El Narcisismo Maligno: su influencia negativa y perversa en las decisiones políticas

Dr. Franco Lotito C. – Académico e Investigador (UACh) www.aurigaservicios.cl



“Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo, pero con sus hechos y actos lo traicionan” (Benito Juárez, 1870, Presidente de México).

El trastorno narcisista con carácter maligno está considerado como una alteración grave de la personalidad, que genera un cierto nivel de discapacidad cognitiva en relación con la vida personal, laboral y afectiva de aquellos sujetos que lo padecen, así como también por el hecho de producir severas dificultades en las relaciones interpersonales con otros individuos, una de cuyas principales manifestaciones en este último ámbito, es la incapacidad de escuchar y prestar atención a los interlocutores de turno, por inteligentes y capaces que éstos sean. Esta deficiencia, es especialmente sensible, cuando el sujeto que la padece adquiere poder político, económico, religioso o militar, con las graves consecuencias que ello puede tener en el ordenamiento interno de una nación.

De acuerdo con el Dr. Otto Kernberg, experto psiquiatra de origen austríaco en el ámbito de los trastornos de personalidad, estas personas presentan lo que se ha dado en denominar como “hipertrofia del Yo” o una suerte de “hidrocefalia psicológica”, es decir, sujetos que presentan un ego gigantesco y que sienten la necesidad de convertirse en el centro de la atención, de ser únicos y de ser individuos que tienen una autoestima a “prueba de bombas”, no obstante su incapacidad para tomar decisiones que sean acertadas, o de mostrar logros que ameriten la atención y el reconocimiento sincero y objetivo de quienes los rodean.

Algunos de los principales síntomas que caracterizan a los sujetos afectados por este trastorno son los siguientes:

1. Grandioso sentido de auto-importancia: tendencia a exagerar sus logros y capacidades, las que, en estricto rigor, no se ven reflejadas en la realidad. Presencia, asimismo, de un sentimiento exagerado de ser alguien “especial” al que nadie debería contradecir, por estar dotados de un talento superior al de las demás personas, “imagen” que, por cierto, no se condice con aquello que muestra el sujeto.

2. Presentan una serie de comportamientos o actitudes claramente arrogantes o con carácter de soberbias: actúan y toman decisiones sin medir las consecuencias y sin consultar a nadie, porque piensa que ellos son infalibles y, en consecuencia, no expuestos a cometer errores. Dado el hecho, de que se consideran “especiales” y “únicos”, piensan que sólo pueden ser comprendidos por otras personas que ellos consideren “especiales”, o bien, que tengan un alto status.

3. Presencia de rasgos asociados a la mitomanía: existe un cierto gusto y atracción por la mentira, lo cual los lleva a prometer el cielo, el mar y la tierra a quienes los escuchan con tal de conseguir sus objetivos, para luego olvidarse completamente, en una suerte de ataque de amnesia de todas las promesas hechas, siendo muy propensos a las “vueltas de carnero”, borrando con el codo aquello que escribieron con la mano.

4. Incapacidad de autocrítica: su egomanía y egocentrismo los enceguece y les impide ver sus falencias, incompetencias e ineptitud, mostrando una clara tendencia a la victimización y de ser objetos de la envidia y maldad de “los otros”. Nunca asumen responsabilidades de ningún tipo, sean éstas de tipo personal, política, social o económica, por cuanto tienen una incapacidad patológica para reconocer los errores cometidos y asumir la responsabilidad. Y cuando estos errores se producen son, precisamente, “los otros” los causantes del error, pero nunca ellos, en cuyo caso, niegan el haber estado al tanto de los hechos o de haber tenido conocimiento de los sucesos que condujeron al descalabro.

5. Muy pretenciosos: muestra la convicción personal de que “los otros” –y el mundo entero– deben adaptarse a ellos, así como a sus normas, directrices y decisiones, por malas, erradas o impresentables que éstas sean. Muestran expectativas irrazonables de recibir un trato especial y que se cumplan todos sus deseos sin oposición. (El fundamento que utilizan es muy simple: “Porque yo lo digo” o “Porque yo lo quiero así”).

6. Falta de empatía: si bien fingen “interés” y “preocupación” por quienes los rodean, en las personas afectadas por este trastorno existe una cierta incapacidad para experimentar –aunque sea de manera transitoria– el estado emocional de las otras personas, tanto así, que este tipo de sujetos son capaces de molestarse y enfurecerse si el “evento doloroso del otro” lo afectase o llegara a entorpecer su propio bienestar.

7. Ausencia de culpa (o conciencia) respecto de su conducta y decisiones tomadas: si alguien se atreve a llevarles la contraria, son capaces de desencadenar un alto nivel de furia y cólera (o “cólera narcisista”) sobre quienes se atrevieron a desafiarlos, porque sienten que se ha puesto en duda su capacidad para mandar, de dar órdenes o de tomar decisiones, aún cuando éstas órdenes y decisiones tengan consecuencias negativas o en grado de catastróficas.

8. Tendencia a dividir el mundo: “yo y el otro”, “yo bueno, ellos malos”, con una clara tendencia a estereotipar a los oponentes como “malignos”, “incapaces” “débiles”, “cobardes”, proyectando, por esta vía, en “los otros” sus propios rasgos negativos, sus defectos y deficiencias.

Uno de los más claros ejemplos de narcisismo maligno a nivel internacional lo representa el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuya orden ejecutiva arbitraria y sin fundamentos de prohibir la entrada a Estados Unidos de ciudadanos de siete países musulmanes, le fue devuelta a su cara como un bumerán por un juez que suspendió la prohibición anunciada por Trump, y que al ser apelada por su gobierno, la suspensión de la orden dictada por el primer juez fue nuevamente ratificada por otros tres jueces, quienes, la declararon ilegal porque el gobierno de Estados Unidos no pudo presentar argumentos que demostraran la hipótesis de Donald Trump de que los ciudadanos de estos países constituían un peligro para la seguridad interna del país.

Para el caso de nuestro país, el nombramiento arbitrario y sin ningún tipo de fundamente técnico-profesional de Javiera Blanco al Consejo de Defensa del Estado (CDE) por parte de la presidenta Michelle Bachelet, ha causado un alto grado de indignación y rechazo transversal nunca antes visto en nuestro país.

Este nombramiento ha sido tildado de “impresentable”, de “afrenta a la nación”, de “bofetada a los cientos de menores del SENAME y a los padres de estos niños”, etc. Incluso los propios miembros del CDE rechazaron indignados este nombramiento, catalogándolo como un acto de “denostación” en contra del CDE. Las razones para este amplio rechazo son múltiples y variadas.

Javiera Blanco es una ex funcionaria del Gobierno de la presidenta Bachelet, a quien la propia presidenta le tuvo que pedir la renuncia por todos los cuestionamientos de que era objeto esta ex ministra de Justicia, a causa de su ineptitud, conducta irresponsable y comportamiento corrupto, que hoy la tiene como imputada en una serie de causas ante los tribunales de justicia.

A Javiera Blanco se la acusa de:

1. Ocultar, negar y falsear información en relación con los 1.313 niños fallecidos en dependencias del SENAME, una institución bajo la responsabilidad de Blanco.

2. Responsable de decenas de “jubilazos” millonarios en Gendarmería, donde muchos de sus amigos, compadres y conocidos de la ministra salieron favorecidos con jubilaciones millonarias por efectos del “amiguismo y el compadrazgo” entre socios de la coalición de Gobierno.

3. Responsable de decenas de contrataciones truchas por elevados montos de dinero de diversos operadores y “apitutados” políticos pertenecientes a las filas de la Nueva Mayoría.

4. Responsable del descalabro en el Registro Civil y el Padrón Electoral que le cambió de manera arbitraria la dirección de más de 500.000 ciudadanos días antes de las elecciones a alcaldes y concejales, enviándolos a lugares remotos como la Antártica e Isla de Pascua.

5. Responsable –cuando era subsecretaria de Carabineros– de una grave sanción (y casi expulsión de la institución)– a dos carabineros por haberse atrevido a sacarle un parte a su amigo del alma, Guido Girardi, por viajar el senador a casi 150 kilómetros por hora.

Como se podrá fácilmente advertir, la decisión de la presidenta Bachelet se fundamenta sólo en un exceso de soberbia, arrogancia y personalismo que no se condice con su calidad de presidenta de una nación democrática. Nuestra presidenta se presenta hoy ante los ciudadanos de este país como una persona que ha perdido el rumbo y que no escucha a nadie, ni siquiera a sus propios asesores más cercanos, quienes señalan, que la presidenta Bachelet toma este tipo de malas decisiones sin consultar a nadie, basado en criterios personales donde priman el “amiguismo”, el “pitutismo” y el nepotismo, más que una decisión basada en criterios técnicos o por concepto de competencias profesionales.

Desde la propia coalición de gobierno y de la Nueva Mayoría han surgido voces disidentes que acusan a la presidenta Bachelet de actuar y tomar decisiones sin medir las consecuencias y sin consultar a nadie, porque ella piensa que es “infalible” y que no está expuesta a cometer errores, conducta típica de aquellas personas que pierden la capacidad de autocrítica.

Confiemos entonces, en que nuestra presidenta será capaz de enmendar el rumbo y corregir sus errores, antes de que su comportamiento errático, así como su actitud de no escuchar a nadie, terminen por corroborar que ella también, al igual que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podría estar siendo afectada por el trastorno narcisista maligno.



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