De atleta a voluntaria: La osornina que vivió desde adentro el oro histórico de Francisca Crovetto
A un año de los Juegos Olímpicos de París 2024, Monserrat Peñafiel, joven oriunda de Osorno, comparte su experiencia única como voluntaria en el centro de tiro donde Francisca Crovetto ganó la medalla de oro. Tras ver truncado su propio sueño de competir, Peñafiel relata cómo su rol en el equipo de protocolo le permitió ser testigo privilegiado de la jornada que marcó un hito para el deporte nacional, revelando detalles inéditos de la tensión y la euforia vividas en la capital francesa.
Para la joven osornina Monserrat Peñafiel, los Juegos Olímpicos de París 2024 representaron el cierre de un ciclo personal y, a la vez, la oportunidad de presenciar en primera fila un capítulo dorado del deporte chileno. Un año después de la hazaña, su relato revive la emoción de haber sido voluntaria en el lugar y momento exactos en que la tiradora Francisca Crovetto se colgó la medalla de oro.
El camino de Peñafiel a París no fue como atleta, un sueño que persiguió desde los 11 años en el alto rendimiento, sino como parte del equipo organizador. Problemas de salud y una compleja relación con su entrenador la obligaron a abandonar la competición, pero su anhelo olímpico la impulsó a postular como voluntaria. Tras ser descartada para el balonmano, la incertidumbre se mantuvo hasta el final. "Hasta 2 semanas antes de irme a Francia yo aun no tenia un lugar asignado no sabia si iba a quedar como voluntaria", confiesa Monserrat un año después.
Finalmente, fue asignada al equipo de protocolo en el centro de tiro de Chateaubriand. "Nos encargábamos de recibir a los jefes de Estado, a los primeros ministros, a los ministros del deporte de distintos países y a cualquier persona que fuera parte del comité olímpico de los países o de las federaciones deportivas de todo el mundo", detalla sobre su función, donde su dominio del español, inglés y francés fue clave.
Lo que comenzó como una asignación sin conocimientos previos del deporte —"en mi vida había visto una competencia de tiro sentía que un poco una falta de respeto llegar sin conocimiento a ser voluntaria pero estudie antes de llegar"—, se transformó en una experiencia inolvidable. Al ver avanzar a Francisca Crovetto, la única atleta femenina chilena en la disciplina, sintió la necesidad de estar presente. "Mi turno era en la tarde pero convencí a mis jefas para llegar a las 6 AM al primer turno y quedarme todo el día trabajando era literalmente ‘por favor ella es la única mujer chilena yo necesito estar ahí’", recuerda.
Peñafiel describe la tensión de las fases finales como "un dolor de guata porque habían rondas perfectas y otras en las que le fallaba solo un plato pero todas estaban a ese nivel increíble, era todo o nada". Y destaca la fortaleza mental de la campeona: "La clasificación a la final demostró que la Fran tiene unos nervios de acero y una conexión con su cabeza, corazón y cuerpo que hicieron que esa medalla tuviera su nombre".
El momento cumbre fue electrizante. "Ya el ultimo tiro que decidió que la medalla era suya fue como soltar toda la espera de esos días, fue un grito de alegría de toda la galería daba exactamente igual de donde eras, lagrimas, abrazos, sonrisas, y muchos CHI CHI CHI", narra con la emoción intacta.
Hoy, un año después, el recuerdo sigue vivo gracias al mensaje de una amiga italiana que le escribió "Monse ya se cumple un año". Para Monserrat, la experiencia fue un "reencuentro y recordatoria del amor al deporte", que le dejó amistades que perduran y la certeza de haber visto "uno de sus lados mas lindo".
Fuente información: Álvaro Torres Riobó
Para la joven osornina Monserrat Peñafiel, los Juegos Olímpicos de París 2024 representaron el cierre de un ciclo personal y, a la vez, la oportunidad de presenciar en primera fila un capítulo dorado del deporte chileno. Un año después de la hazaña, su relato revive la emoción de haber sido voluntaria en el lugar y momento exactos en que la tiradora Francisca Crovetto se colgó la medalla de oro.
El camino de Peñafiel a París no fue como atleta, un sueño que persiguió desde los 11 años en el alto rendimiento, sino como parte del equipo organizador. Problemas de salud y una compleja relación con su entrenador la obligaron a abandonar la competición, pero su anhelo olímpico la impulsó a postular como voluntaria. Tras ser descartada para el balonmano, la incertidumbre se mantuvo hasta el final. "Hasta 2 semanas antes de irme a Francia yo aun no tenia un lugar asignado no sabia si iba a quedar como voluntaria", confiesa Monserrat un año después.
Finalmente, fue asignada al equipo de protocolo en el centro de tiro de Chateaubriand. "Nos encargábamos de recibir a los jefes de Estado, a los primeros ministros, a los ministros del deporte de distintos países y a cualquier persona que fuera parte del comité olímpico de los países o de las federaciones deportivas de todo el mundo", detalla sobre su función, donde su dominio del español, inglés y francés fue clave.
Lo que comenzó como una asignación sin conocimientos previos del deporte —"en mi vida había visto una competencia de tiro sentía que un poco una falta de respeto llegar sin conocimiento a ser voluntaria pero estudie antes de llegar"—, se transformó en una experiencia inolvidable. Al ver avanzar a Francisca Crovetto, la única atleta femenina chilena en la disciplina, sintió la necesidad de estar presente. "Mi turno era en la tarde pero convencí a mis jefas para llegar a las 6 AM al primer turno y quedarme todo el día trabajando era literalmente ‘por favor ella es la única mujer chilena yo necesito estar ahí’", recuerda.
Peñafiel describe la tensión de las fases finales como "un dolor de guata porque habían rondas perfectas y otras en las que le fallaba solo un plato pero todas estaban a ese nivel increíble, era todo o nada". Y destaca la fortaleza mental de la campeona: "La clasificación a la final demostró que la Fran tiene unos nervios de acero y una conexión con su cabeza, corazón y cuerpo que hicieron que esa medalla tuviera su nombre".
El momento cumbre fue electrizante. "Ya el ultimo tiro que decidió que la medalla era suya fue como soltar toda la espera de esos días, fue un grito de alegría de toda la galería daba exactamente igual de donde eras, lagrimas, abrazos, sonrisas, y muchos CHI CHI CHI", narra con la emoción intacta.
Hoy, un año después, el recuerdo sigue vivo gracias al mensaje de una amiga italiana que le escribió "Monse ya se cumple un año". Para Monserrat, la experiencia fue un "reencuentro y recordatoria del amor al deporte", que le dejó amistades que perduran y la certeza de haber visto "uno de sus lados mas lindo".
Fuente información: Álvaro Torres Riobó