Votantes descartables: política y consumo en tiempos de obsolescencia
Señor Director:
En las últimas semanas, hemos sido testigos de un carrusel de encuestas, análisis y giros de opinión pública que nos recuerdan una verdad incómoda: la política chilena está cada vez más subordinada a la lógica del mercado. En ella, los votantes se comportan como consumidores, los candidatos como productos, y las ideas como slogans desechables.
El sociólogo Zygmunt Bauman advirtió hace casi dos décadas que estábamos transitando desde una sociedad de productores a una sociedad de consumidores. En este nuevo escenario, advertía, la figura del ciudadano –activo, deliberante, con derechos y responsabilidades compartidas– era reemplazada por la del consumidor: exigente, impaciente y muchas veces desencantado si el “producto político” no cumple sus expectativas inmediatas.
En este marco, la política deja de ser un proceso de construcción colectiva de sentido y futuro común, para transformarse en un escaparate de ofertas pasajeras, donde el voto se ejerce como una compra: pragmática, emocional y de corta duración. Se vota por quien “me conviene hoy”, se abandona a quien “ya no me sirve mañana”. La consecuencia es una ciudadanía debilitada, donde la participación se reduce a elecciones cada cuatro años y se pierde la conciencia del poder cívico entre ciclos.
Este fenómeno se agrava por lo que Bauman llama la obsolescencia planificada, una estrategia clásica del mercado para asegurar el consumo permanente. Hoy vemos cómo esa lógica también se traslada a las campañas políticas y las figuras públicas: ideas que fueron centrales hace apenas unos años –como el fin de las AFP o el proceso constituyente– son hoy descartadas como errores del pasado, y liderazgos antes aclamados se vuelven irrelevantes o incluso repudiados.
Los vaivenes recientes en las encuestas lo reflejan. La opinión pública parece responder cada vez menos a principios y más a percepciones inmediatas, emociones volátiles y narrativas de moda. El mismo votante que en 2021 se entusiasmó con un proyecto de transformación profunda hoy puede declarar su apoyo a un candidato que promete orden y seguridad, sin mediar una reflexión profunda sobre el tipo de sociedad que queremos construir.
El desafío para quienes creemos en una política con visión de largo plazo es recuperar la idea del ciudadano, no como consumidor de promesas, sino como protagonista de su destino colectivo. Eso implica incomodar, sí; pero también educar, dialogar y persistir.
En las últimas semanas, hemos sido testigos de un carrusel de encuestas, análisis y giros de opinión pública que nos recuerdan una verdad incómoda: la política chilena está cada vez más subordinada a la lógica del mercado. En ella, los votantes se comportan como consumidores, los candidatos como productos, y las ideas como slogans desechables.
El sociólogo Zygmunt Bauman advirtió hace casi dos décadas que estábamos transitando desde una sociedad de productores a una sociedad de consumidores. En este nuevo escenario, advertía, la figura del ciudadano –activo, deliberante, con derechos y responsabilidades compartidas– era reemplazada por la del consumidor: exigente, impaciente y muchas veces desencantado si el “producto político” no cumple sus expectativas inmediatas.
En este marco, la política deja de ser un proceso de construcción colectiva de sentido y futuro común, para transformarse en un escaparate de ofertas pasajeras, donde el voto se ejerce como una compra: pragmática, emocional y de corta duración. Se vota por quien “me conviene hoy”, se abandona a quien “ya no me sirve mañana”. La consecuencia es una ciudadanía debilitada, donde la participación se reduce a elecciones cada cuatro años y se pierde la conciencia del poder cívico entre ciclos.
Este fenómeno se agrava por lo que Bauman llama la obsolescencia planificada, una estrategia clásica del mercado para asegurar el consumo permanente. Hoy vemos cómo esa lógica también se traslada a las campañas políticas y las figuras públicas: ideas que fueron centrales hace apenas unos años –como el fin de las AFP o el proceso constituyente– son hoy descartadas como errores del pasado, y liderazgos antes aclamados se vuelven irrelevantes o incluso repudiados.
Los vaivenes recientes en las encuestas lo reflejan. La opinión pública parece responder cada vez menos a principios y más a percepciones inmediatas, emociones volátiles y narrativas de moda. El mismo votante que en 2021 se entusiasmó con un proyecto de transformación profunda hoy puede declarar su apoyo a un candidato que promete orden y seguridad, sin mediar una reflexión profunda sobre el tipo de sociedad que queremos construir.
El desafío para quienes creemos en una política con visión de largo plazo es recuperar la idea del ciudadano, no como consumidor de promesas, sino como protagonista de su destino colectivo. Eso implica incomodar, sí; pero también educar, dialogar y persistir.
Porque si todo es desechable, también lo será nuestra democracia.
Hardy Oyarzo
Secretario General Evópoli Los Lagos
Fuente información: hoyarzocs@gmail.com
Esta nota podría tener imágenes de: https://pixabay.com/es/ - https://unsplash.com/
Hardy Oyarzo
Secretario General Evópoli Los Lagos
Fuente información: hoyarzocs@gmail.com
Esta nota podría tener imágenes de: https://pixabay.com/es/ - https://unsplash.com/