La historia de Mónica Oettinger, la líder gremial que se forjó en la adversidad
Hace ocho años, un repentino giro del destino obligó a Mónica Oettinger, profesional del área de la administración y el corretaje de propiedades, a tomar las riendas del campo lechero familiar en Máfil, Región de Los Ríos. El fallecimiento de su padre la enfrentó a un mundo que, si bien conocía desde la infancia, nunca pensó liderar. Esta experiencia, marcada por el "prueba y error", no solo la convirtió en agricultora, sino que la impulsó a buscar apoyo en el mundo gremial, iniciando un camino que hoy la tiene como la primera mujer presidenta de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Los Ríos (SAVAL FG) en 80 años , vicepresidenta de Fedeleche y, recientemente, directora de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA).
La vida de Mónica Oettinger, nacida y criada en Valdivia, transcurría entre proyectos inmobiliarios, empresas de telecomunicaciones y el rubro de la construcción. Aunque hija de agricultor y con recuerdos de infancia ligados a la vida rural, su carrera profesional se había desarrollado lejos de la ganadería. Sin embargo, hace ocho años, la muerte súbita de su padre lo cambió todo. "Fue así como de la noche a la mañana es como tienes vacas, una lechería, hay trabajadores, hay que seguir, hay que pagar", relató Oettinger en una reciente entrevista.
Junto a sus dos hermanos, debió asumir un negocio del que no eran parte activa. El desafío fue mayúsculo, especialmente al tratar de descifrar el sistema de trabajo de su padre, un agricultor "muy a la antigua, muy de cuadernos". La tarea de ordenar las finanzas y la operación del campo recayó principalmente en ella. "Pasé días, pasé noches abriendo papelitos, sobrecitos, para ver si alguna cosa era importante", recuerda sobre el proceso de desentrañar los archivos que su padre guardaba celosamente en un "mueble negro" que era su centro de operaciones.
El primer gran paso fue organizar el patrimonio. El campo original era una propiedad familiar compartida con sus tíos, por lo que fue necesario iniciar un proceso de división que demoró cerca de tres años. "Lo más práctico, y para que nosotros también pudiéramos saber qué era lo real en donde estábamos pisando, fue partir el campo", explica. Una vez definida su porción, comenzó la reestructuración productiva. Se modernizaron prácticas, se optó por vender los terneros machos y enfocarse exclusivamente en la recría de hembras para reposición, un proceso que, admite, tuvo una curva de aprendizaje compleja y costosa. "Sacamos vacas viejas, que daban leche, y metimos vacas nuevas, y claro, eso nos costó lucas", comenta sobre los primeros tropiezos.
Fue precisamente la sensación de vulnerabilidad y la necesidad de conocimiento lo que la llevó a las puertas del asociacionismo. "De ahí empezó mi inquietud por el tema gremial. Tengo que asociarme a algo, alguien que me ayude", afirma. Tras un paso por otra agrupación, fue contactada por la Sociedad Agrícola y Ganadera de Valdivia (SAVAL), donde encontró un espacio que abarcaba diversas áreas del agro.
Su ascenso fue rápido. Tras un año en el directorio, fue elegida presidenta, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar dicho cargo en los 80 años de historia de la institución. Recientemente fue reelegida para un nuevo período de dos años. Desde esa plataforma, su influencia se expandió a nivel nacional, siendo elegida vicepresidenta de la Federación Gremial Nacional de Productores de Leche (Fedeleche) y, hace poco, directora de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), la principal organización del agro chileno.
Actualmente, SAVAL FG representa a cerca de 90 socios agricultores directos y a otros 90 de forma indirecta a través de gremios asociados como Apro Bosque, Ganafact y productores de lúpulo, entre otros.
Desde su doble rol de productora y dirigente, Oettinger aborda los complejos desafíos que enfrenta la agricultura. Uno de los más urgentes, señala, es el avance de la parcelación de predios agrícolas. "La ciudad se fue metiendo al campo y da una pena. Es terrible, porque al final empieza el tema de los perros, el tema de la siembra, la fumigación y todas estas nuevas normativas", advierte. Sostiene que los agricultores son "los más preocupados de cuidar la tierra" y los animales, y ve con preocupación cómo la presión urbana impone regulaciones cada vez más estrictas.
Otro punto crítico es el recambio generacional, un proceso que califica como "lento". Atribuye parte del problema a la imagen de sacrificio y dificultad que por años ha rodeado al sector. "Uno vio toda la vida a los papás quejándose que el campo, que el campo...", reflexiona.
Para asegurar el futuro, tanto de su propio campo como del sector, apuesta por la tecnología y la profesionalización. En su propia lechería, la decisión de incorporarse como cooperados a Colun, aunque implicó un importante endeudamiento, les ha dado acceso a herramientas de gestión, asesoría y un modelo de negocio más sólido. A nivel gremial, SAVAL impulsa la vinculación con instituciones educativas como el CFT de Los Ríos y universidades para formar técnicos especializados que vean en el campo una alternativa de carrera atractiva y moderna. "El trabajo del campo cada vez es más tecnológico", concluye.
El futuro de su campo familiar aún es incierto. Con un hijo de 27 años desarrollando su carrera en Australia y un sobrino de 8, la continuidad no está garantizada. Sin embargo, la historia de Mónica Oettinger demuestra que, a veces, los caminos más inesperados son los que forjan los liderazgos más sólidos.
Fuente información: Rocío Gambra
La vida de Mónica Oettinger, nacida y criada en Valdivia, transcurría entre proyectos inmobiliarios, empresas de telecomunicaciones y el rubro de la construcción. Aunque hija de agricultor y con recuerdos de infancia ligados a la vida rural, su carrera profesional se había desarrollado lejos de la ganadería. Sin embargo, hace ocho años, la muerte súbita de su padre lo cambió todo. "Fue así como de la noche a la mañana es como tienes vacas, una lechería, hay trabajadores, hay que seguir, hay que pagar", relató Oettinger en una reciente entrevista.
Junto a sus dos hermanos, debió asumir un negocio del que no eran parte activa. El desafío fue mayúsculo, especialmente al tratar de descifrar el sistema de trabajo de su padre, un agricultor "muy a la antigua, muy de cuadernos". La tarea de ordenar las finanzas y la operación del campo recayó principalmente en ella. "Pasé días, pasé noches abriendo papelitos, sobrecitos, para ver si alguna cosa era importante", recuerda sobre el proceso de desentrañar los archivos que su padre guardaba celosamente en un "mueble negro" que era su centro de operaciones.
El primer gran paso fue organizar el patrimonio. El campo original era una propiedad familiar compartida con sus tíos, por lo que fue necesario iniciar un proceso de división que demoró cerca de tres años. "Lo más práctico, y para que nosotros también pudiéramos saber qué era lo real en donde estábamos pisando, fue partir el campo", explica. Una vez definida su porción, comenzó la reestructuración productiva. Se modernizaron prácticas, se optó por vender los terneros machos y enfocarse exclusivamente en la recría de hembras para reposición, un proceso que, admite, tuvo una curva de aprendizaje compleja y costosa. "Sacamos vacas viejas, que daban leche, y metimos vacas nuevas, y claro, eso nos costó lucas", comenta sobre los primeros tropiezos.
El salto al liderazgo gremial
Fue precisamente la sensación de vulnerabilidad y la necesidad de conocimiento lo que la llevó a las puertas del asociacionismo. "De ahí empezó mi inquietud por el tema gremial. Tengo que asociarme a algo, alguien que me ayude", afirma. Tras un paso por otra agrupación, fue contactada por la Sociedad Agrícola y Ganadera de Valdivia (SAVAL), donde encontró un espacio que abarcaba diversas áreas del agro.
Su ascenso fue rápido. Tras un año en el directorio, fue elegida presidenta, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar dicho cargo en los 80 años de historia de la institución. Recientemente fue reelegida para un nuevo período de dos años. Desde esa plataforma, su influencia se expandió a nivel nacional, siendo elegida vicepresidenta de la Federación Gremial Nacional de Productores de Leche (Fedeleche) y, hace poco, directora de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), la principal organización del agro chileno.
Actualmente, SAVAL FG representa a cerca de 90 socios agricultores directos y a otros 90 de forma indirecta a través de gremios asociados como Apro Bosque, Ganafact y productores de lúpulo, entre otros.
Desafíos y proyección del sector
Desde su doble rol de productora y dirigente, Oettinger aborda los complejos desafíos que enfrenta la agricultura. Uno de los más urgentes, señala, es el avance de la parcelación de predios agrícolas. "La ciudad se fue metiendo al campo y da una pena. Es terrible, porque al final empieza el tema de los perros, el tema de la siembra, la fumigación y todas estas nuevas normativas", advierte. Sostiene que los agricultores son "los más preocupados de cuidar la tierra" y los animales, y ve con preocupación cómo la presión urbana impone regulaciones cada vez más estrictas.
Otro punto crítico es el recambio generacional, un proceso que califica como "lento". Atribuye parte del problema a la imagen de sacrificio y dificultad que por años ha rodeado al sector. "Uno vio toda la vida a los papás quejándose que el campo, que el campo...", reflexiona.
Para asegurar el futuro, tanto de su propio campo como del sector, apuesta por la tecnología y la profesionalización. En su propia lechería, la decisión de incorporarse como cooperados a Colun, aunque implicó un importante endeudamiento, les ha dado acceso a herramientas de gestión, asesoría y un modelo de negocio más sólido. A nivel gremial, SAVAL impulsa la vinculación con instituciones educativas como el CFT de Los Ríos y universidades para formar técnicos especializados que vean en el campo una alternativa de carrera atractiva y moderna. "El trabajo del campo cada vez es más tecnológico", concluye.
El futuro de su campo familiar aún es incierto. Con un hijo de 27 años desarrollando su carrera en Australia y un sobrino de 8, la continuidad no está garantizada. Sin embargo, la historia de Mónica Oettinger demuestra que, a veces, los caminos más inesperados son los que forjan los liderazgos más sólidos.
Fuente información: Rocío Gambra