La Farandula lo permite todo

Adultos y niños transitan por la misma acera para alcanzar la calle, puerta siempre abierta a la incertidumbre, sinónimo de libertad concepto que conocen, pero, no la entienden, porque nunca lo han entendido ni menos practicado.
En estos lugares permisivos de la farándula se respira aire enrarecido y que por ser espacio oculto no asombra a nadie, con la diferencia que en la vida real, los problemas marcan la vida de la gente y sin tener mayores aspiraciones culturales ni sociales no afectan la convivencia diaria en su forma ni en su fondo.
En el caso de los programas faranduleros de televisión, la miseria humana se transfiere de boca en boca, se comenta, se discute y estas banales intimidades personales se propagan como llamas incendiarias en los hogares.
Las infidelidades de parejas, los romances apasionados, las separaciones con escándalos incluidos y la exposición visual de contorneados cuerpos femeninos dan frenesí a los desconocidos de siempre que en el silencio de la noche afilan sus estoques mentales para buscar lugares apropiados donde puedan dar rienda suelta a sus pasiones y bajos instintos.
Es lamentable que destacados periodistas hagan de la farándula el motivo principal de su vida profesional y desestimen el enorme sacrificio personal y familiar que significó estudiar una carrera universitaria tan respetable en el aspecto académico como cualquiera de las profesiones tradicionales.
Ninguna casa de estudios superiores, tiene consultada en su malla curricular la profesión de opinólogo, por lo cual se supone que cualquier persona con buena presencia, con cierta locuacidad y cierto dominio escénico, pueda ser rostro de la tan vapuleada farándula, donde los temas sentimentales de connotados personajes hacen reventar las pantallas de los televisores.
Por suerte las radios emisoras siguen siendo un medio de comunicación alternativa aún no contaminadas con esta vorágine farandulera y nuestros oídos aún pueden deleitarse con una buena canción o un bien fundamentado comentario acerca de la verdadera realidad que vivimos a diario.