A don Guillermo Sáez...

A don Guillermo Sáez le gustaba que le llamaran historiógrafo, palabra que viene del griego y que significa “el que escribe la historia”. Pero además de esto, era agricultor, profesor –del Instituto Matthei-, ornitólogo aficionado, coleccionista de antigüedades y, por supuesto, comunicador, con más de 42 años de trayectoria.

Era tan versátil, que podrían hacerse diez historias de él sin que se topen, así que sólo hablaré del ángulo que conocí más de cerca. Dos eran sus virtudes intelectuales: una capacidad infinita para leer y una privilegiada capacidad de retención de datos, lo que unido a su facilidad para relacionarlos, hacían de él un sabio, muy malas pulgas, pero sabio. Todo lo anterior, sustentaba la manera categórica en que opinaba, lo que le acarreaba muchos enemigos.

Era capaz de identificar, desde su perspectiva, lo que consideraba pecados capitales de los osorninos, entre ellos: falta de intelectualidad, capacidad infinita para hacer comisiones, mesas de trabajo y convenios para la foto -sin resultados reales- nulo recambio generacional en las áreas sensibles de la vida en comunidad, como la política y los gremios, arribismo, etc… A modo de despedida, se dio el gusto de decirlo en su última entrevista a El Austral de Osorno, publicada este sábado.

Lo conocí en los 90, cuando él era director de Radio Sago y ya a esas alturas eterno comisario de la SAGOFisur, la que con mucho orgullo le había correspondido resucitar en 1985, luego de la crisis económica del 82.

Pero nos hicimos amigos recién en este siglo. Cuando se alejó de los micrófonos de Radio Sago, comencé a conversar con él en la calle, luego de que se me acercó en mi calidad de marido de la “chica Vásquez”, a quien le supervisó la práctica en la Radio Sago año 2000. Haré justicia con las palabras que me decía de manera amistosa, con su tono suave y delicado. Según él, en el diario –conmigo como responsable, porque ya era jefe de Informaciones- estábamos preocupados de puras huevadas y les dábamos demasiada tribuna a huevones ignorantes, por lo que éramos cómplices de tanta huevada que pasaba en la provincia. Me decía que los periodistas debíamos ser los tábanos socráticos y no meros replicadores de huevadas –no recuerdo bien el orden de las muchas huevadas malas que según él hacíamos, pero era más o menos ese-.

Como la mayoría de la gente arrancaba de su tierna sinceridad o lo mandaba a la cresta de vuelta, le invité a que me escribiera todas las propuestas de reportajes que, desde su perspectiva, mejorarían el diario.

Se sorprendió con la invitación, pero empezó a cumplir religiosamente. Debe haber sido el año 2004 cuando propuso escribir el reportaje “Círculos de Influencia”, para desnudar cuáles eran los equipos que rodeaban a los candidatos a alcalde. Llegó con un diagrama y ayudó a Alexis Keim a sacarlo adelante, claro que la nota le penó por años, así que yo no diría que fue un debut triunfal.

Ya en 2006, recuerdo haberlo visto llegar con alrededor de 40 propuestas de temas a desarrollar, no recuerdo si a máquina o en una hoja de computador-, para que formaran parte del Temas y Reportajes (T&R), hoy Reportajes a secas.

Le di las gracias y empecé a encargar los temas. La mayoría eran de difícil ejecución y, por lo tanto, lentamente, comenzó a involucrarse en la elaboración de los mismos y a levantarse como una figura habitual de la sala de redacción. Gonzalo Canales, jefe de Informaciones del Diario, se transformó también en el “coordinador general de las inagotables ideas del Wilo”.

A medida que toda esa información acumulada por años en su cabeza comenzó a fluir en las notas, se fue apaciguando la severidad de sus juicios, aunque a medias, porque cuando uno de los temas propuestos por él no salía con la profundidad que esperaba, reclamaba.

Un día le pregunté qué cosa era él. Y me dijo que era historiógrafo. En su idioma, le respondí que no huevee, porque el historiógrafo escribe y yo no le había visto escribir ni una huevada todavía… No recuerdo cuál fue el primero que salió con su firma. Alexis Keim me decía hoy que fue el reportaje sobre el Oro Nazi que desmentía una nota salida en TVN que “decía puras huevadas”, según don Wilo.

Guido Rodríguez, por ese entonces editor de Ediciones Especiales, le abrió también la ventana de la Revista Agrícola y así pudo comenzó a colaborar allí con otros temas del área que siempre le apasionó. Su conocimiento, por fin, fluía e iba quedando testimonio de él.

En 2006, formó el Comité de Osorninos Por Osorno (Copo) para oponerse a la formación de la Región de Los Ríos y sin duda fue un actor clave para mover a casi 21 mil personas votando el 19 de noviembre de ese año. A esas alturas, “los cabros”, como les decía él, lo hueviaban de vuelta: “¿no que los comités y comisiones no servían para ni una huevá?”.

También formó parte de una comisión para que hagamos el queso más grande del mundo, claro que en ese intento fallido lo metí yo.

Hacia 2007, John Müller nos propuso desde España la creación de “La Máquina del Tiempo”, la que vio la luz en octubre de ese año, con una nota de su propia autoría. A la semana siguiente, recibimos una colaboración de mi padre con una foto de un incendio de calle Los Carrera y esperábamos que los osorninos comenzaran a enviar muchas fotografías, pero no pasó nada. Nos juntamos con Gonzalo Canales y Bardhy López para ver qué hacíamos con la sección, ya que si no llegaban fotos históricas, habría que encargarle el tema como tarea fija a un periodista.

Fue entonces que en su calidad de “coordinador de Wilo”, Gonzalo Canales tuvo una idea espectacular: “¡Que el Wilo haga La Máquina del Tiempo!” y lo ubicó en el computador del corrector de prueba para que trabaje ahí –ad honorem- durante las mañanas. De eso han pasado casi 10 años y no hubo ningún domingo hasta este que acaba de pasar, en que sus fieles lectores no vieran sus escritos. Por supuesto que siempre trataba de pasar goles: hechos históricos difusos para hacerle una talla simpática a un amigo o una pesada broma a un enemigo… Varios se nos pasaron colados y tuve que llamarle para retarlo. “Nunca más, hijito”, decía con la picardía del que lo volvería a hacer al instante.

Nos embarcamos luego en la publicación por fascículos del libro “Hitos: Historia de la provincia de Osorno”, del profesor Gröthe. Para evitar reclamos posteriores, le pedí a don Wilo y al historiador Rodrigo Rodríguez que actuaran como editores… Juntar a ambas mentes fue un privilegio que permitió sacar un producto de tremenda calidad. En 2008, la edición de la revista sobre los 450 años de la Historia de Osorno volvió a contar con su mano.

Escribir lo calmaba. Era, formalmente, un historiógrafo.

Guillermo Sáez era un enamorado de la antigua grandeza de Osorno y de sus “pro hombres”, como le gustaba recordar. Testigo del tiempo, soñaba un día con poder contar la historia de su querida SAGO. El proyecto vio la luz en abril de este año y no habría sido posible sin él. Para asegurarme que estuviera a la altura de lo que él esperaba, y sobre todo que no me reclamara después, escribí el texto base y se lo entregué para que él fuera el editor general, corrigiera y eligiera las fotos que saldrían de su inagotable archivo personal, invirtiendo los papeles que tuvimos cuando estábamos en el diario. Fue la mejor decisión para que la revista haya salido bien y es una pena que no la pueda ver en noviembre convertida en libro.

Profesores universitarios, tesistas de diversas casas de estudios, personas naturales, recurrían a él detrás de sus infinitos conocimientos que compartía generosamente como aquel que tiene plena conciencia de que tiene poco tiempo.

Vi la transformación de don Wilo desde un “tábano”, al abuelito de “los chicos”. Pocos de los muchos que aún le critican, podrían imaginar lo que era él para esa sala de redacción y lo que él representaba para todos. Estoy seguro que todos los chicos le echarán mucho de menos.

Con más de 500 páginas de Máquinas del Tiempo escritas, y un sinnúmero de colaboraciones que permitieron rescatar la historia de nuestra provincia, desde la óptica social y económica, don Wilo se graduó en esta última década como un prolífico historiógrafo al que le quedaba mucho aún por escribir.

Esta tarde, cerca del lugar donde falleció, Alexis Keim me recordó el día que, entre bromas, me dijo que yo le escriba unas palabras cuando muera. Y me acordé de lo que inmediatamente le contesté: “¿para que después te levantes de la tumba y vengas a corregírmelo? Ni cagando”. Lo escribo con las ganas de que me venga a corregir y que cumpla los muchos sueños que aún le quedaban por realizar. Un abrazo, gracias por todo.


Por
Ricardo Alt Hayal
Ex Director Diario Austral Osorno
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