¿Sabe usted por qué razón enfermamos?

¿Sabe usted por qué razón enfermamos?
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)


“Hay enfermedades del alma, que son mucho más perniciosas que las enfermedades del cuerpo” (Cicerón, filósofo, escritor y orador romano del siglo I antes de Cristo).

Los médicos definen a la enfermedad como una alteración (o un trastorno) del organismo –que puede ser leve o grave– y que afecta a alguna de las partes de nuestro cuerpo, ya sea como consecuencia de una causa interna, o bien, por causa de un factor externo.

Otros investigadores que trabajan en el ámbito de la psicología, señalan que la enfermedad es algo que perturba y que daña a una persona en el ámbito psicológico, pero que luego termina repercutiendo directamente en el plano físico-orgánico, siendo una condición de salud que no resulta fácil de combatir o eliminar.

La razón de destacar estas dos visiones acerca de la enfermedad, es muy sencilla. Las personas no sólo enferman –y mueren– como consecuencia de males tales como: accidentes cardio y cerebrovasculares, diabetes, cáncer, Alzheimer, a raíz de llevar una vida muy sedentaria –con nula actividad física, con sobrepeso y obesidad incluida–, por mantener una dieta desequilibrada o a base de comida chatarra, etc., sino que también hay una serie de factores que tienen una gran influencia en por qué razón una persona puede terminar enferma. Tengamos presente, que nuestra mente tiene una gran influencia sobre el cuerpo, y las enfermedades –más a menudo de lo que uno cree–, tienen su origen allí.

Analicemos, a continuación, algunos de los factores y circunstancias que llevan a las personas a enfermarse, sin la necesidad de que así sea:

  1. El acto de reprimir las emociones: el concepto “reprimir”, alude al hecho de impedir que un sentimiento, emoción o estado de ánimo se muestre o se exprese en forma abierta ante los demás, tales como por ejemplo: (a) el acto de reprimir la rabia que uno siente ante una determinada situación que nos afecta, (b) la frustración que se experimenta ante un objetivo que no se pudo cumplir o (c) el deseo de expresar una opinión personal acerca de algo que nos afecta directamente, que queda atragantada en la garganta y que amarga al sujeto, etc. Al respecto, hay que aprender que una persona tiene todo el derecho de expresar sus sentimientos, opiniones y emociones que la embargan, mientras lo haga de una manera adecuada, respetuosa y cuando la ocasión lo amerita, sin necesidad de ofender, dañar ni herir a las personas que uno tiene al frente: esto se llama “aprender a ser asertivo”. De otra forma, estaríamos comportándonos como personas sin autocontrol de impulsos. 
  2. Por renunciar a los propios sueños: todos nosotros tenemos nuestras metas y sueños que queremos cumplir, sin embargo, en el momento mismo que decidimos renunciar a ellos –por las razones que sean– de inmediato nuestro cerebro nos clava en nuestro cuerpo una espina imposible de extraer, que se entierra cada vez más y que con el pasar del tiempo comienza a infectarse y a supurar, facilitando aquellas enfermedades del alma llamadas “enfermedades psicosomáticas”. 
  3. Por la mala costumbre de rodearnos de personas tóxicas: la toxicidad alude a la capacidad de una sustancia química de producir efectos perjudiciales sobre un ser vivo al entrar en contacto con dicha sustancia. Pues bien, al igual que estas “sustancias tóxicas” también existen –lamentablemente– las “personas tóxicas”, ya sea que se trate de familiares, parientes cercanos o de sujetos disfrazados de “amigos”, quienes se transforman en verdaderos “vampiros emocionales” que se dedican a absorber nuestra energía interna, nuestra fuerza de voluntad, nuestra motivación, hasta hacernos la vida imposible. En estos casos, la única salida posible es deshacernos cuanto antes de estos sujetos tóxicos, de otra manera, usted corre el serio riesgo de terminar gravemente enfermo o en una clínica psiquiátrica. 
  4. Por guardar rencores y no saber perdonar: el filósofo chino Confucio, decía ya en el siglo V antes de Cristo, que si una persona iba a vivir una vida llena de rencores buscando la venganza en contra de aquél que nos hizo daño, entonces era mejor que comenzara a cavar dos tumbas: una para el enemigo y otra para uno mismo. La razón es muy simple: el rencor es una emoción muy negativa y destructiva, ya que envenena, no sólo el alma de las personas, sino que también el cuerpo con hormonas que dañan el organismo, tales como el cortisol, adrenalina, noradrenalina, etc., en lugar de “bañar” al organismo con las llamadas “hormonas de la felicidad”: occitocina, serotonina, melatonina, endorfinas, etc. El hecho de ser capaz de olvidar –¡y perdonar!– a aquél sujeto infeliz que nos ha hecho daño, nuestro cerebro lo interpreta de manera absolutamente positiva y nos regala, precisamente, con un baño de hormonas de la felicidad. De paso, tengamos siempre presente, que si hemos sido nosotros los causantes del daño a terceros, seamos capaces de pedir perdón. 
  5. Por vivir pensando en el pasado y no saber soltar a tiempo aquellas cosas que nos hacen daño: el hecho de quedarnos “pegados” en el pasado, pensando en todo aquello que pudo ser y que no fue, puede convertirse en nuestra mente en una verdadera pesadilla recurrente que no nos deja un minuto en paz. Es por ello, que otro aprendizaje importante que hay que hacer, es el de saber soltar a tiempo aquello que no pudo ser y concentrarnos de ahora en más en aquello que sí puedo concretar y que depende de mí poder hacerlo, sin que importe mucho la edad que uno tenga. En este sentido, es preciso mantener en nuestra conciencia el hecho que somos nosotros los principales arquitectos de nuestro propio destino, y el deseo de atribuir a terceros las culpas –o la responsabilidad– por lo que nos pasa a nosotros, no tiene mucho sentido, ni tampoco nos ayuda en nada en el deseo de avanzar, crecer y encontrar nuestra cuota de felicidad que nos merecemos.




Ahora bien, de acuerdo con las investigaciones del endocrinólogo de origen hindú, el Dr. Deepak Chopra, la bioquímica del cuerpo vendría a ser el producto resultante de la conciencia, por cuanto, las creencias, pensamientos, emociones y sentimientos que experimentamos, producen reacciones químicas al interior de nuestro organismo que sustentan la vida de nuestras células, cuando lo que experimentamos tiene una causa u origen de carácter positivo. Por el contrario, cuando el evento es de carácter negativo, las reacciones químicas son, simplemente, (auto)destructivas.

Y así como podemos enfermar a nuestro organismo, también lo podemos sanar. En este sentido, podemos decir que nuestro cuerpo es la mejor farmacia del mundo, ya que cuando la persona se siente bien y recupera su estado interno de paz y armonía, en este caso, produce de manera natural tranquilizantes, sustancias y medicamentos anti-cancerígenos bajo la forma de las “hormonas de la felicidad” antes señaladas y, lo mejor de todo, en las dosis perfectas y, además, gratis.

Hipócrates, médico de la antigüedad, decía que si una persona deseaba tener una buena salud, primero debía preguntarse si estaba listo para eliminar las razones de su enfermedad. Sólo entonces sería factible prestarle ayuda.

Digamos, finalmente, que habría que tener muy presente las sabias palabras de don Ramón, el conocido personajes del Chavo del Ocho, quién repetía incansablemente, que… “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.

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