El consumo de azúcar… ¿un dulce veneno que nos enferma?

Dr. Franco Lotito C. – Académico e Investigador (UACh) - www.aurigaservicios.cl

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“Para tener éxito, no necesitas hacer cosas extraordinarias. Haz cosas ordinarias, extraordinariamente bien… empezando por cuidar tu salud” (Jim Rohn).

El azúcar refinado está presente en una parte importante de los productos que, habitualmente, consumimos hoy en día. Lo que no muchas personas parecen saber, es que desde hace ya varios años, el azúcar refinado está asociado con la aparición y desarrollo de una amplia variedad de enfermedades degenerativas, tales como el cáncer, la diabetes, el sobrepeso y obesidad, trastornos digestivos, problemas bucales, problemas endocrinos y una serie de otros graves trastornos.

Ahora se sabe que la industria azucarera pagó millonarias sumas a investigadores de renombre para que descartaran la influencia del azúcar en una serie de males “modernos”, culpando al consumo de grasas de todas las enfermedades relacionadas con el corazón, la obesidad, la diabetes, el cáncer, etc. Hoy se ha demostrado, que tanto el consumo excesivo de grasas como el de azúcar tienen responsabilidades compartidas en la generación de diversas enfermedades consideradas como “catastróficas”.

Digamos de partida, que el azúcar es un producto refinado y altamente procesado, condición que lo transforma en una sustancia no natural para el organismo humano y que es consumida en exceso por las personas, ya que es uno de los endulzantes más utilizados, tanto por parte de las personas mismas, como así también por la industria alimenticia en una infinita gama de productos. Éste es el primer problema.

El segundo problema, es que para blanquear el azúcar y obtener azúcar blanco refinado, se utilizan diversas sustancias químicas muy corrosivas, tales como el ácido fosfórico, que tiene efectos negativos sobre la salud, lo que determina que el azúcar sólo termine aportando al organismo humano un montón de “calorías vacías”, por cuanto, debido a todos los procesos de fabricación a los que es sometido, pierde todo su valor nutritivo, ya que el azúcar refinado, tal cual lo consumimos nosotros los seres humanos, no se encuentra en la naturaleza, y el organismo presenta una serie de dificultades para poder asimilarlo, provocando severos trastornos cuando es consumida en grandes cantidades o demasiado a menudo (o ambas cosas a la vez).

La razón es muy simple: el azúcar que se encuentra en la naturaleza bajo la forma de frutas y ciertas verduras (choclo, zanahoria, arvejas, etc.) no es azúcar puro propiamente tal, sino que estos alimentos contienen una combinación de diversas sustancias, tales como enzimas, vitaminas y minerales, lo que determina que el producto que proviene de la naturaleza en forma “natural” sea perfectamente digerible y asimilable por nuestro cuerpo. Por el contrario, en el caso de la azúcar refinada, todos los minerales, enzimas y vitaminas se pierden, y lo que se obtiene como producto final es sólo sacarosa, que lo único que aporta al organismo son calorías vacías.

Sin embargo, las “calorías vacías” no representan el único problema, ya que cuando ingerimos azúcar blanco (o sus derivados), nuestro cuerpo se ve forzado a entregar sus propias reservas de minerales, vitaminas y enzimas con el objetivo de poder asimilar el azúcar refinado que hemos consumido, condición, que a su vez, genera una alteración metabólica y una pérdida de los biocatalizadores de los órganos. De ahí que se diga, que en los países más desarrollados, las personas están “sobrealimentadas, pero desnutridas”. Tanto así, que en Europa y Estados Unidos se han detectado varios casos de raquitismo –enfermedad que se creía erradicada– a causa de la falta de vitaminas esenciales, tales como calcio y fósforo.

Recordemos brevemente, que las enzimas son proteínas que están diseñadas para ayudar al organismo humano en el proceso de la digestión, al mismo tiempo que permitir que se produzcan otros procesos químicos en el cuerpo, haciendo éstos más suaves y fáciles. Si bien, hay algunas enzimas que el cuerpo produce por sí mismo, hay otras que deben ser suministradas a través de los alimentos que consumimos. Es así, por ejemplo, que las enzimas presentes en las frutas y verduras representan una de las mejores fuentes para cumplir con este propósito, condición que el azúcar refinado no cumple en absoluto.

Incluso, más. Tres investigadores alemanes escribieron un libro, cuyo título es altamente significativo: “Las células cancerígenas aman el azúcar”, en función de lo cual, una persona podría pensar perfectamente que el consumo excesivo de azúcar puede convertirse en un precursor del cáncer, tal como el azúcar ya se ha convertido en el causante de la pandemia de diabetes y de obesidad que existe a nivel mundial. Sólo en Chile, más del 11% de la población sufre hoy de diabetes, el índice más elevado de Latinoamérica, solo superado por el 12,8% de México.

Pero esto no es todo. Si existe un consumo elevado de azúcar, tanto el corazón, como el hígado y el páncreas se ven afectados, ya que las reservas de vitamina B1 (o tiamina), se hacen insuficientes para efectos de metabolizar esta sustancia vacía, estresando de manera crónica a estos órganos, con las consecuencias que son de esperar. Se sobreentiende, entonces, que consumir productos procesados que están “cargados” de azúcar, tales como las galletas, las tortas, los helados, las bebidas, los dulces, etc., resulta ser dañino para el organismo humano. Otro efecto negativo del azúcar, es su calidad de sustancia altamente ácida –aunque parezca contradictorio–, cuando es metabolizada por el organismo, en función de lo cual, su consumo conduce a dos resultados altamente negativos: (a) una hipoxia (o escasez de oxígeno) y (b) la acidificación de la sangre, dos condiciones que propician el surgimiento de un cáncer, al mismo tiempo que debilitan nuestro sistema inmunológico, bajan nuestras defensas, exponiéndonos, por esta vía a sufrir diversas otras enfermedades autoinmunes y alergias, además de cáncer, obesidad y diabetes.

El lector deberá, asimismo, ser prudente y tener mucha precaución con el consumo de edulcorantes artificiales, como por ejemplo, la sacarina, la sucralosa, el aspartamo (o aspartame, NutraSweet, Equal, etc.), ya que pueden ser tan perjudiciales como el azúcar. Es más: en Canadá, el edulcorante aspartamo (E951) debe llevar obligatoriamente en su etiqueta la advertencia “Puede producir cáncer”, en tanto que en muchos países la sacarina ha sido prohibida por considerársela una sustancia carcinogénica. Adicionalmente, el consumo habitual de aspartamo (E951) –descrito por diversos investigadores como un aditivo neurotóxico y cancerígeno–, ha sido asociado con la aparición de diversas enfermedades de carácter grave, tales como Parkinson, Alzheimer, diabetes, fibromialgia, alergias, etc.

Señalemos finalmente, que nosotros, los adultos, tenemos la obligación de cuidar y proteger a nuestros hijos, y si bien, no se trata de comportarnos como “talibanes radicales del azúcar” y prohibirles todo el consumo de dulce, sí es necesario ser prudentes, y una de las formas de protegerlos, es ser sumamente estricto y cuidadoso con aquello que los niños consumen.

Si bien, una cucharadita de azúcar –que contiene alrededor de 16 calorías– no pareciera tener mucha incidencia en la salud de una persona, el razonamiento adicional que es preciso realizar es: ¿cuántas cucharaditas de azúcar habré consumido al final del día, entre el azúcar en el café, en el té, las galletas, los refrescos, las bebidas azucaradas, los chocolates, los dulces, los pasteles, tortas, jugos artificiales, etc.?



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