La farandula invade nuestros hogares

Por: Hugo Pérez White.

Los programas de farándula son espacios televisivos que han resultado altamente rentables para los canales de televisión que los emiten y también son motivos de controversias entre ejecutivos y espectadores, porque, en su esencia nada entregan a la formación de valores en los niños y a la juventud.

Hace poco un programa nocturno fue sacado de pantalla porque lentamente se fue entregando a los vaivenes faranduleros desviándose del rol cultural y de entretención por lo cual había sido creado. Compartir en FacebookCompartir en TwitterCompartir en MeneameCompartir en DeliciousEstos tipos de programas de televisión se han convertido en una conversación obligada en los hogares donde el comentario sobre la vida de algunos famosos son el común denominador de las tertulias hogareñas, donde se transita por caminos de la vida llenos de esperanzas y siempre luchando por un futuro mejor creándose grandes expectativas o también se camina por laberintos donde se anda cabizbajo mirando el suelo para no tropezar y cuidándose para no caer en el abismo de la incertidumbre y la incomprensión que pueden afectar nuestras vidas.

En estos lugares permisivos de la farándula se respira aire enrarecido y que por ser espacio oculto no asombra a nadie, con la diferencia que en la vida real, los problemas marcan la vida de la gente y sin tener mayores aspiraciones culturales ni sociales afectan la convivencia diaria en su forma y en su fondo.

En el caso de los programas faranduleros de televisión, la miseria humana se transfiere de boca en boca, se comenta, se discute y estas banales intimidades personales se propagan como llamas incendiarias en los hogares.

Las infidelidades de parejas, los romances apasionados, las separaciones con escándalos incluidos y la exposición visual de contorneados cuerpos femeninos dan frenesí a los desconocidos de siempre que en el silencio de la noche afilan sus estoques mentales para buscar lugares apropiados donde puedan dar rienda suelta a sus incógnitas y oscuras pasiones.

Ninguna casa de estudios superiores, tiene consultada en su malla curricular la profesión de opinólogo, por lo cual se supone que cualquier persona con buena presencia, con cierta locuacidad y cierto dominio escénico, pueda ser rostro de la tan vapuleada farándula, donde los temas sentimentales de connotados personajes hacen reventar las pantallas de los televisores.

Por suerte la radio sigue siendo un medio de comunicación masiva que no ha perdido presencia en muchos hogares ciudadanos y se escucha diariamente acompañando a las dueñas de casa en sus labores habituales y continúa siendo una alternativa viable aún no contaminada con esta vorágine farandulera y nuestros oídos pueden deleitarse con una buena canción o informarse con un buen fundamentado comentario acerca de la verdadera realidad que vivimos a diario.

Desgraciadamente estamos a merced de las decisiones económicas que toman los canales televisivos donde el rating determina el gusto de los programas que el público consumidor desea ver lo cual es avalado con su preferencia y ante esa realidad parece que no hay más que hacer.
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