"Desolación"
🔵Por Ricardo Behrend Exss.
Cierro los ojos, respiro profundo, me pierdo en el silencio del bosque. Sólo escucho el armonioso sonido del viento que alborota mi memoria. Oigo el cantar de cientos de aves que nada razonan de humanos. A lo lejos, bajando hacia el río, alcanzo a divisar grandes máquinas exasperadas que van por su cometido. Y me detengo… ¿Será justo que nuestros niños deban ser testigos de este atropello?
Confundidos están pellines, laureles, arrayanes, pataguas, que perciben entre sus profundas raíces el dolor, cuando un estridente rugir de despiadadas máquinas arremeten sin tregua. Temen transformarse en secos esqueletos de madera, testigos mudos del abuso de la ambición del hombre.
Una lechuza mira perturbada. No entiende qué sucede. Los pitios temerosos, arrancan. Se pierden. Unos desconcertados picaflores no encuentran sus quintrales. Todos juntos deciden volar alto y perderse cuando el aire se confunde con polvo. Un intranquilo martín pescador, llora porque su río Pilmaiquén ya no es el mismo. Deciden marcharse. Más no sé si regresarán. Me siento tremendamente solo. A ratos, rendido. Una implacable mole de cemento les ha dicho que este lugar ya no les pertenece. Que deben emigrar. Probablemente destinados a desaparecer. Y nuestras próximas generaciones, habrán sido privadas de la real magnificencia de la vida en esta tierra.
Mi nombre es Ricardo. Soy hijo, padre y abuelo. Agricultor por herencia y vocación. No conozco otra vida más que la del campo. Nací y crecí entre ríos y bosques, animales y cantos de aves. La corriente del Pilmaiquén fue mudo declarante de los momentos más hermosos de mi vida.
Cierro los ojos, respiro profundo, me pierdo en el silencio del bosque. Sólo escucho el armonioso sonido del viento que alborota mi memoria. Oigo el cantar de cientos de aves que nada razonan de humanos. A lo lejos, bajando hacia el río, alcanzo a divisar grandes máquinas exasperadas que van por su cometido. Y me detengo… ¿Será justo que nuestros niños deban ser testigos de este atropello?
Confundidos están pellines, laureles, arrayanes, pataguas, que perciben entre sus profundas raíces el dolor, cuando un estridente rugir de despiadadas máquinas arremeten sin tregua. Temen transformarse en secos esqueletos de madera, testigos mudos del abuso de la ambición del hombre.
Una lechuza mira perturbada. No entiende qué sucede. Los pitios temerosos, arrancan. Se pierden. Unos desconcertados picaflores no encuentran sus quintrales. Todos juntos deciden volar alto y perderse cuando el aire se confunde con polvo. Un intranquilo martín pescador, llora porque su río Pilmaiquén ya no es el mismo. Deciden marcharse. Más no sé si regresarán. Me siento tremendamente solo. A ratos, rendido. Una implacable mole de cemento les ha dicho que este lugar ya no les pertenece. Que deben emigrar. Probablemente destinados a desaparecer. Y nuestras próximas generaciones, habrán sido privadas de la real magnificencia de la vida en esta tierra.
Mi nombre es Ricardo. Soy hijo, padre y abuelo. Agricultor por herencia y vocación. No conozco otra vida más que la del campo. Nací y crecí entre ríos y bosques, animales y cantos de aves. La corriente del Pilmaiquén fue mudo declarante de los momentos más hermosos de mi vida.
Hoy, a mis 65 años, intento dar una lucha contra un gigante: un insistente poderoso que superpone y justifica la jerarquía de un megaproyecto hidroeléctrico, de trascendencia nacional para el enriquecimiento de algunos, por sobre la exterminación de un ecosistema nativo invaluable. Un pulmón de vida.
Observo a diario cómo este paraíso es desolado. Pilmaiquén S.A., protagonista de este atentado, insiste en señalar que nada cambiará. Que el proyecto hidroeléctrico “Los Lagos” opera bajo todos los estándares legales vigentes. Que nuestro cordón biológico está a salvo. Pero yo sigo sin dormir, dando la pelea… y les pregunto a ustedes ¿puede verdaderamente existir algún plan de mitigación que termine con el dolor del exterminio de nuestra prístina tierra?
De momento sólo resta sentarme a escuchar a la pequeña y confundida golondrina (Pilmaiquén en mapudungún) que se aleja no sólo con su canto, sino también con la incertidumbre de no saber si la próxima primavera, podrá regresar a su nido.
Fuente: Carmen Gloria Valenzuela Chelén - carmenvalenzuelachelen@gmail.com
Observo a diario cómo este paraíso es desolado. Pilmaiquén S.A., protagonista de este atentado, insiste en señalar que nada cambiará. Que el proyecto hidroeléctrico “Los Lagos” opera bajo todos los estándares legales vigentes. Que nuestro cordón biológico está a salvo. Pero yo sigo sin dormir, dando la pelea… y les pregunto a ustedes ¿puede verdaderamente existir algún plan de mitigación que termine con el dolor del exterminio de nuestra prístina tierra?
De momento sólo resta sentarme a escuchar a la pequeña y confundida golondrina (Pilmaiquén en mapudungún) que se aleja no sólo con su canto, sino también con la incertidumbre de no saber si la próxima primavera, podrá regresar a su nido.
Fuente: Carmen Gloria Valenzuela Chelén - carmenvalenzuelachelen@gmail.com