El futuro de Chile es de los jovenes

Por: Hugo Pérez White.
El terremoto que sacudió a gran parte de nuestro territorio, cambió abruptamente el paisaje natural, quebró la estructura emocional del pueblo dejando como recuerdo heridas tan profundas que quizás nunca se van a sanar y esos diabólicos minutos no se olvidarán tan fácilmente.
Se luchó contra las sombras y las tinieblas que nublaban la mente, lo que no dio tiempo a las personas para pensar y ni siquiera actuar.
Ahora viene la etapa de más larga duración, de esfuerzos personales y trabajos compartidos para reconstruir, limpiar ciudades enteras, recuperar esfuerzos de años perdidos, asumir responsabilidades, sin dejar de pensar en los seres queridos que nunca más serán parte de nuestras vidas porque se los llevó el mar en su furia incontenible o quedaron atrapados bajos las ruinas de sus casas o simplemente desaparecieron.
El duelo es colectivo, la conmoción es nacional y la solidaridad es incesante.
En lo personal cada ser humano se sostiene con el amor y cariño de los suyos y sin los hijos, padres o esposos, han perdido lo más grande que existe en el mundo.
Ahora hay que mirar el horizonte con otra perspectiva, levantarse con dignidad y positivismo aunando todos los esfuerzos que sean necesarios para hacer nuevos centros de vida, recuperar la alegría perdida y poner todas las potencialidades individuales y colectivas para resolver los problemas del momento y otros más que irán apareciendo con el paso de los días y para que esta acción produzca sus frutos a breve plazo, hay que hacerlo con actitud y conciencia ciudadana, levantar los barrios, planificar ciudades, reorganizar las instituciones públicas y privadas para que todos los servicios trabajen con perspectiva de humanidad y solidaridad.
Ahora le toca el turno a la juventud actual, aquella que no está en la delincuencia, ni en el tráfico de estupefacientes o consumo de drogas, tampoco en el tráfico de armas, en la drogadicción y otros vicios que corroen la mentalidad de muchos jóvenes y deben disponerse a dejar de lado los “carretes” a que estaban acostumbrados y ponerse de inmediato a reconstruir un país que será para ellos y con la experiencia amarga vivida, seguramente lo van a concebir mejor y hacerlo duradero en el tiempo, hasta que la enigmática naturaleza diga lo contrario situaciones a las cuales siempre estaremos expuestos.
Los jóvenes tienen tiempo para reconciliarse, juntar sus manos en un solo haz de hermandad y con pala en mano y martillo al aire digan a los cuatro vientos que están levantando a Chile, con fe y esperanza en un futuro mejor.
Seguramente muchos de nosotros no vamos a estar presentes en esos tiempos y miraremos desde lugares ignotos el país que han construido pese al escepticismo de algunos.
Hemos vivido muchas etapas difíciles y siempre hemos salido airosos de las adversidades y no veo por qué ahora no lo van a lograr ustedes, los jóvenes de hoy, para vuestros hijos y nietos del mañana.
El terremoto que sacudió a gran parte de nuestro territorio, cambió abruptamente el paisaje natural, quebró la estructura emocional del pueblo dejando como recuerdo heridas tan profundas que quizás nunca se van a sanar y esos diabólicos minutos no se olvidarán tan fácilmente.
Se luchó contra las sombras y las tinieblas que nublaban la mente, lo que no dio tiempo a las personas para pensar y ni siquiera actuar.
Ahora viene la etapa de más larga duración, de esfuerzos personales y trabajos compartidos para reconstruir, limpiar ciudades enteras, recuperar esfuerzos de años perdidos, asumir responsabilidades, sin dejar de pensar en los seres queridos que nunca más serán parte de nuestras vidas porque se los llevó el mar en su furia incontenible o quedaron atrapados bajos las ruinas de sus casas o simplemente desaparecieron.
El duelo es colectivo, la conmoción es nacional y la solidaridad es incesante.
En lo personal cada ser humano se sostiene con el amor y cariño de los suyos y sin los hijos, padres o esposos, han perdido lo más grande que existe en el mundo.
Ahora hay que mirar el horizonte con otra perspectiva, levantarse con dignidad y positivismo aunando todos los esfuerzos que sean necesarios para hacer nuevos centros de vida, recuperar la alegría perdida y poner todas las potencialidades individuales y colectivas para resolver los problemas del momento y otros más que irán apareciendo con el paso de los días y para que esta acción produzca sus frutos a breve plazo, hay que hacerlo con actitud y conciencia ciudadana, levantar los barrios, planificar ciudades, reorganizar las instituciones públicas y privadas para que todos los servicios trabajen con perspectiva de humanidad y solidaridad.
Ahora le toca el turno a la juventud actual, aquella que no está en la delincuencia, ni en el tráfico de estupefacientes o consumo de drogas, tampoco en el tráfico de armas, en la drogadicción y otros vicios que corroen la mentalidad de muchos jóvenes y deben disponerse a dejar de lado los “carretes” a que estaban acostumbrados y ponerse de inmediato a reconstruir un país que será para ellos y con la experiencia amarga vivida, seguramente lo van a concebir mejor y hacerlo duradero en el tiempo, hasta que la enigmática naturaleza diga lo contrario situaciones a las cuales siempre estaremos expuestos.
Los jóvenes tienen tiempo para reconciliarse, juntar sus manos en un solo haz de hermandad y con pala en mano y martillo al aire digan a los cuatro vientos que están levantando a Chile, con fe y esperanza en un futuro mejor.
Seguramente muchos de nosotros no vamos a estar presentes en esos tiempos y miraremos desde lugares ignotos el país que han construido pese al escepticismo de algunos.
Hemos vivido muchas etapas difíciles y siempre hemos salido airosos de las adversidades y no veo por qué ahora no lo van a lograr ustedes, los jóvenes de hoy, para vuestros hijos y nietos del mañana.