Las mascotas y los seres humanos: Una relación simbiótica donde prima la emoción y el afecto

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Docente e Investigador UACh

“La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que tratan a sus animales” (Mahatma Gandhi). “Podemos juzgar el corazón de una persona por la forma en que trata a los animales” (Immanuel Kant).

Si hemos leído atentamente las citas con las que se inicia este escrito, nos habremos dado cuenta, que un admirado pensador y político de la India como Gandhi, así como un gran filósofo de origen alemán como Kant, nos entregan dos hermosas visiones en relación con el trato que se da a los animales.

Son visiones complementarias que reflejan la importancia de una pregunta básica y esencial: ¿cómo nos comportamos –o deberíamos comportarnos– nosotros, los seres humanos como raza o especie superior, si realmente queremos ser parte integral de esta “especie superior”?

Uno de los pensamientos que he citado apunta al ser individual, es decir, al corazón del hombre, en tanto que la otra reflexión apunta al corazón de la sociedad en su conjunto. Lo llamativo es que ambos pensadores concluyen lo mismo: tanto el individuo, como la nación a la que pertenece este individuo, serán juzgados de acuerdo con el trato que otorguen a sus animales, sin importar si estamos hablando de un perro, un gato, un caballo, un delfín o cualquier otro animal.

De ahí surge, entonces, la importancia crucial de la tenencia responsable de animales y el enorme caudal de afecto, cariño y amor que podemos recibir de vuelta de parte de aquellas mascotas que tenemos en nuestros hogares. Es por esto, que yo hablo de la existencia de una “relación simbiótica” entre un ser humano y un animal, es decir, una relación de ayuda o asociación íntima entre dos “organismos de especies diferentes” con el fin de beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital.

Hay mucha gente que desconoce, que cuando una persona mira a su perro o a su gato –o cualquier otro animal– con una actitud protectora y de afecto, los niveles de oxitocina se elevan de manera notable al interior del cuerpo humano. La oxitocina es, por excelencia, la hormona del cariño, del amor, de la fidelidad, de la compasión y la confianza.

Para aquellos que no lo saben, es preciso aclarar que cuando alguien se enamora, la hormona que juega un rol crucial en este estado tan “especial” del ser humano es, justamente, la oxitocina. Es por ello, que se la llama la “hormona del amor”. De modo tal, que cuando dos personas se enamoran, sus cerebros liberan grandes cantidades de oxitocina, una hormona que está relacionada directamente con la capacidad de construir relaciones saludables y de largo plazo con las personas, y que ayuda a crear lazos y vínculos interpersonales de carácter duradero.

Se sobreentiende entonces, que el vínculo que se crea entre una mascota y un ser humano es bastante similar y cercano al que experimenta una madre o un padre en relación con su hijo o hija. Se puede hablar –con propiedad– que es una conexión evolutiva que se ha producido en función de tantos años de convivencia cercana entre los humanos y los animales, sea que se trate de perros, gatos, caballos u otros animales.

En algunos casos, este lazo entre un ser humano y una mascota puede ser incluso más fuerte y poderoso que el que desarrollamos con otras personas. Basta con solo observar aquello que sucede cuando alguien que conocemos pierde a su mascota querida: vive un proceso de duelo y de pérdida que es casi calcado al que se experimenta cuando se pierde a un ser querido, con toda la sintomatología concurrente: profunda pena, angustia, tristeza, dolor, llanto. Algunas personas corren el riesgo de entrar, incluso, en depresiones severas que deben ser tratadas con toda la seriedad que el caso amerita. Burlarse de estas personas dolientes por la pérdida de su mascota –o minimizar su pérdida– puede representar una verdadera ofensa para la persona doliente. Usted nunca haga eso. Nunca se burle de estas personas. Por el contrario, ofrezca todo su apoyo y simpatía a quien ha perdido a su mascota favorita. La persona se lo agradecerá.

Es más. En un hecho que ha sido demostrado empíricamente –y que es aceptado por todos aquellos que entienden lo que significa tener una mascota–, la tenencia de una mascota tiene efectos altamente positivos tanto en nuestra salud física, como así también en nuestra salud mental. Para aquellas personas que, por ejemplo, sufren de estrés, o sufren de alguna grave enfermedad del ánimo o de soledad, una mascota puede convertirse en una fuente vital de soporte emocional y, aunque usted no lo crea, también de soporte social.

Estudios científicos recientes sugieren que ciertas mascotas –especialmente los perros– ayudan a establecer relaciones sociales entre los seres humanos que pueden conducir al surgimiento de una relación de amistad duradera entre estas personas, a raíz del acercamiento e interés mutuo por las mascotas de las que son dueños.

En el caso específico de los perros, éstos actuarían como “canalizadores” o “lubricantes sociales”, en el sentido de que propiciarían una relación de amistad entre sus propietarios. ¿Cómo se produce esta condición? Muy sencillo: el acto de preguntar algo acerca de la mascota, aclarar una duda, o decir algo positivo acerca del perro de la otra persona en un paseo en un parque, se convierte en una suerte de “puente comunicacional” entre las dos personas, indistinto del sexo o edad de cada uno de ellos. Y eso siempre será algo positivo, especialmente, para aquellas personas que sufren de un cierto grado de aislamiento o, simplemente, de soledad.

De modo que ya lo sabe: el tener, cuidar y proteger a una mascota no sólo le hace bien a su salud (y a la salud de su mascota), sino que incluso puede conducir a las personas a hacer nuevos amigos y ampliar de manera notable su círculo de amistades. ¿Conclusión final? ¡Una simbiosis maravillosa con resultados extraordinarios que hay que cuidar!

Fuente: flotitoc@gmail.com
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