La dieta de la ira, agresividad, depresión y cáncer

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (UACH)



Si bien es muy conocido el hecho de que las grasas trans dañan el corazón debido a que elevan considerablemente el colesterol malo, un estudio de gran alcance realizado por la Dra. Beatrice Golomb, profesora de Medicina Preventiva de la Universidad de California, Estados Unidos, descubrió que las grasas trans perjudicarían, asimismo, directamente a nuestro cerebro. La investigación de la Dra. Golomb ubicó a estos lípidos a la cabeza del ranking de aquellos alimentos que pueden producir agresividad, ira y depresión en las personas. ¿Conocía usted esta información? Lo más probable es que usted no supiera de esta “realidad”. De modo que si se pregunta por qué razón ha aumentado el nivel de agresividad de sus hijos, de sus familiares y personas cercanas, a lo mejor debería cuestionarse ¿qué está comiendo la gente de mi entorno?

Tanto es así, que los autores de la investigación llamaron “DIETA DE LA AGRESIVIDAD” a las comidas y alimentos hechas con grasas trans (o ácidos grasos insaturados). Las grasas trans se obtienen a través de la hidrogenación parcial de los aceites vegetales, un procedimiento que es utilizado con el fin de alargar la vida útil y dar más consistencia a las grasas de los alimentos procesados.

Hay que recordar que las grasas trans están presentes de manera abundante en la comida chatarra y en la pastelería industrial. Algunos alimentos que contienen grasas trans en abundancia son las margarinas, los embutidos, las cecinas, las galletas, pasteles, las papas fritas, snacks y otros alimentos de consumo masivo.

Por otra parte, recordemos que los especialistas señalan que el cáncer requiere de altos niveles de azúcar y bajas concentraciones de oxígeno para “germinar” y desarrollarse. A resultas de ello, las personas con mucha grasa abdominal (es decir, que tienen una barriga) y que no puede dejar de comer galletas, hamburguesas, completos, papas fritas y pasteles llenos de grasas transgénicas (con mucha harina blanca y azúcares refinados) le están entregando en bandeja la entrada al cáncer para que florezca en sus estómagos, además de elevar los niveles de agresividad. En este sentido, muchas empresas productoras de alimentos no tienen recato alguno en “regalonear” la vista y el paladar de sus consumidores “esparciendo” grandes cantidades de grasas trans y de nitrito de sodio por todo aquello que producen. El nitrito de sodio es una sal sódica que la industria alimentaria utiliza muy a menudo como conservante y fijador del color rosado de las carnes y de sus derivados (fiambres, cecinas y embutidos). El tema, es que su empleo está regulado –cuando no prohibido– por la autoridad sanitaria, debido a que tiene la capacidad de generar nitrosaminas en los alimentos, es decir un agente reconocidamente cancerígeno.

Asimismo, las empresas utilizan estas sales en el proceso de salar las carnes, tal como sucede con los jamones, las cecinas y los pescados. Otro uso que se le da a los nitritos, es en función de sus propiedades organolépticas, es decir, su capacidad de mejorar el sabor, olor, color y textura de las carnes.

Otra mala práctica de la industria alimentaria, es el abuso que hace de un aditivo llamado glutamato monosódico (GMS). El glutamato de sodio se utiliza con mucha liviandad para dar más “sabor” a los alimentos industrializados, tales como los caldos de pollo en cubitos, las papas saladas (o chips), sopas instantáneas, los doritos, el kétchup, el jamón serrano, etc. Si usted lee atentamente el etiquetado de los productos que consume, en varios de ellos descubrirá la presencia de GMS.

En los años sesenta, la empresa japonesa Aji-no-moto popularizó el sazonador del mismo nombre, Aji-no-moto (“esencia del gusto” o sal china), un elemento que se usaba como sal en todos los alimentos, y que potencia el sabor y el aroma del producto consumido. Después de que los consumidores de estos productos comenzaron a experimentar una serie de trastornos de salud que incluían dolores de cabeza, taquicardia, irritación en los ojos, visión borrosa, comezón generalizada, asma, sudoración excesiva, diarrea, etc., tuvo que ser retirada del mercado. Era glutamato monosódico en estado puro y encarnaba, en tales condiciones, un compuesto que enfermaba a la gente y que, además, era cancerígeno.

¿Qué hizo la industria alimentaria? Lo comenzó a procesar, combinándolo en menores cantidades con otros aditivos, con objeto de continuar “sazonando” los alimentos producidos de manera industrial.

Estudios médicos más profundos del glutamato monosódico dejaron en evidencia que este producto, además de tener un efecto tóxico en las células nerviosas, era un elemento adictivo, favorecía la obesidad y, en algunos casos, la esterilidad en los seres humanos. ¿Cuál fue la decisión de las autoridades sanitarias? Controlar que la sustancia no sobrepasara un determinado porcentaje del producto vendido de modo de “hacerlo seguro”. En estricto rigor, las autoridades dieron el pase libre –o “chipe libre”, si usted quiere– para que la industria alimentaria continuara con la venta masiva de una sustancia peligrosa para la población, la cual, ignorante de la situación en comento, consume –sin saberlo– diversos productos procesados que la contienen.

Y eso no es todo. Si usted calienta los productos comprados directamente desde sus envases de polietileno y plástico en el horno microondas, los efectos finales podrían, incluso, empeorar, por cuanto, el envase plástico al entrar en contacto con el intenso calor del microondas comienza a liberar ftalatos y dioxinas presentes en los envases plásticos, es decir, aquellas toxinas que también producen cáncer. Lo malo es que ninguna autoridad, ya sea sanitaria o de otra categoría, le avisa o le enseña a usted de todos estos peligros. Incluso más: en una época se culpó al horno microondas de generar cáncer, sin embargo, el verdadero causante del cáncer es el envase plástico que envuelve a los alimentos, el cual, con el intenso calor del microondas libera los peligrosos ftalatos que se filtran y adhieren en la comida, y que luego pasan a su organismo. Tomando en cuenta todos estos factores y elementos analizados acerca de los alimentos que ingerimos regularmente, no es lo que podríamos llamar una “comida sana” y “natural”, o bien, una “dieta equilibrada”.

Finalmente, quiero destacar, que no se trata aquí de asustar a nadie, sino que poner a la población en alerta y, en la medida de lo posible, ayudar a hacer prevención en salud. Se dice que la prudencia es la madre de todas las virtudes, y en este caso, es especialmente cierto, porque le ayudará a cuidar su salud física y mental de manera integral.



Imagen: Ryan McGuire
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