¡Qué horror! ¡Están hablando mal de mí a mis espaldas en la oficina!


Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico e Investigador (UACh)



“El chisme es como una avispa: si no puedes matarla al primer golpe, mejor que no te metas con ella” (George Bertrand Russel, matemático, filósofo inglés y ganador del Premio Nobel de Literatura).

“El hipócrita inventa un rumor, el chismoso lo difunde y el idiota lo acepta sin pensar ni reflexionar”.

A decir verdad, pareciera que el pelambre en nuestro país fuera una suerte de deporte nacional, en relación con el cual –de existir alguna competencia internacional–, de seguro ocuparíamos uno de los tres primeros lugares en el pódium, tan a menudo, duro y parejo se practica este “deporte” en las oficinas, instituciones gubernamentales, fábricas, talleres y tiendas del país, sin importar si son grandes o pequeñas, si los empleados o los funcionarios públicos tienen mucha o poca educación. El pelambre se da, incluso, en las universidades, instituciones donde uno podría creer que se encuentra la élite de los pensadores dedicados a investigar y a usar de buena forma su inteligencia y sus capacidades. En función de lo anterior, más adelante se entregan una serie de recomendaciones y sugerencias para aquellas personas que pudieran estar sufriendo a causa de este mal hábito humano.

Si bien, existe la posibilidad de que el pelambre –chisme o habladurías– adopte un carácter positivo, la experiencia y los estudios señalan que de producirse este tipo de “actividad” en el trabajo, generalmente, es para despellejar –ojalá vivo– a la víctima de turno. De ahí surge la primera sugerencia, a saber, de no mirarlas en menos, pero tampoco sobre reaccionar. La razón es muy simple: la esencia del pelambre y del chisme –especialmente cuando son injustificados– consiste en dañar la credibilidad y la reputación del sujeto afectado, así como de los compañeros de oficina o de la empresa, en general.

De acuerdo con algunas investigaciones, el pelambre y los chismes pueden señalar el tipo de dinámica que prima en la organización, y representan una especie de catalizador de las emociones, sentimientos y creencias de los pares y colegas de quien –o quienes– están siendo “pelados”, pudiendo incluso suceder, que el “pelambre” mezcle una cuota de verdad, de temor o de resentimiento –o las tres al mismo tiempo– en relación con un determinado individuo o situación.

La pregunta que toda persona se hace de inmediato es: “¿Qué debo hacer…?” ¿Olvidarlo, no darle importancia, encarar a los responsables, desmentir y parar en seco los chismes? Lo cierto, es que aquellas personas que consideran que lo que se dice de ellas es falso y que no representa de ninguna forma la realidad personal, deben aprender a enfrentar las llamadas “lenguas bífidas” (o de serpientes) o, incluso, aprovecharlas a favor de uno mismo. Distinto es el caso, cuando detrás del pelambre existe una cuota de verdad que corre de boca en boca, con el riesgo de que cada quien le agregue una “llapa” de la propia cosecha.

De más está decir, que a todos nosotros nos puede tocar convertirnos –en algún momento– en los “protagonistas del rumor y del chisme” en lo que vendría a ser el reality del trabajo diario. Los pelambres al interior de una organización, sea ésta pública o privada, pueden cumplir una serie de roles sociales:

1. Barómetro de la situación laboral. Es decir, de acuerdo con el clima laboral –bueno, malo, pésimo– que prima en la organización, los pelambres y rumores mostrarán un escenario que podría reflejar de manera muy cercana el sentir de los empleados y funcionarios de una determinada sección o área laboral bajo observación.

2. Elemento de persuasión en la toma de decisiones empresariales. La manera más gráfica de explicar este concepto se ve reflejada en aquellas empresas públicas que a raíz de su ineficiencia pudiesen ser objeto de cambios profundos, condición que rápidamente daría origen a rumores de inicio de sumarios, traslados y despidos masivos, lo que a su vez, daría pie para iniciar actos de protestas y paros con el fin de anular o entorpecer cualquier posible cambio o mejora.

3. Otorga liderazgo. Aquella persona que por diversas razones se transforma en el receptor (o generador) del mayor número de rumores y chismes, se convierte en una suerte de líder del pelambre (o “líder de opinión”), porque es el que más información posee, al mismo tiempo que se transforma en “seleccionador” y “distribuidor” de los rumores, chismes y pelambres a nivel de organización.

A veces basta con que los gerentes o directores de la empresa se reúnan a puertas cerradas para que comiencen a correr los rumores: “Parece que van a reducir personal…”, “Escuché por ahí que hay problemas de liquidez…”, “Van a reducir costos por las cifras rojas del semestre pasado”, etc., son algunos de los rumores que se lanzan al voleo frente a un estado de desinformación.

Por otra parte, los rumores, pelambres, chismes, habladurías y comentarios maliciosos surgen inevitablemente en cualquier trabajo, ya sea porque hay vacíos comunicacionales en las empresas y los grupos humanos, o bien, porque usted es de aquellas personas reservadas que habla poco y que, prácticamente, no entrega información o datos acerca de su vida personal a los demás, lo cual –y esto téngalo por seguro– dará pie para que sus compañeros de trabajo comiencen de inmediato a “llenar los espacios vacíos” con chismes, impresiones y prejuicios que poco o nada tendrán que ver con la realidad.

Si bien, es inevitable que cuando se juntan dos o más personas en la oficina, lo más entretenido es comenzar a hablar de un tercero –representando este acto un mal hábito que debiera erradicarse en materia laboral–, aquí le presento al lector algunas sanas recomendaciones para enfrentar y detener los pelambres y habladurías:

1. Esté consciente de los rumores: usted no saca nada con negar la existencia de las habladurías y chismes, por lo tanto, busque de manera cautelosa y prudente, tratar de averiguar con personas de confianza, cómo se iniciaron y quiénes son los sujetos responsables de propagarlos y difundirlos.

2. Si usted se siente seguro(a) de sí mismo realice una acción comunicativa con el fin de neutralizarlos: aclare la situación y ponga un firme “parelé” a los rumores y chismes con argumentos de peso. Si por el contrario, usted no se atreve a hacer lo anterior, entonces proceda a hacer correr otro rumor en que niegue las imputaciones y pelambres.

3. Acérquese al “líder del pelambre” y aclare con él (o ella) las cosas: aunque usted no lo crea, la persona más adecuada para frenar y cortar de cuajo un pelambre es el sujeto más copuchento de todos. Este sujeto será el encargado de aclarar y comunicar a los otros copuchentos que el rumor que corre por la oficina es una tontería o vil mentira.

4. Piense en las consecuencias de sus propias palabras: en ocasiones sucede, que por apresurarnos a emitir juicios sobre los demás, nosotros también podemos contribuir a difundir falsos rumores. Por lo tanto, si están atacando la honra de alguien que nos desagrada, resulta muy tentador agregar algunos detallitos extras y de nuestra propia cosecha a la lista. Trate de evitarlo.

5. Evite conversar sobre aspectos que tengan que ver con la vida de otras personas: en lugar de preocuparse por la vida de un tercero, interésese en la persona con la que está hablando: puede ser menos entretenido que comenzar a pelar, pero puede ser algo mucho más constructivo. Recuerde que usted también puede convertirse en “protagonista del pelambre”.

6. Aprenda a mantener la boca cerrada y escuche sin interrumpir: esto le dará tiempo a usted para analizar, recapacitar y no emitir juicios a priori y a viva voz. En general, nosotros tendemos a no escuchar con atención a quien tenemos al frente, sino que lo que esperamos es una pausa para poder intervenir nosotros en la conversación y poder referirnos a aquello que nos interesó o que nos llamó la atención.

7. Obtenga la confianza de sus compañeros de trabajo: si usted tiene el temor de convertirse en objeto de chismes, es fundamental conocer y manejar la información que circula en torno nuestro. La sugerencia, es mostrarse reservado y juicioso, ya que esa conducta le permitirá estar al tanto de lo que pasa y nada lo pillará por sorpresa.

8. No mire con cara de horror cuando le cuenten una confidencia: nadie quiere exponerse al juicio y al castigo de otras personas por revelar alguna infidencia. Eso por un lado. Por otra parte, la cara de horror que usted puso, implica que usted correrá inmediatamente a esparcir con más personas lo asombroso de la infidencia recibida. ¡Sea precavido, prudente y cuidadoso!

Finalmente, tenga presente esta última recomendación: ¡No crea todo lo que escuche!, ya que lo más probable, es que ni la mitad de todo aquello que le digan, le cuenten o le “confidencien” tenga asidero en la realidad. Por lo tanto, usted como persona inteligente que es, deberá aprender a hacer dos cosas:

1. Separar el grano de la paja molida y 2. Diferenciar entre lo real y lo imaginario.

Todo ello, mientras usted escucha atentamente al confidente o al líder del pelambre. Esto le puede ayudar a usted a preservar y mantener su calidad de persona prudente, justa y respetuosa.



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