El scoutismo forma valores

Por: Hugo Pérez White. Los recuerdos de la infancia quedan grabados tan nítidamente en nuestro fuero interno que en cualquier instante afloran y nos retrotraen en el tiempo y sirven para hacer algunas comparaciones para bien o para mal.

Son partes importantes del inventario de nuestras vidas y algún día se irán junto a las vivencias buenas o malas que integran la personalidad y condicionan nuestros actos.

Cómo no recordar con agrado aquellos días en que ser lobato de una brigada de boy scouts, era un acontecimiento que satisfacía los egos infantiles y éramos felices cuando se acercaba alguna fecha histórica y corríamos alborozados a buscar los uniformes verdes guardados en el entrepiso de la escuela y blandiendo al aire los báculos al compás del viento que rutinariamente golpea los rostros sureños con el salino aire proveniente del golfo de Reloncaví, desfilábamos altivos cual soldados dispuestos al combate, en la plaza de armas de la ciudad.

En la adolescencia integré la brigada de scouts “Piloto Pardo” que dirigía el destacado profesor puertomontino Juan Velásquez formado por jóvenes disciplinados e inspirados en el ejemplo de Arturo Prat, llevando con orgullo el traje marinero y además teníamos la banda de guerra que encabezaba los desfiles destacando los movimientos que hacía el tambor mayor del escuadrón que frecuentemente sacaba aplausos del público que se apostaba en los desfiles, emulando las paradas militares que se efectuaban en la elipse del parque Cousiño de Santiago, el día de nuestra independencia nacional, cuyas imágenes solamente las podíamos ver en las fotos que tomaban hábiles reporteros y que recorrían el país en las páginas de las revistas gráficas.

Tuve la suerte de participar activamente en esta brigada del mar, como integrante de la banda instrumental tocando la flauta o pito como le llamábamos a este agudo instrumento y que desde lejos anunciaba su presencia para luego entrar con gallardía y prestancia a encajonar frente a las autoridades y presidir los desfiles con gran orgullo, mientras desfilaban nuestros compañeros de brigada haciendo gala de su paso regular.

No recuerdo que en ese entonces se hayan hecho ceremonias especiales de ingreso a estos grupos o “totemizar” como hoy se ha conocido públicamente, donde jóvenes que debieran estar unidos por un mismo sentimiento de paz y amor se han ensañado con un compañero de ideales manifestando violencia física y sicológica a un scout quedando en estado de extrema gravedad.

Como los tiempos cambian y la sociedad también, no es de extrañar que estas ceremonias de iniciación se conviertan en orgías de sangre y de dolor y si estas prácticas son comunes en la convivencia diaria, hay que reflexionar profundamente para eliminarlas del ideario que los inspira.
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