La Navidad en nuestro tiempo y su verdadero significado

La Navidad en nuestro tiempo y su verdadero significado
Por Freddy Wömpner, Economista y Escritor. Director del Instituto Humanismo Cristiano

Los tiempos modernos y la fuerte propaganda comercial previa a las fiestas de fin de año incitan masivamente al consumo como si fuese la mejor fórmula para asegurar la alegría y felicidad que se desea en navidad. Todo esto ha llevado a que gran parte de las personas, olviden el sentido original de la Navidad y sustituyan su significado por costumbres y alegorías importadas como son Santa Claus, los renos, el trineo y los regalos.

Si bien es necesario reconocer que los niños son los que mejor lo pasan en esta fecha, no hay que perder de vista que al enfocar la Navidad de esta única forma estamos avalando la idea de la preponderancia del consumismo como un valor social que trae aparejado la felicidad de las personas, enfoque que puede ser muy peligroso para una sociedad y sobre todo para las futuras generaciones.

Recordemos que la esencia de la Navidad está en el compartir con la familia y la celebración del nacimiento de Jesucristo, lo que está presente en al menos en 174 países de los 201 existentes que celebran la navidad, considerándola como una época de tradición familiar, de encuentro, reconciliación, peticiones de paz, amor y prosperidad, que surgió para conmemorar el nacimiento de Jesucristo (la llegada del Niño Dios).

Sin embargo, la esencia de esta festividad se ha ido perdiendo con el tiempo, y es que la tendencia al consumo imperante en el mundo ha transformado lo religioso y espiritual en una ocasión para que la vanidad salga a relucir. La relación que se le ha dado a esta época del año con los regalos, la ropa nueva, los decorados de las casas y las grandes cenas y fiestas, ha traspasado la frontera de lo religioso y se ha convertido en una época de gran consumismo. De tal forma que el gasto de las familias alrededor del mundo se dispara con la llegada de esta fecha, debido a que se ha conseguido instaurar en las cabezas de los consumidores la idea de que para celebrar la Navidad es ineludible ir de compras, sin dejar de mencionar que la fiebre de la Navidad puede incluso arrastrar a muchos al endeudamiento o a la solicitud de anticipos en sus trabajos. Por lo general, lo que impera en la decisión de gastar tanto dinero en esta época es el no querer dejar sin regalos a sus familiares y amigos, y gastar una alta suma de dinero en las fiestas navideñas pareciera ser la certificación de amor hacia los hijos, parejas, madres, padres, entre otros.

Por otro lado para las personas de más escasos recursos esta época puede resultar muy triste o simplemente no poder celebrar la Navidad. En este caso su condición económica no les permite siquiera hacer una modesta cena navideña, mucho menos comprar ropa, juguetes o adornos. Recordemos que según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el Banco Mundial, cerca de mil millones de personas en el planeta viven en pobreza extrema.

En Chile, con los acontecimientos de los últimos meses en relación al estallido social y las demandas de diversos sectores, esta fecha tendrá un sabor distinto a otros años y muchos utilizarán la oportunidad para resaltar las diferencias sociales y atacar el modelo económico, como si la Navidad fuese también un tema político. Y esto no puede estar más equivocado.

Sin embargo la Navidad no es solo un acontecimiento histórico, sino que trae aparejado un mensaje de liberación universal, donde los auténticos cristianos pueden encontrar en esta celebración un camino interior, dibujado en analogías y parábolas. En este sentido, su significado simbólico hace referencia al triunfo del amor y el espíritu por sobre el mundo material con sus imperfecciones, errores y bajas pasiones.

La Navidad nos ilustra cómo Jesús, la fuerza espiritual que puede cambiar el mundo, debe nacer en nosotros, en nuestro pequeño mundo. De esta forma, el pesebre de la posada de Belén es una alegoría a nuestro propio corazón, donde las bajas pasiones como el orgullo, la envidia, el egoísmo, el rencor, etcétera, son representados por los animales que estaban presentes en el lugar, los pastorcillos representan las virtudes como la humildad, la sencillez, el servicio, la ayuda y la alegría de los corazones bondadosos, mientras que María y José representan un modelo de familia a seguir e imitar y demuestran nuestra condición de hijos de un padre-madre creador o Dios, en tanto que la estrella de Belén nos indica la alineación de un Universo que reconoce la gloria y trascendencia del momento, y lo exalta en señal de celebración.

Todo lo anterior es una invitación a que no olvidemos el verdadero sentido de la Navidad y tratemos de vivirla con fe y amor, sin importar cual sea la cena que se prepare o el regalo a recibir, sino que valoremos lo que realmente tiene importancia en la vida, el compartir con la familia y los amigos, agradecer la salud y todas las bendiciones recibidas, ser generosos y amables con todas las personas, y realizar cada vez que podamos, una buena acción o un acto de bondad. De esta forma estaremos invitando a Jesús a nacer también en nuestro corazón.

¡Feliz Navidad a todos mis lectores!


Fuente de la información: Freddy Wömpner
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