema inmune.

En este sentido, es importante consignar, que un trastorno como la depresión, especialmente en las padres, tiene una alta repercusión emocional en los hijos de la pareja, ya que éstos se sienten prácticamente abandonados por el padre o la madre que está viviendo un cuadro depresivo y, simplemente, no disponen ni siquiera de la suficiente energía, ni motivación para cuidarse a sí mismas.

Por otra parte, el sujeto afectado por un cuadro de estrés prolongado puede caer en una especie de “hoyo negro”, profundo y sin salida. Este hoyo negro humano, del cual muchas veces resulta difícil “jalar” a la persona para que salga de él, se podría decir, que es similar al que se observa en los estudios de astrofísica: un orificio voraz, que todo lo absorbe y no deja escapar al espacio ni un solo haz de luz ni de esperanza. En estos casos, la vulnerabilidad del individuo se hace patente, y es lo que más tarde lleva a los estados tensionales y a trastornos severos de angustia, para caer posteriormente en estados depresivos y, eventualmente, también en la muerte. No es, entonces, un tema como para tomarlo a la ligera.

Llegados a este punto, se hace necesario establecer, que la diferencia entre uno u otro tipo de estrés, no se relaciona tanto con la naturaleza objetiva del fenómeno en sí, sino que más bien, con dos hechos, que sí están vinculados entre sí, a saber: cómo los percibe el sujeto afectado, y cómo repercute o se produce la resonancia (o particularidad personal) en él.

Señalemos finalmente, que cuando las personas comienzan a tener dificultades con su sistema inmune, paralelamente con comenzar de inmediato a combatir las fuentes de estrés que están afectando a dichos individuos, también se hace necesario que tomen una serie de medidas de protección y/o prevención: (a) evitar relaciones interpersonales que sean insanas, dañinas o inadecuadas, (b) en la medida de lo posible, cambiar de trabajo, si esa es la fuente de distrés, (c) realizar actividades placenteras y que entreguen momentos de alegría y satisfacción personal, (d) practicar algún deporte o actividad física que permita descargar tensiones, rabias y molestias, (e) cuidar la alimentación y aumentar la ingesta de ciertos elementos que fortalezcan el sistema inmune, a través de una dieta equilibrada.

Fuente: flotitoc@gmail.com
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