¿Homo Sapiens u Ogro Sapiens? ¡Los jefes duros de roer!
Por Dr. Franco Lotito C.
A raíz del pésimo ambiente laboral reinante en la empresa de origen francés France Télécom, dicha compañía perdió entre los años 2008 y 2010 a 49 de sus trabajadores, quienes, en función de las malsanas prácticas de administración reinantes en la empresa, optaron por suicidarse.
Posteriormente, durante el año 2014 se produjo una segunda ola de suicidios –diez en total¬: tres mujeres y siete hombres– resultado que estuvo vinculado directamente con el estilo –equivocado y distorsionado– de trabajar, gestionar y liderar en esta empresa, lo que da cuenta del ambiente podrido que continuó reinando en esta institución, luego de la primera serie de suicidios colectivos. Dicho muy sintéticamente: un desastre total y, al mismo tiempo, una situación simplemente inaceptable.
Por oposición a tal aborrecible situación, en esta columna de opinión se quiere destacar con fuerza que las cosas se pueden hacer de una manera totalmente distinta en una determinada organización, a saber: podemos tener una empresa en donde existen altos índices de calidad y eficiencia, donde reina el buen humor, que existe el predominio de un ambiente grato y acogedor, sin que por ello se pierdan, de manera alguna, las metas de productividad y de calidad necesarias para que una organización pueda tener éxito y competir en los mercados nacional e internacional, basados, eso sí, en premisas básicas y esenciales de buen trato del colaborador, bajo el alero de un comportamiento ético y con un norte claro que apunte a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). (Y un aspecto digno de tener en consideración: la práctica del buen humor en la gestión empresarial no es, en absoluto, enemiga de la buena administración y del ejercicio del verdadero liderazgo).
Por lo tanto, para que la RSE se valide a sí misma, ésta debe, necesariamente, partir y comenzar por casa. Ello implica, derechamente, preocuparse por entregar un buen trato –y un trato que sea digno– a quienes constituyen el hard core de toda organización: su Capital Humano. Por cuanto, tal como lo señala el investigador Claude Vermont-Gaud: lo que diferencia a una institución que tiene éxito de otras que no lo tienen, son, ante todo, las personas, su entusiasmo, su motivación, su creatividad, su honestidad, en tanto que todo lo demás se puede comprar, aprender o copiar.
En función de lo anterior, si una determinada empresa desea aplicar la RSE con propiedad, más vale que no borre con el codo lo que escribe con la mano y, en consecuencia, es preciso que ésta se dedique a respetar y poner en práctica todos aquellos valores que aparecen ligadas a su visión y a su misión como institución. Eso por una parte.
Por otra parte, hay que dejar sentado que si bien el liderazgo no es un concepto moral, desde mi personal punto de vista, si no tiene un componente ético asociado a su práctica, entonces, desde ese mismo instante, se convierte en un liderazgo inane, claramente destructivo y negativo que comienza a corroer y derruir los pilares que componen el armazón de cualquier organización, sea ésta de tipo productiva o de servicios, sea pública o privada.
La psiquiatra francesa Marie-France Hirigoyen es muy clara y enfática cuando señala en sus escritos que es posible “destruir” a una persona (o a un trabajador) por medio de ejercer sobre ella burlas, miradas despectivas, insinuaciones mal intencionadas, por la utilización del sarcasmo y la ironía ácida, a través de esparcir rumores, adoptar actitudes claramente agresivas, así como el uso de las descalificaciones personales, entre otras fórmulas de agresión personal. Ese conjunto de prácticas malsanas es lo que la especialista francesa denomina “acoso moral” –o también “acoso psicológico”– y, para desgracia del ser humano, esta aborrecible práctica se puede dar en las empresas, en la familia o con la pareja. En este sentido, los “acosadores” profesionales son personas perversas que tienen (buscan o quieren) poder, quienes, además no tienen escrúpulo alguno para utilizar y manipular a otras personas, las cuales, para estos sujetos, se convierten en meros objetos instrumentales para llevar a cabo sus planes y objetivos, y sobre quienes descargar su crueldad y maldad, teniendo eso sí, mucho cuidado de resguardar y mantener las apariencias ante otros espectadores. Si estos sujetos se sienten observados, se cuidan de no exceder los límites para no mostrar un comportamiento que pudiera considerarse violento y tóxico.
La pregunta de rigor es ¿quién de nosotros no conoce al tipo de jefe como el que se está describiendo en este escrito? Las opiniones de los trabajadores que revelan los estudios que se han realizado, es que todos aquellos que hemos trabajado durante un tiempo en alguna empresa, conocemos –directa o indirectamente– a ese tipo de sujeto que gusta de torturar a sus subordinados, a ese tipo de individuo, cuya cara de bull-dog y mal humor, se logra percibir en todos los rincones de la oficina y que obliga a muchas personas a desarrollar estrategias de supervivencia que le permitan salir –más o menos indemnes– del maltrato o del trato indigno recibido.
¿Nuestra misión entonces? Estar muy alertas y detectar con rapidez si estamos frente a un "homo sapiens" o bien, ante un "ogro sapiens" con el fin de poder librarnos a tiempo de la posibilidad de ser objeto de sus malas artes y prácticas tóxicas.
Fuente: hidalgocomunicaciones@gmail.com

Posteriormente, durante el año 2014 se produjo una segunda ola de suicidios –diez en total¬: tres mujeres y siete hombres– resultado que estuvo vinculado directamente con el estilo –equivocado y distorsionado– de trabajar, gestionar y liderar en esta empresa, lo que da cuenta del ambiente podrido que continuó reinando en esta institución, luego de la primera serie de suicidios colectivos. Dicho muy sintéticamente: un desastre total y, al mismo tiempo, una situación simplemente inaceptable.
Por oposición a tal aborrecible situación, en esta columna de opinión se quiere destacar con fuerza que las cosas se pueden hacer de una manera totalmente distinta en una determinada organización, a saber: podemos tener una empresa en donde existen altos índices de calidad y eficiencia, donde reina el buen humor, que existe el predominio de un ambiente grato y acogedor, sin que por ello se pierdan, de manera alguna, las metas de productividad y de calidad necesarias para que una organización pueda tener éxito y competir en los mercados nacional e internacional, basados, eso sí, en premisas básicas y esenciales de buen trato del colaborador, bajo el alero de un comportamiento ético y con un norte claro que apunte a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). (Y un aspecto digno de tener en consideración: la práctica del buen humor en la gestión empresarial no es, en absoluto, enemiga de la buena administración y del ejercicio del verdadero liderazgo).
Por lo tanto, para que la RSE se valide a sí misma, ésta debe, necesariamente, partir y comenzar por casa. Ello implica, derechamente, preocuparse por entregar un buen trato –y un trato que sea digno– a quienes constituyen el hard core de toda organización: su Capital Humano. Por cuanto, tal como lo señala el investigador Claude Vermont-Gaud: lo que diferencia a una institución que tiene éxito de otras que no lo tienen, son, ante todo, las personas, su entusiasmo, su motivación, su creatividad, su honestidad, en tanto que todo lo demás se puede comprar, aprender o copiar.
En función de lo anterior, si una determinada empresa desea aplicar la RSE con propiedad, más vale que no borre con el codo lo que escribe con la mano y, en consecuencia, es preciso que ésta se dedique a respetar y poner en práctica todos aquellos valores que aparecen ligadas a su visión y a su misión como institución. Eso por una parte.
Por otra parte, hay que dejar sentado que si bien el liderazgo no es un concepto moral, desde mi personal punto de vista, si no tiene un componente ético asociado a su práctica, entonces, desde ese mismo instante, se convierte en un liderazgo inane, claramente destructivo y negativo que comienza a corroer y derruir los pilares que componen el armazón de cualquier organización, sea ésta de tipo productiva o de servicios, sea pública o privada.
La psiquiatra francesa Marie-France Hirigoyen es muy clara y enfática cuando señala en sus escritos que es posible “destruir” a una persona (o a un trabajador) por medio de ejercer sobre ella burlas, miradas despectivas, insinuaciones mal intencionadas, por la utilización del sarcasmo y la ironía ácida, a través de esparcir rumores, adoptar actitudes claramente agresivas, así como el uso de las descalificaciones personales, entre otras fórmulas de agresión personal. Ese conjunto de prácticas malsanas es lo que la especialista francesa denomina “acoso moral” –o también “acoso psicológico”– y, para desgracia del ser humano, esta aborrecible práctica se puede dar en las empresas, en la familia o con la pareja. En este sentido, los “acosadores” profesionales son personas perversas que tienen (buscan o quieren) poder, quienes, además no tienen escrúpulo alguno para utilizar y manipular a otras personas, las cuales, para estos sujetos, se convierten en meros objetos instrumentales para llevar a cabo sus planes y objetivos, y sobre quienes descargar su crueldad y maldad, teniendo eso sí, mucho cuidado de resguardar y mantener las apariencias ante otros espectadores. Si estos sujetos se sienten observados, se cuidan de no exceder los límites para no mostrar un comportamiento que pudiera considerarse violento y tóxico.
La pregunta de rigor es ¿quién de nosotros no conoce al tipo de jefe como el que se está describiendo en este escrito? Las opiniones de los trabajadores que revelan los estudios que se han realizado, es que todos aquellos que hemos trabajado durante un tiempo en alguna empresa, conocemos –directa o indirectamente– a ese tipo de sujeto que gusta de torturar a sus subordinados, a ese tipo de individuo, cuya cara de bull-dog y mal humor, se logra percibir en todos los rincones de la oficina y que obliga a muchas personas a desarrollar estrategias de supervivencia que le permitan salir –más o menos indemnes– del maltrato o del trato indigno recibido.
¿Nuestra misión entonces? Estar muy alertas y detectar con rapidez si estamos frente a un "homo sapiens" o bien, ante un "ogro sapiens" con el fin de poder librarnos a tiempo de la posibilidad de ser objeto de sus malas artes y prácticas tóxicas.
Fuente: hidalgocomunicaciones@gmail.com