Estrés, miedo y salud mental en tiempos de crisis ▶️

Estrés, miedo y salud mental en tiempos de crisis ▶️
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

“Afortunado aquél que puede eliminar de su vida todo aquello que le produce estrés, porque de seguro vivirá más años que el resto de las personas”.

Si partimos de la base, que el factor –o condición– de estrés es la forma que tiene nuestro cuerpo de reaccionar y prepararse para responder a los estímulos a los que se ve sometido, desde, por ejemplo, sobrevivir a un asalto del que somos objeto, escapar de una catástrofe, hasta el acto de enfrentar una grave crisis laboral o de pareja, concordaremos entonces, que esta condición –que implica mucho estrés– se hará tanto más perjudicial, si el evento desencadenante se extiende durante un tiempo muy prolongado –un proceso llamado “cronificación del estrés”–, y que termina por gastar y agotar todas nuestras reservas de energía interna, al mismo tiempo que mina directamente nuestro sistema inmune, afectando nuestra salud física y mental.

A Chile le ha tocado la inusual desgracia de vivir –casi de manera conjunta– dos eventos altamente estresantes: el estallido social, que se prolongó por más de cuatro meses, con graves consecuencias económicas, políticas y sociales para el país entero y su población, y la irrupción –de manera dramática y peligrosa– de la pandemia del coronavirus, una situación que está impactando de forma directa –y con mucha fuerza– la salud, el bienestar y la economía de millones de chilenos. Lo anterior, sin distinción de edad, sexo, raza o clase social.

Lo más grave y peligroso de la pandemia que afecta al mundo entero–, es la gran incertidumbre que existe acerca de cuánto tiempo permanecerá entre nosotros el Covid-19 y de cómo continuará afectando este contagioso mal a cada uno de los habitantes del país, por cuanto, este virus no sólo afecta nuestra salud –incluso con claros riesgos de muerte–, sino que también nuestros empleos, así como la posibilidad de desplazarnos libremente y de reunirnos con nuestros seres queridos.


Es así, por ejemplo, que la restricción de movimientos y la obligación de permanecer encerrados en nuestros hogares por semanas enteras, genera una serie de problemas psicológicos, especialmen te, cuando los espacios disponibles son reducidos y existe hacinamiento, con muchas personas ocupando constantemente los mismos espacios. De acuerdo con diversas investigaciones, el hacinamiento, por ejemplo, exacerba los niveles de estrés, intranquilidad, ansiedad, abuso, agresividad, incremento de la violencia doméstica, entre otras graves consecuencias.

Por otra parte, un estudio publicado hace algunos años por la Sociedad Chilena de Psicología, determinó que situaciones como los desastres naturales, estados de catástrofe –o la pandemia que nos afecta, hoy en día– desencadenan consecuencias directas e indirectas en la salud física y mental de las personas, tanto a mediano como en el largo plazo, en función de lo cual, uno esperaría que el Gobierno y las autoridades de Salud respectivas de cada país, se preocupasen de tomar cuanto antes todas las medidas necesarias para paliar los negativos efectos que esta situación, lamentablemente, ya está generando en la población, no sólo de nuestra nación, sino que a nivel mundial, condición, que con el pasar del tiempo, podría hacerse cada vez peor.

La razón es muy simple de comprender: tanto el estrés agudo como el crónico, llevan a las personas a experimentar ansiedad, angustia, miedo, temor, depresión, desesperanza, insomnio, crisis de pánico, irritabilidad, rabia, frustración, etc.

Dado lo que está sucediendo a nivel planetario, nos hemos visto obligados a pasar de la esfera individual a un fenómeno de tipo colectivo y mundial, en que las restricciones afectan a todo un país e, incluso, al mundo entero, con grandes descalabros económicos y de salud, con características y alcances de gran magnitud a nivel familiar, productivo, social y sanitario, donde lo que está sucediendo en Italia, España, Francia y ahora, en Estados Unidos, con miles y miles de personas fallecidas, ello termina por generar una condición de histeria colectiva, algo que las autoridades tienen el deber –y la obligación– de controlar y frenar, antes de que esto se salga completamente de curso y termine por generar nuevas protestas, motines –como los que ya se han visto en diversas cárceles– y manifestaciones que terminen en posibles actos de saqueos, robos y asaltos violentos.

En psicología y psiquiatría existe un axioma que señala que donde existe un sentimiento de injusticia, se genera frustración y la frustración, a su vez, genera agresión. Por lo tanto, si la población de una nación comienza a percibir –o a experimentar– un sentimiento generalizado de injusticia, lo más probable, es que se produzca, finalmente, un efecto de saturación, desesperación y de hastío, condición que, lamentablemente, puede desembocar, tal como ya se ha señalado, en actos irracionales o de violencia.

La idea de fondo que se quiere transmitir, es hacer prevención y evitar a toda costa que algo así pueda suceder en este o en otras naciones, especialmente, en aquellos países que están mal preparados para eventos de esta magnitud, tal como lo estamos viendo, día tras días, a través de las noticias.

Más aún, cuando a lo anterior se suman las ya muy famosas –y altamente peligrosas– “noticias falsas” o fake news, con las que hay que tener mucho cuidado, ya que causan mucho pánico e histeria general, como por ejemplo, aquella noticia –¡absolutamente falsa, por cierto!– en que aparece el Primer Ministro de Italia, Giuseppe Conte, llorando en un mensaje a su pueblo, señalando que Italia ha perdido la batalla en contra del coronavirus. Este tipo de actos de propagar noticias falsas son, simplemente, repudiables y despreciables.

La recomendación final es una sola: a cuidarse y a cuidarnos unos a otros: sólo así podremos superar el estrés, la ansiedad y el miedo, y salvaguardar así nuestro bienestar y salud mental.

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