Padres tóxicos… crianza tóxica

Padres tóxicos… crianza tóxica
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)



Primero que todo, es importante dejar muy en claro, que si bien todos los padres emocionalmente sanos –en oportunidades– pueden equivocarse, eso no los hace ser padres “tóxicos” o malos padres. Sin embargo, y habiendo hecho esta aclaración, lo cierto es que existen padres –hombres y mujeres–, cuyas conductas equivocadas son intencionales y, lo que es aún peor: son reiteradas y repetitivas, condición que los hace ser extremadamente tóxicos en su forma de criar y de comportarse con sus hijos.

El psicólogo mexicano José Luis Canales señala en su libro “Padres tóxicos: legado disfuncional de una infancia” que cuando son dos las personas que crían, el daño lo generan ambos padres, en tanto que si uno de los miembros de la pareja es tóxica, el otro es un abusador(a) pasivo(a).

Al respecto, es preciso destacar, que es muy fácil reconocer en una persona el legado de una infancia de carácter tóxico, especialmente, porque para dicha persona resulta ser algo tremendamente difícil el poder elaborar y superar ese tipo de vivencias. Todos los padres dejan “semillas de crianza” o “semillas emocionales” en sus hijos. En algunas familias estas semillas son de amor, respeto, responsabilidad, independencia, en tanto que en otras son de miedo, temor, culpa y auto castigo.

La pregunta natural que surge de lo anterior es: ¿cuáles son las características de los padres abusivos? Pues bien, revisemos algunas de ellas:
  1. Padres violentos y abusivos: no cabe duda que los padres que son violentos con sus hijos o que abusan sexualmente de ellos, son los que lastiman en forma más profunda. Sin embargo, no hace falta que uno de los padres abuse físicamente de un hijo(a) para efectos de provocar un daño difícil de sanar, por cuanto las agresiones verbales y emocionales pueden ser, asimismo, muy nocivas. Éstas van desde descalificar al hijo(a), como por ejemplo: “no sirves para nada”, hasta el acto de insultarlo con frases y palabras que hieren su integridad y autoestima, como llamarlo “idiota” o decirle que se “arrepiente de haberlo tenido”, o que lo quiso “abortar”. Los “misiles emocionales” y abusos psicológicos pueden ser mucho más devastadores que el hecho de haber recibido algunos golpes, ya que el menor asimila las humillaciones y descalificaciones que recibe de sus padres como algo de lo cual él es el causante.
  2. Padres manipuladores que usan la culpa: la fórmula detrás de esta conducta es la generación de culpa en el hijo, es decir, el adulto tuerce la verdad para poder manipular y utiliza la trivialización y la negación, haciéndose la víctima frente al menor, con la finalidad de chantajearlo emocionalmente y conseguir lo que quiere del hijo(a). No asume la responsabilidad de su propia conducta, llegando a responsabilizar a sus hijos de la disfunción familiar. Esta característica se da con mayor frecuencia en las madres tóxicas, especialmente en el caso de hijas que viven con sus madres. En este caso, la mamá, por ejemplo, no quiere que la hija mantenga una relación de pareja para que no se vaya de la casa, en función de lo cual, envenena y torpedea la relación con comentarios y observaciones negativas sobre la pareja de la hija con la intención de separarla, lo que hace que la hija viva la relación de pareja con culpa. Lo que esperan estos padres, es que los hijos dejen todo para atenderlos a ellos, sin que importe mucho la edad o los compromisos que los hijos tengan: ellos están primeros y están para servirlos.
  3. Padres constantemente enojados: son duros y agresivos con los hijos y pueden repetir esta actitud de enojo y agresividad con otras personas. También pueden ser pasivos-agresivos, es decir, usan la persuasión silenciosa empleando comentarios burlones en voz baja. Suelen despreciar y mostrar indiferencia ante los logros de los hijos. Nada de lo que hagan resulta ser suficientemente bueno para los padres tóxicos, ya que encuentran errores y fallas en todo, criticando cada detalle. Incluso, si no encuentran errores, remueven el pasado para encontrar aspectos negativos de los hijos. Padres egocéntricos, autocentrados y con capacidad limitada para la empatía: priorizan siempre sus propias necesidades y no tienen en cuenta los sentimientos y necesidades de otras personas. Asimismo, no muestran ninguna consideración por cómo su comportamiento afecta a los demás. Se pueden mostrar muy irrespetuosos, siendo incapaces de tratar a las personas con un nivel mínimo de amabilidad y cortesía, pero sí exigen que los hijos tengan ese trato deferente con ellos.
  4. Padres negligentes: algunos padres tóxicos modernos tienden a ser muy permisivos con los menores y experimentan temor a imponer reglas y límites claros a sus hijos, a raíz de lo cual, terminan por descuidar las necesidades físicas, emocionales, sociales y académicas de los hijos: dejan a los hijos comer lo que quieren, permiten que no asistan al colegio, que no hagan las tareas asignadas por los profesores, que falten el respeto a los demás y a los propios padres. Esta actitud negligente le da a los niños un poder de tipo casi dictatorial que no pueden manejar de manera sana y adecuada. Los padres terminan por convertirse en rehenes de los berrinches de los hijos, criando a una generación de tiranos que no respetan autoridad alguna, con baja capacidad de frustración, escasa empatía e incapacidad de aceptar las necesidades de los demás o de pensar en el bien común.
  5. Padres emocionalmente reactivos y controladores: tienen dificultad para controlar sus emociones y tienden a exagerar cualquier situación, dramatizando las cosas. Suelen ser impredecibles en su forma de actuar, lo que genera inseguridad y resentimiento en los hijos, al mismo tiempo que limitan su capacidad para confiar en otras personas. Tratan de controlarlo todo, buscando imponer en sus hijos el qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo, con la finalidad de tener “el sartén por el mango”. Es el caso de aquellos padres que empujan a sus hijos a estudiar ciertas carreras o que sigan ciertas tradiciones familiares que a los hijos desagradan. La culpa y el dinero son dos formas habituales en que ejercen poder y control sobre los demás.
Digamos, finalmente, que los hijos de padres tóxicos tienden a relacionar el amor con sufrimiento, a caer en relaciones interpersonales de dependencia afectiva, a vivir con culpa y, lo más peligroso, a correr el riesgo de replicar los patrones de conducta destructivos que vivieron durante su niñez.

Si bien, no se es culpable de lo experimentado durante la niñez, sí es necesario que la persona tome conciencia y se haga responsable de lo que ocurra en la adultez, a fin de romper con los patrones perjudiciales que le tocó vivir, y lograr por esta vía, ser capaz de formar una familia funcional y de criar hijos sanos y felices.

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