¿Otorgar y dar el perdón o… buscar la venganza?

Dr. Franco Lotito C. – Académico, Escritor e Investigador (Uach)

“Si vas a dedicar tu vida a buscar la venganza, comienza cavando dos tumbas: una para tu enemigo y otra para ti” (Confucio, año 580 antes de Cristo).

Una serie de investigaciones han demostrado, que aquellas personas que se concentran en guardar rencor hacia otros, muestran mayores niveles de presión sanguínea, alto grado de tensión y contracción muscular, así como diversos tipos de conflictos internos, ya sean de tipo personal, laboral y/o familiar.

Por el contrario, aquellos individuos que están en grado de perdonar y disculpar los actos que los demás han cometido en su contra, viven más tiempo, están en armonía consigo mismos y son más sanos, desarrollando un mejor sistema inmune, lo que les permite defenderse contra una diversidad de enfermedades, además de hacer un menor uso de medicamentos.

De ahí, el origen de la famosa frase de Confucio, mientras reflexionaba acerca de los múltiples efectos negativos y destructivos que se producen en el organismo humano, cuando las personas guardan rencor y resentimiento, a causa de algún acto ofensivo o doloroso que se haya cometido en su contra.

Desde el punto de vista lingüístico, la palabra “perdonar” significa disculpar a alguien que nos ha ofendido, o bien, no tener en cuenta su falta, en que la palabra griega equivalente a “perdonar” significa literalmente “dejar pasar”. Incluso más. Aquellos que son cristianos y que rezan el Padrenuestro, saben que la quinta petición que se hace en esta oración va en la línea del perdón: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, lo cual, lleva a los creyentes a pensar en los beneficios del perdón: el hecho de dejar de sentirnos enojados o de guardar rencor hacia el otro, ayudaría a las personas a estar más calmadas, a mejorar la salud y a permitirles ser más felices.

Por increíble que parezca, el objetivo de investigar la incidencia positiva y sanadora que tiene en la calidad de vida la acción de perdonar a quienes nos han hecho daño, se ha convertido en uno de los campos más estudiados en la psicología contemporánea. Es así, que la Universidad de Stanford, una de las más prestigiosas universidades del mundo, ha financiado diversos proyectos con el objetivo de estudiar factores como: la compasión, el perdón, el altruismo, la resiliencia, etc. Hay cientos de investigaciones acerca de estos temas, que han revelado, que la acción de perdonar los actos y/o conductas negativas de los demás, reduce de manera significativa los niveles del “estrés del resentimiento”, es decir, una emoción negativa y destructiva. El concepto “emoción” viene del griego “EMOTION”, o “movimiento”, es decir, un movimiento neuroquímico y hormonal.

En este sentido, el “estrés del resentimiento” representa una poderosa mezcla de: rabia, hostilidad y amargura –no siempre consciente– que, lamentablemente, se dirige en contra de la propia persona, causando una serie de problemas de salud.

En un estudio que llevaba por nombre “PROYECTO PERDÓN”, realizada por la U. de Stanford, se reclutó a un grupo de 259 adultos, quienes participaron por un período de seis semanas en varias sesiones para aprender a perdonar. Los resultados fueron simplemente sorprendentes: el 70% de los participantes de la investigación redujo notablemente su sensación de dolor emocional; el 27% disminuyó síntomas físicos de estrés, como dolores corporales y de espalda, tensión cervical, insomnio y malestares de estómago; el 28% de los participantes experimentó un aumento de sus niveles de optimismo; el 20% de las personas redujo la sensación y síntomas de depresión.

Por otra parte, el Dr. Edward Hallowell, autor del libro “Atreverse a perdonar”, explica los efectos señalados más arriba en función de una razón clave: el acto de perdonar implica que la persona no se deja controlar por emociones y sentimientos destructivos como la hostilidad, el rencor y el odio, ya que, al liberarse el sujeto de estas emociones negativas, se produce una disminución del estrés, lo que trae consigo una serie de beneficios físicos y psicológicos, ya que no sólo reduce la presión sanguínea, sino que el sistema inmune mejora, se reduce la susceptibilidad a infartos cardíacos y accidentes cerebro-vasculares, al mismo tiempo que disminuye la necesidad de tomar medicamentos. Incluso, más: la vida sexual se ve reforzada y mejorada.

Ahora bien, cuando la persona no está en condiciones de perdonar, lo que sucede es todo lo contrario, es decir, el hecho de acumular sentimientos negativos puede derivar en una serie de efectos perjudiciales para la salud, como efecto de las hormonas del estrés, tales como: experimentar colon irritable, presentar síntomas depresivos, aumento de la presión sanguínea, aparición de herpes alrededor de la boca o genitales, dolores tensionales, elevación de los índices de cortisol. Incluso más. Las investigaciones han demostrado que las emociones negativas, los cambios repentinos de humor y la angustia emocional afectan la vía nerviosa que controla la función intestinal, es decir, aquellos factores emocionales que influyen directamente en el sistema digestivo, condición que puede generar estreñimiento, siendo las mujeres las más afectadas y propensas a sufrir de estreñimiento crónico, lo cual, a su vez, se convierte en un factor de estrés adicional, en una suerte de círculo vicioso que se alimenta a sí mismo.

El cortisol, por su parte, es una hormona del estrés que se asocia con una respuesta anormal del sistema inmune, lo cual, en el mediano y largo plazo, termina por debilitar las defensas del organismo y causar diversas enfermedades por hongos, virus y bacterias. A lo anterior, se suma, que la incapacidad para perdonar, podría también repercutir en otros ámbitos de la vida diaria, como por ejemplo, generar conflictos en el trabajo, causar problemas con la propia familia, tener dificultades para relacionarse de una forma armónica con el mundo.

En función de todo lo anterior, tengamos muy presente que el acto –o la voluntad– de perdonar, contiene el suficiente poder, así como la fuerza necesaria para desintoxicar a la persona y, con ello, de aliviar el dolor físico y mental que experimenta un individuo. Digamos también, que los seres humanos somos los únicos seres sobre la tierra que podemos modificar –literalmente– nuestra biología por intermedio de aquello que sentimos o pensamos, siendo el ejemplo clásico, el caso de las enfermedades psicosomáticas.

Y así como podemos enfermar a nuestro cuerpo, también lo podemos sanar. En este sentido, se puede decir, que el cuerpo humano es la mejor farmacia que existe, ya que cuando la persona se siente bien y se encuentra en un estado interno de paz y armonía, produce de manera natural tranquilizantes bajo la forma de endorfinas (u opiodes endógenos) y neurotransmisores –serotonina, dopamina, feniletilamina, occitocina, etc.– que actúan positivamente en nuestras neuronas y organismo, así como también, se producen sustancias anti cancerígenas y toda clase de auto-medicamentos y, lo mejor de todo, ¡en la dosis perfecta!

De acuerdo con las investigaciones del endocrinólogo de origen indú, el Dr. Deepak Chopra, la bioquímica del cuerpo vendría a ser el producto resultante de la conciencia: creencias, pensamientos y emociones producen reacciones químicas que sustentan la vida de todas las células, cuando lo que se experimenta tiene una causa u origen positivo. Por el contrario, cuando el evento experimentado es de carácter negativo, las reacciones químicas son totalmente destructivas.

Digamos, finalmente, que habría que recordar muy bien las sabias palabras de don Ramón, el conocido personaje de la serie mexicana “El Chavo del Ocho”, quién repetía incansablemente, que… “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.


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