La ardua –y difícil– tarea de encontrar trabajo después de los 40 años

Por Dr. Franco Lotito C. – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh) - www.aurigaservicios.cl


Muchas de las personas que pierden su trabajo después de los 40 años, corren un serio riesgo de caer en la desesperanza, frustración, depresiones y conductas poco saludables –como el consumo de alcohol–, si luego de que haya pasado un tiempo razonable, no logran encontrar trabajo y no vuelven a reinsertarse en el mundo laboral.

Es así, por ejemplo, que para un jefe de hogar con una familia a cargo, el hecho de perder el trabajo constituye un severo golpe a su autoestima, a lo cual se suman dos aspectos adicionales a tener en cuenta: (a) las dificultades para enfrentar los gastos mensuales y poder mantener el hogar funcionando: pago de cuentas, la colegiatura de los hijos, deudas pendientes con bancos y casas comerciales, etc., y (b) las posibles recriminaciones por parte de la pareja e hijos por no poder mantener el estándar de vida al que estaban acostumbrados, a causa de la pérdida del trabajo del jefe de hogar.

La razón que explica lo anterior, es que, en términos generales, el promedio de tiempo que tardan en recolocarse los profesionales cesantes que tienen entre 40 y 60 años, puede variar entre los seis meses y hasta un año.

En algunos casos –dependiendo de la profesión que tenga la persona– puede demorar hasta dos años y más, el poder encontrar un trabajo acorde con las competencias, experiencia y calificaciones del profesional. Por lo general, este grupo de personas cesantes están dispuestas a ser recontratadas por un sueldo inferior al de mercado, así como también, inferior a los ingresos que estaban acostumbrados a percibir, antes de perder su fuente laboral.

En términos generales, buscar trabajo en un escenario como el que vive Chile, hoy en día, con más de un millón de inmigrantes y con una tasa de desempleo del 7,2%, se convierte en una tarea difícil, ardua y, en ocasiones, algo dramática. Esta realidad puede complicarse aún más, si a esta ecuación se le agrega un factor adicional que no facilita la tarea, a saber, la edad de las personas.

Por lo tanto, para un sujeto profesional que supera los 40 años, encontrar un puesto de trabajo acorde con la experiencia, conocimientos y las pretensiones de renta que tiene, puede convertirse en un escollo difícil de superar. La razón que explica esta situación es, otra vez, muy sencilla: estamos inmersos en una sociedad y cultura que privilegia la juventud, en función de lo cual, se visualiza –o se percibe– a la “juventud” como una variable que se asocia directamente con ciertas características deseables en los colaboradores, tales como: flexibilidad, adaptabilidad, creatividad, rapidez y –lo que suena un tanto a “discriminación positiva” en favor del más joven– ser menos “mañoso” que un profesional de más edad.

A lo anterior se suma un segundo aspecto –que esta vez deberemos calificar de “discriminación negativa”, es decir, en contra de las personas con más edad–, a saber, que algunas empresas perciben al profesional mayor de 40 años, como poco tecnológico, conservador, muy estructurado y averso al riesgo.

Un tercer factor que dificulta la contratación de personas mayores de 40 años, es que, en la mayoría de los casos, se trata de un profesional considerado como “sobrecalificado para el puesto”, en función de lo cual, a las empresas les saldría más caro contratar a este profesional que uno más joven.

Otro factor que también deberá ser tomado en consideración a la hora de volver a colocarse en el mercado laboral, es cuando la persona es un profesional muy especializado en un área laboral que tiene poca demanda o que experimenta grandes avances tecnológicos, ya que dicho profesional corre el riesgo de quedar obsoleto frente a sus colegas más jóvenes, si es que transcurre mucho tiempo desde que perdió su fuente laboral, hasta el momento en que vuelve a ser contratado.

Sin embargo, las empresas que andan a la búsqueda de personal calificado, deberán tener muy en cuenta, que el hecho de que el profesional tenga ciertos años a cuesta, puede convertirse en una gran ventaja para la empresa contratante, ya que estas personas suelen tener un mayor grado de paciencia y tolerancia ante situaciones que a los profesionales más jóvenes les producen gran frustración y rechazo.

A lo anterior, se suma el hecho, que el profesional de más edad se maneja de mejor forma ante distintos escenarios, tiene más experiencia en el arte de la negociación y resolución de problemas, al mismo tiempo, que será un sujeto “altamente comprometido” con la empresa que contrate sus servicios, porque tenderá a valorar mucho más la nueva oportunidad que se le brinda de volver a tener un ingreso y un empleo estable, en tanto que los profesionales más jóvenes estarán siempre atentos a “mirar para el lado”, buscando nuevas oportunidades de ser promovidos a un cargo de mayor responsabilidad y que incluye una mejora de sus ingresos, al cambiarse a otras empresas.

Ahora bien, algo que resulta válido para todas las personas –y que no es posible modificar–, es que el proceso de envejecer es inevitable, y que todos nosotros estamos expuestos, en un momento u otro, a perder nuestra fuente de ingresos, razón de más, para ser cautos, proactivos y precavidos, todo lo cual, deberá traducirse en varias acciones prácticas y concretas:

1. Todos los profesionales estamos obligados a mantenernos al día con nuestros conocimientos, lo que implica que nunca hay que dejar de estudiar y actualizarse en el área de experticia que uno tiene.

2. Hay que tener la precaución de construir redes de contacto, al mismo tiempo que buscar salir siempre por la puerta ancha de una empresa cuando uno se cambia de trabajo, ya que nunca se sabe si el destino –o la coyuntura económica del país– obligará a la persona a volver a su antigua empresa.

3. Es preciso conocer y estar actualizado acerca de qué está sucediendo en la industria o área laboral donde se desempeña la persona, debido a los grandes y constantes cambios que se producen en el mercado laboral, ya sea: (a) por avances y “saltos tecnológicos”, (b) “guerras comerciales” entre países, (c) problemas económicos de las empresas que conducen a una reducción de personal, (d) desastres naturales que hacen perder fuentes laborales, etc.

Lo anterior, implica dos cosas paralelas: las personas deben ser capaces de enfrentarse a distintas realidades y estar abiertas a los cambios y, en segundo lugar, los trabajadores deben estar dispuestos a re-inventarse a sí mismos todas las veces que sea necesario. Y si ello requiere que el sujeto se capacite, estudie, asista a seminarios, curse Diplomados y programas de Magíster, entonces, es mejor estar preparado para ello. Se sobreentiende, que todo esto requiere por parte de los profesionales –sean jóvenes o con más edad– de gran capacidad de adaptación a los diversos y numerosos cambios, los cuales –por contradictorio que parezca– se han convertido, hoy en día, en una constante.

Ahora bien, hay algunas profesiones que se “ajustan” de mejor forma en relación con el perfil de aquellas personas que superan los 40 años –e incluso los 50 años–, tales como: consultores y asesores de empresas, expertos tributaristas, médicos, abogados, economistas, arquitectos, psicólogos y docentes, por cuanto, con la edad, estas personas adquieren un plus que los profesionales más jóvenes, simplemente, no tienen, a saber, un mayor nivel de experiencia y un “know how” –o experticia– que vale mucho.

Para un cargo de Presidente Ejecutivo (CEO) o de Gerente de Administración y Finanzas, por ejemplo, generalmente, lo que buscan las empresas dedicadas a la selección de personal y “headhunting”, son personas mayores, con capacidad de liderazgo y con un gran nivel de experiencia.

Digamos, finalmente, que cuando la demora en encontrar trabajo se extiende por mucho tiempo, ello obliga a muchos profesionales a ceder en el ítem remuneración, al punto, que un estudio realizado hace un tiempo atrás, mostró que de un total de más de 35.000 ejecutivos inscritos en la base de datos de una empresa consultora especializada en recibir el currículum de los sujetos que buscaban trabajo, alrededor del 40% de estas personas estaban dispuestas a aceptar un sueldo menor que la “renta de mercado”, con tal de poder reinsertarse laboralmente.


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