Una buena “receta” para generar hábitos de estudios (en chicos y grandes)

Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, Investigador y Escritor (UACh)

“Somos lo que hacemos día a día. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito” (Aristóteles, filósofo y pensador griego de la Antigüedad).

“¿Rendirme? ¡Eso no va conmigo!”.

Si bien este artículo se orienta más en la acción de crear hábitos de estudios en los niños y jóvenes, hoy en día, en las universidades nos encontramos con estudiantes que tienen sesenta y cinco –y más– años de edad, es decir, estudiantes de la tercera edad, muy concentrados y empeñados en iniciar –o bien terminar– alguna carrera que quedó pendiente desde la juventud, o bien, con el fin de completar algún programa de postgrado.

Por lo tanto, aprovechemos este espacio para destacar desde un principio, que la edad no debe ser un obstáculo para efectos de pensar cómo generar buenos hábitos de estudios que conduzcan a mejorar y elevar el rendimiento académico de todas aquellas personas que están estudiando, sea que estén en el colegio, en un instituto profesional o en una universidad, que tengan 8 años o que pasen de los 60 años.

Digamos de partida, que así como los niños deben aprender desde temprana edad una serie de comportamientos y rutinas básicas, tales como: (a) lavarse las manos antes de comer (o después de haber ido al baño), (b) cepillarse los dientes después de cada comida y antes de irse a la cama, (c) tener horarios establecidos para ir a dormir, etc., de acuerdo con los especialistas e investigadores del ámbito académico, hoy en día, resulta prioritario que se ponga mucha atención en la creación de hábitos de estudios en los niños, de manera tal, que estos chicos y chicas estén en condiciones de enfrentar de mejor manera los desafíos que impone el actual sistema educacional.

Y… ¿qué son los hábitos de estudio? Son un conjunto de metodologías y técnicas que permiten mejorar de manera sustancial nuestro rendimiento y eficiencia en los estudios. Con este concepto, también se hace alusión a una serie de costumbres que desarrolla la persona siguiendo una serie de pautas y patrones de comportamiento, con el objetivo de lograr que se conviertan en parte integral de cada individuo. Al respecto, hay que recordar algo muy importante: la motivación es lo que hace que una persona comience con una actividad específica, pero es el hábito el que logra que el sujeto mantenga a firme su motivación contra viento y marea.

Para los estudiosos y expertos, aquellos hábitos de estudios que logre adquirir un niño a temprana edad, se harán INDISPENSABLES al momento de ingresar, más tarde, a una carrera en la educación superior. Incluso más: se ha demostrado que aquellos niños que desarrollaron tempranamente ciertos hábitos y rutinas de estudio, son capaces, posteriormente, de desempeñarse en el ámbito laboral de una manera mucho más exitosa, eficaz y óptima.

Ahora bien, aún cuando los avances tecnológicos ofrecen a los seres humanos grandes ventajas y beneficios, dichos avances también han traído consigo una serie de desventajas, por cuanto, se ha detectado un retroceso notable en la capacidad de concentración, análisis crítico, capacidad de reflexión y comprensión lectora de muchos niños, a raíz de su apego –y casi adicción– a diversos equipos y programas computacionales, tales como los teléfonos inteligentes, las tablets, las redes sociales (como Facebook, YouTube, Twitter, etc), aplicaciones como WhatsApp, juegos en línea y otros programas similares.

¿Por qué razón señalo esto? Porque las investigaciones demuestran que si hay una buena capacidad de concentración, ésta conduce de manera natural a una mejor capacidad de comprensión lectora, la que a su vez permite entender el mundo de una manera más clara y holística, así como también activar la creatividad y reflexionar acerca de las propias ideas e hipótesis al respecto de aquellos temas analizados, dando la posibilidad al sujeto de recordar hechos concretos para que pueda realizar procesos de deducción e inducción de lo aprendido y, en función de lo anterior, estar en condiciones de utilizarlos de manera práctica cuando se vea enfrentado a situaciones similares, nuevas o desconocidas.

Los psicopedagogos, por ejemplo, destacan que los hábitos y técnicas de estudio resultan ser vitales en el transcurso de la vida, por cuanto, los niños aprenden que pueden trabajar mejor y de manera más efectiva con la ayuda de determinadas herramientas. Y cuando sean mayores, estas personas se apoyarán en ellas para rendir de mejor manera durante su vida laboral. Una de las fórmulas o herramienta de trabajo más recomendada –y que mejores resultados reporta–, es motivar a los niños a realizar resúmenes, esquemas y fichas de los textos estudiados y analizados, ya que esta técnica evita que la persona tenga de volver a leer nuevamente TODO el texto, remitiéndose de ahora en más, a sus resúmenes y esquemas de las materias estudiadas. En este sentido, el colegio y la familia cumplen un importante rol en la formación de hábitos de estudios, por cuanto, si durante la jornada escolar los profesores se convierten en agentes formadores y facilitadores del aprendizaje, una vez en el hogar, los padres deben asumir esa tarea formadora.

RECOMENDACIONES PARA CREAR HÁBITOS DE ESTUDIO

La creación de hábitos debe iniciarse, idealmente, entre los ocho y los nueve años, es decir cuando los niños están en tercero o cuarto básico. Revisemos algunas recomendaciones:

Luego de llegar del colegio al hogar, a los niños hay que darles, al menos, una hora de distracción, antes de comenzar el trabajo o proceso de estudio serio.

No se debe permitir que el niño estudie con la televisión o la radio encendidas. (En el peor de los casos, se puede escuchar música orquestada a un volumen razonable).

En recomendable que el niño cuente con un lugar cómodo donde poder trabajar, ojalá con buena iluminación y ventilación.

Si los trabajos que debe hacer el niño son algo extensos, lo recomendable, es que tenga, cada cierto tiempo, algunos períodos de descanso de acuerdo con su edad cronológica. Por ejemplo, entre los siete y los diez años, se sugiere que exista un recreo o descanso de unos 15 minutos entre cada etapa de estudio, teniendo en cuenta que los recreos nunca deben ser más largos que el tiempo dedicado al estudio.

Los padres deben preocuparse que los niños comiencen con aquellas tareas que pueden considerarse como más “difíciles” o complicadas, dejando aquellas más sencillas hacia el final.

En la medida de lo posible, es recomendable, que el niño estudie regularmente todos los días y a la misma hora –dependiendo, naturalmente, de la carga de trabajo–, con la finalidad, de que el menor tenga muy claro e internalizado cuándo comienza y cuándo finaliza el tiempo destinado al estudio. En tiempo de vacaciones –con el fin de que los hábitos adquiridos no se pierdan por desuso– lo recomendable, es que al niño se lo motive para que éste lea acerca de temas que sean de su agrado, interés y a su propia elección, y que aquello leído lo pueda discutir y analizar, posteriormente, con sus padres de una manera entretenida.

Se debe limitar el tiempo para ver televisión. Lo óptimo es que el tiempo de exposición a la televisión no exceda de una hora continuada. La razón para esta recomendación tiene un trasfondo muy poderoso: la sobreexposición a la televisión puede provocar una suerte de trance hipnótico que dificulta, luego, la capacidad de concentración del menor.

Si hay tareas de fin de semana –preparar una prueba, por ejemplo–, lo recomendable es que se realice el día sábado, de modo tal, que el día domingo sea destinado exclusivamente al disfrute, descanso y recreación del niño.

Finalmente, es preciso señalar, que al momento de implementar los hábitos de estudio, los padres deben preocuparse de identificar –y verificar– la situación real de sus hijos en las distintas asignaturas y materias de estudio, de modo tal, que la atención pueda dirigirse y focalizarse en aquellos aspectos más débiles que muestre el niño, teniendo muy presente, que se han descrito nueve tipos distintos de inteligencias (o Inteligencias Múltiples), por lo tanto, siempre será posible que el niño se destaque en algunas materias, en tanto que en otras áreas, puede que no obtenga los mismos buenos resultados. Será en esas áreas deficitarias, donde se hará necesario focalizar los mayores esfuerzos.




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