La pasión por la camiseta nunca muere

Al escuchar la entrevista realizada por Alvaro Torres, mi compañero de Toros Osorno Podcast, a Roberto Saavedra, presidente de Osorno Básquetbol, en el Estudio 25 de PL, volvió a mi mente el viejo axioma que “la pasión por la camiseta nunca muere”. En este caso por la del básquetbol.

Los que alguna vez intentamos jugar en equipo con la pelota naranja, sin importar el resultado final o si llegaste o no a la profesionalidad, sentimos que la pasión por la camiseta nunca muere. Los colores se llevan en el alma grabados para siempre. Pase lo que pase. Es cuestión de sentimiento, de emociones, mucho más allá de la racionalidad.

En mi época, cuando me puse la camiseta del Club Social y Deportivo Defensores de Banfield, en abril de 1971, cuando no llevaba ni tu nombre ni apellido ni apodo, sólo un número, para enfrentar al Atlético Ezeiza, de visitante, me sentí importante, orgulloso, único y bendecido. Era mi primer partido. Jugaba de base con el “5” pequeño en el pecho, el “5” grande es la espalda y sin publicidad. La indicación principal del “Profe” Lacroze fue:
“Pibe escucha siempre el aliento de la tribuna; escucha mi voz, lo que te diga y principalmente, escucha tu interior, tu alma de jugador, tu amor por la camiseta. Mira sólo el perímetro de juego, nada más. Tú eres el dueño del juego”.
En ese instante cuando hicieron el primer salto y recibí la pelota para distribuir el juego, inspiré profundo y me dije. “Ahora depende de vos, Medrano”. Así fue. En ese instante, sentí lo que era la pasión. Esa pasión que llevo conmigo, desde ese día y que juega muchas veces con mis emociones, con mi nostalgia y en este preciso instante con mis recuerdos.

Si llegaste a leer este párrafo te estarás preguntando qué tiene que ver con Roberto Saavedra y la entrevista de Alvarito. Mucho. Muchísimo. Es una introducción para llegar a motivarte a través de tu pasión por la camiseta del Club Osorno Básquetbol, a asistir al estadio.

Sin el aliento del público, un encuentro sólo es un partido amistoso por los puntos. La voz del “hincha” aguza los sentidos, te potencia, te eleva mucho más alto que tus rivales. No importa cuánto mides ni la altura de tu rival.

Hagamos un ejercicio con la memoria. ¿Recuerdas al jugador más bajito de la NBA? Te ayudo. Fue Muggsy Bogues, de 1,58 de estatura, aunque algunos sitios afirman que medía 1,60. Centímetros más, centímetros menos. No es lo importante. Bogues, jugando para los Bullets tuvo de compañero a Manute Bol, uno de los jugadores más altos en la historia de la NBA, que medía 2,31. ¡Sí, 2,31! Pequeña gran diferencia. Esa diferencia de estatura no era diferencia en el juego. Se complementaban. Eran compañeros de equipo.

¿Por qué el ejemplo? Porque tal vez tú, hincha de Osorno Básquetbol, te sientas como si fueras Bogues al lado de Bol, cuando te comparas con el equipo de Las Ánimas. Puede ser, después de los resultados del pasado fin de semana. Si Bogues pudo jugar 14 años en la NBA, ¿por qué Osorno Básquetbol, no puede aspirar a los play offs del 2019? Sí que puede. Quedan 10 partidos para lograrlo. ¿Qué la tarea no es fácil? Si fuese fácil, los estadios estarían repletos, la espera no sería angustiante y sólo habría “caritas de feliz cumpleaños”.

Me dirás que hay un extranjero menos, que el club debe millones, que la entradas son caras, que los horarios de los partidos… En fin, muchas excusas para no asistir al estadio.

Los jugadores necesitan de tu aliento, de tu voz, de tus gritos, de tus movimientos, de tu genialidad y originalidad en tus cánticos. Los jugadores necesitan ese “empujoncito” emocional para cumplir su objetivo. Ningún jugador entra a la cancha a perder. Todos quieren ganar, más allá del rival. Ganar. Ponerse la corona de “ganador” y sonreír con el rostro, con el alma.

Pero te necesita a tí.

Hoy siento que esto se puede revertir. Veo muchos niños, que entran gratis -gracias a Dios- al estadio, que están anidando la pasión por la camiseta. Más allá del exitismo de sus padres y el constante mal humor ante los pésimos resultados. Los niños están “anidando” la pasión por los colores de su camiseta. Para ellos es un juego y un objetivo, sin saberlo aún. Como esa pasión que vive en mí, desde es el partido contra Atlético Ezeiza.

Esa pasión que me llevó a escribir este bosquejo de invitación a que asistas al estadio a alentar, a motivar, a disfrutar de un encuentro de básquetbol junto a tus hijos, a tu familia o a tus amigos. Es la pasión que quiero despertar en tí. No murió. No se alejó ni se fue con otro. Está simplemente dormida.

Sí, ya sé. Ahora estarás pensando en el precio de las entradas, en los últimos resultados y en la posición en la tabla. Es cierto. No estamos en el mejor lugar ni el momento ideal. Es lo que tenemos. Pero si nos conformamos con eso. Estaremos fuera de la lucha. Ahora es el momento del segundo esfuerzo, del que tanto hablan y escriben los deportistas y los entrenadores.

¿Cuál es tu segundo esfuerzo? Cambiar dos piscolas, por la entrada al estadio. Suspender una botellita de licor por semana, por la entrada al estadio. Podría darte más ejemplos, pero no soy Pastor ni quiero convencer a nadie. Sólo quiero invitarte a ir al estadio.

No puedo dejar pasar la situación del club. Hay muchas cosas que resolver, es cierto. Está en manos del presidente y la directiva, en el momento en que escribo estas líneas. Roberto Saavedra esbozó al final de la nota, algo así como la refundación del club. Me tomo de esa escueta frase o simplemente deseo, expresado en voz alta.

Cómo escribiera alguna vez, el periodista, filósofo y político italiano, Antonio Gramsci, de lectura obligatoria en las clases de Economía Política, sobre la crisis. “La crisis consiste, justamente, en lo que viejo muere y lo nuevo no puede nacer”.

Traducido al lenguaje vernáculo, Osorno Básquetbol está en crisis. Para que lo nuevo pueda nacer, hay que “matar suavemente” el pasado y el presente, para volver a creer. Hay que buscar las soluciones, entre todos, para que que no sigamos lamentándonos de manera exitista, por los resultados.

Si no eres parte de la solución, eres parte del problema. Para ser parte de la solución puedes ir el próximo fin de semana al estadio. Dejar que la pasión aflore, contagie, se haga sentir y te permita seguir soñando. Para que Los Toros sean mucho más que un monumento en la Plaza de Armas de Osorno, en donde los visitantes se sacan fotos.

La pasión es como un tatuaje invisible que no se adhiere a tu piel, sino a tu alma de hincha del Osorno Básquetbol. Y eso lo llevarás de por vida. Será tu orgullo y tu norte permanente.


Por: Hugo Medrano

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