Siete señales que delatan una memoria saturada

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, Escritor e Investigador (PUC-UACh)

“La memoria es como el mal amigo: cuando más falta te hace, ahí te falla” (antiguo proverbio)

“Tener la conciencia limpia, es tener… mala memoria” (Les Luthiers, humoristas argentinos).

¿Le ha pasado alguna vez que usted se olvidó en donde dejó las llaves de la casa? ¿O no recuerda el nombre de un pariente cercano? O bien, ha dicho una palabra, cuando en realidad quería decir otra muy distinta. ¿O anda buscando desesperadamente sus lentes, porque no recuerda dónde los dejó?

Si bien, parecen situaciones y hechos preocupantes, el Dr. Daniel Schachter, un psicólogo experto en el área de la memoria de la Universidad de Harvard, asegura que se trata de un mecanismo de defensa que utiliza nuestro cerebro con la finalidad de continuar funcionando sin sobrecargarse, ni “fundirse”.

Se sabe de muchas personas que tienen una excelente capacidad mnemotécnica, pero que, en ocasiones, también experimentan “problemas de memoria” que parecen ser hasta triviales o un poco tontas, tales como olvidar dónde dejaron las llaves del automóvil, olvidar el nombre de un amigo, o “recordar” cosas y hechos que, en realidad, nunca ocurrieron.

Algunas de estas fallas pueden estar indicando que nuestra memoria está sobrecargada –estresada, saturada– de información, y todos los estudios que se han hecho sobre el potencial de memoria, indican que la capacidad de atención del ser humano es limitada y que sólo podemos procesar una cierta cantidad reducida de estímulos al mismo tiempo. Por lo tanto, cuando estos diversos estímulos superan el número crítico que puede procesar un determinado individuo, las personas, simplemente, no los recuerdan.

Es más. Los recuerdos pueden ser, incluso, alterados, cuando ciertos hechos se tiñen de fuertes contenidos emocionales. Es lo que afirma el Dr. Schachter en su libro “Los siete pecados de la memoria”, donde él separa las fallas de memoria en dos categorías distintas: olvidos de comisión y de omisión, en que estos últimos corresponden a aquellos olvidos –o lapsus– en los que el sujeto no logra traer a la memoria algo que la persona debiera ser capaz de recordar.

Antes de pasar a las señales de una memoria saturada, revisemos los tres pasos a tener en cuenta en relación con el proceso de guardar información en la memoria:
  1. Proceso de atención: es la falla más habitual en los olvidos, debido a que las personas se distraen por cualquier estímulo que surge del ambiente: un ruido, un grito, una luz, un bocinazo, etc., y hoy en día existe una sobrecarga de estímulos.
  2. Proceso de almacenamiento: luego de poner atención, la información pasa al hipocampo, zona del cerebro que tiene una capacidad limitada de almacenamiento y que es muy sensible a la presencia de estrés. Si la información no es repetida, no está vinculada a algún tipo de emoción o no se asocia con otros datos existentes en la memoria, es desechada.
  3. Proceso de consolidación: cuando la información está asociada a una emoción, cuando existe pasión, interés, reiteración o asociación con otros elementos y datos, entonces se almacena en la corteza cerebral, donde queda registrada y consolidada como “recuerdo”.
En relación con lo anterior, tengamos presente el concepto “neuroplasticidad cerebral”, un proceso que le permite a nuestro cerebro disponer de una cierta capacidad de adaptación o readaptación, tanto a los cambios externos como también internos, condición que se une a la dinamicidad de la memoria, en el sentido que ésta puede ser corregida, si la persona presta atención y recibe la información correcta.

Revisemos ahora las siete señales que dan cuenta de una memoria saturada:
  1. Fugas de memoria: corresponde a la pérdida de la capacidad para recobrar ciertos recuerdos, y a la persona le resulta imposible recordar algo que hizo, tal como por ejemplo, ir de compras y no saber qué cosas vio o tuvo en sus manos, o bien, ir a una reunión y no acordarse de quiénes estaban en la reunión. Si a usted le pasa esto, entonces la próxima vez haga un ejercicio consciente de memoria: asocie las caras con nombres curiosos y fáciles de recordar, o bien, tome algunas notas escritas para reforzar la memoria.
  2. Exposición a distracciones: estos son descuidos en la atención que generan los “olvidos” tradicionales, es decir, no recordar dónde quedaron los lentes, las llaves de la casa o del auto, el olvido del pago de una cuenta o de tomar un remedio. Esto sucede cuando la persona está sobrecargada de actividades y el cerebro lo que hace es automatizar acciones reiteradas, con la finalidad de no destinar recursos escasos de energía a recordarlas. Una manera de solucionar esto, es, por ejemplo, asociar la toma de un medicamento al cepillado de dientes a una hora determinada, o bien, decirse a sí mismo en voz alta y de manera consciente: “Estoy colocando mis llaves en el bolsillo de mi chaqueta o de mi mochila”.
  3. Experimentar bloqueos: se refiere al hecho de intentar recordar el nombre de un libro (o de un cliente), y la persona tiene la sensación de que está en la “punta de la lengua”. Sabe de qué trata el libro, cuando lo compró y dónde está, pero no recuerda el dato específico. Cuando eso acontece, la recomendación que entrega el Dr. Schachter, es tratar de armar el título del libro –o el nombre de una persona– combinando las letras que se tienen en la punta de la lengua.
  4. Sufrir errores de interpretación: se producen cuando la persona recuerda una parte o una fracción de un suceso y el resto lo completa –de manera inconsciente– con datos ficticios o imaginados. Para evitar esta situación, la recomendación es evitar quedarse sólo con las “impresiones” y, en lugar de eso, trabajar con datos concretos.
  5. Exposición a una sugestión: por difícil que resulte de creer, la memoria no permanece “fija” o estática en el tiempo, en función de lo cual, algunos recuerdos pueden cambiar por completo si se incorpora nueva información, ya sea en forma positiva o negativa. Si, por ejemplo, una persona ha sido abusada y no recuerda a su atacante, su memoria puede reconstruir lo sucedido agregando datos poco a poco. Si se sugiere o convence a la persona que un determinado individuo fue su atacante, dicha persona puede terminar “recordando” que así fue.
  6. Visión o percepción sesgada: se refiere al hecho que las personas tienden a “acomodar” ciertos recuerdos para que coincidan con lo que la persona cree, piensa o siente. Si, por ejemplo, alguien conoce a un sujeto en el momento en que éste se mostró irascible, la persona lo clasificará a futuro como un “sujeto enojón e irritable”. Pero si luego se hace amigo de este individuo, no sólo puede cambiar su percepción actual que tiene sobre él, sino que además “olvidar” que alguna vez lo consideró “irascible”.
  7. Irrupción de recuerdos invasivos: ¿le ha pasado alguna vez que no puede dejar de tararear, una y otra vez, una melodía que oyó al pasar? ¿O de repetir el nombre de una persona o una frase determinada? Este problema es conocido bajo el nombre técnico de “persistencia”. Se hace presente en contra de la voluntad de la persona, cuando dicha persona trata de olvidar algún hecho trágico, una ruptura amorosa o un fracaso laboral. Este tipo de problema indica que determinados hechos fueron más impactantes de lo que la persona quiere aceptar o reconocer, y que en algún minuto, pudieron constituir una suerte de trauma. Para su manejo, la recomendación del Dr. Schachter es poner por escrito el recuerdo del hecho que irrumpe en la memoria. Otra alternativa es conversar sobre los hechos que constituyen el recuerdo con otra persona, en una especie de catarsis o terapia hablada. Finalmente, otra posibilidad es realizar una actividad que le permita a la persona distraerse o desconectarse del recuerdo que lo invade.
Finalicemos este análisis, con una pequeña frase humorística del escritor español Ramón Gómez de la Serna, cuando señaló en una oportunidad, que uno de sus amigos “tenía tan, pero tan mala memoria que se olvidó que tenía mala memoria y… se acordó de todo”.

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