Las señales que permiten detectar presencia de violencia en el pololeo adolescente
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
- Académico, Escritor e Investigador (PUC-UACh)
Existen diversas investigaciones realizadas por expertos de la Universidad de Talca, Universidad Católica y Universidad de Chile, así como por miembros de la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) de la unidad de Violencia Intrafamiliar y por investigadores internacionales de Estados Unidos, Inglaterra, México, etc., que concuerdan plenamente en que la agresión en el pololeo es más frecuente de lo que se cree y de que existen ciertas señales claras de la existencia de violencia en el pololeo adolescente a las cuales deben, obligatoriamente, prestarse atención, si es que, tanto los jóvenes, como así también los padres de estos adolescentes, quieren evitar posibles tragedias a futuro.
Es así, por ejemplo, que en un estudio publicado en la Revista Costarricense de Psicología se encontró que una agresión física previa al matrimonio suponía una probabilidad del 51% de que esa agresión se repetiría a lo largo del primer año y medio de convivencia, en tanto que otra investigación publicada en la revista Actualidades en Psicología en el año 2015, pone de manifiesto, la existencia de tasas similares de violencia mutua entre hombres y mujeres, realidad que se contrapone a la teoría que hace referencia al rol tradicional de género, en que el varón sería el principal sujeto golpeador y violento.
Los maltratos en la etapa de pololeo pueden ir desde la descalificación, insultos y agresión verbal, empujones, golpes, bofetadas, cachetadas, arañazos en la cara y cuerpo, y, en casos extremos, agresiones de carácter sexual, de los cuales, los padres son los últimos en enterarse de esta peligrosa situación
En un estudio de la Universidad de Talca, el 58% de los adolescentes reconoció que había sido víctima o victimario de agresión en la etapa de pololeo; el 14,7% de los hombres señaló que sus respectivas parejas los abofeteaban –incluso en público– y les lanzaban diversos objetos con el fin de agredirlos; el 11% de las mujeres reconoció que fueron forzadas a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad durante su pololeo.
Estos son datos a los cuales todo adolescente (hombre o mujer), así como también los padres de estos adolescentes, deben prestar mucha atención, porque son señales extremadamente peligrosas.
Si bien no todos los jóvenes quedan “marcados” por las agresiones sufridas durante esta etapa, las huellas profundas que quedan como resultado de un pololeo violento puede convertirse, más adelante, en una experiencia que deje a algunos adolescentes más susceptibles de sufrir y soportar malos tratos, por cuanto, dichos adolescentes podrían tender a “normalizar” la condición de maltrato.
Es posible, que un insulto o un empujón de carácter esporádico, pueda producirse durante una pelea de pololos producto de la discusión del momento. Sin embargo, el problema radica cuando los golpes y/o humillaciones se hacen habituales, convirtiéndose estas señales en el principal síntoma de una actitud o comportamiento futuro de carácter persistente. Es así, por ejemplo, que luego del ataque, la pareja que realizó la agresión tenderá a disculparse ante el otro, y le asegurará a su pareja que fue algo que “se le fue de las manos”, que “fue un hecho aislado” y que “no volverá a ocurrir”, luego de lo cual, viene una etapa de “luna de miel” que dura un tiempo, hasta que nuevamente se acumula la tensión, y la violencia vuelve a resurgir con más fuerza que antes.
Por otra parte, las marcas físicas no son los únicos indicios de la existencia de relaciones violentas en el pololeo, por cuanto, ciertas dinámicas del tipo “posesivo” y “obsesivo” también son indicadores potenciales de un mal pronóstico en la relación de pareja, como por ejemplo, que la vida social de uno de los jóvenes se reduzca única y exclusivamente a estar solamente con su pareja, o bien que una de las partes tenga la obligación de solicitar al otro permiso y autorización para juntarse y salir con otros amigos. Otro síntoma negativo sería la presencia de celopatía en uno de los adolescentes, quién, bajo amenaza, prohíbe a su pareja hablar con ciertas personas, o bien, se presenta la existencia de marcados rasgos de dependencia en uno de los pololos hacia el otro.
Para efectos de detectar un posible pololeo con presencia de conductas agresivas, la familia debe integrar a la pareja de su hija o hijo a las actividades familiares, de modo tal, que los padres puedan constatar –al observar la interacción de la pareja de pololos–, si el pololo(a) controla de manera excesiva a la hija(o), o si la polola(o) manipula en demasía al hijo(a). Hay pololos tan celosos, que si no están juntos comienzan a bombardear con incesantes llamados telefónicos, llegando al extremo de manipular a la pareja asegurando que se encuentran muy mal, o bien, que se van a provocar daño, si la pareja no aparece de inmediato. Otros pololos, en tanto, obligan a su pareja a tener que escoger entre estar con su familia, con sus amigos y amigas, o bien, a estar con él (o con ella).
En este sentido, los padres siempre deben estar atentos a rasguños, marcas o moretones en los brazos y/o cara de sus hijos adolescentes que pololean, ya que son indicios claros de la presencia de ataques y uso de violencia física, condición que se da tanto en hombres como en mujeres, ya que si bien en las mujeres es más visible la agresión debido a la envergadura física por parte del hombre, las mujeres, a su vez, arañan el rostro, brazos y cuerpo de los varones, lo cual, también visibiliza la existencia de violencia en el pololeo por parte de ellas.
Digamos finalmente, que existen ciertos factores “saludables” que deben estar presente en toda relación de pololeo, a saber, la presencia de confianza hacia la pareja, el respeto mutuo y el aprender a valorar las opiniones o puntos de vista divergentes entre ambos, teniendo muy en claro, que es posible estar en desacuerdo con el otro, sin la necesidad de tener que recurrir a gritos, descalificaciones, golpes y amenazas.
Recuerde siempre que si en una relación de pareja –más aún si son personas muy jóvenes– no existe respeto, reciprocidad y altruismo, es mejor que la persona se dé media vuelta y se aleje cuanto antes de aquella pareja que no pone atención a estos tres principios, ya que más adelante, se corre el serio riesgo de ser objeto de golpes y severos malos tratos, muerte incluida. Los femicidios no son eventos que les ocurren solamente a las otras personas.
Es así, por ejemplo, que en un estudio publicado en la Revista Costarricense de Psicología se encontró que una agresión física previa al matrimonio suponía una probabilidad del 51% de que esa agresión se repetiría a lo largo del primer año y medio de convivencia, en tanto que otra investigación publicada en la revista Actualidades en Psicología en el año 2015, pone de manifiesto, la existencia de tasas similares de violencia mutua entre hombres y mujeres, realidad que se contrapone a la teoría que hace referencia al rol tradicional de género, en que el varón sería el principal sujeto golpeador y violento.
Los maltratos en la etapa de pololeo pueden ir desde la descalificación, insultos y agresión verbal, empujones, golpes, bofetadas, cachetadas, arañazos en la cara y cuerpo, y, en casos extremos, agresiones de carácter sexual, de los cuales, los padres son los últimos en enterarse de esta peligrosa situación
En un estudio de la Universidad de Talca, el 58% de los adolescentes reconoció que había sido víctima o victimario de agresión en la etapa de pololeo; el 14,7% de los hombres señaló que sus respectivas parejas los abofeteaban –incluso en público– y les lanzaban diversos objetos con el fin de agredirlos; el 11% de las mujeres reconoció que fueron forzadas a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad durante su pololeo.
Estos son datos a los cuales todo adolescente (hombre o mujer), así como también los padres de estos adolescentes, deben prestar mucha atención, porque son señales extremadamente peligrosas.
Si bien no todos los jóvenes quedan “marcados” por las agresiones sufridas durante esta etapa, las huellas profundas que quedan como resultado de un pololeo violento puede convertirse, más adelante, en una experiencia que deje a algunos adolescentes más susceptibles de sufrir y soportar malos tratos, por cuanto, dichos adolescentes podrían tender a “normalizar” la condición de maltrato.
Es posible, que un insulto o un empujón de carácter esporádico, pueda producirse durante una pelea de pololos producto de la discusión del momento. Sin embargo, el problema radica cuando los golpes y/o humillaciones se hacen habituales, convirtiéndose estas señales en el principal síntoma de una actitud o comportamiento futuro de carácter persistente. Es así, por ejemplo, que luego del ataque, la pareja que realizó la agresión tenderá a disculparse ante el otro, y le asegurará a su pareja que fue algo que “se le fue de las manos”, que “fue un hecho aislado” y que “no volverá a ocurrir”, luego de lo cual, viene una etapa de “luna de miel” que dura un tiempo, hasta que nuevamente se acumula la tensión, y la violencia vuelve a resurgir con más fuerza que antes.
Por otra parte, las marcas físicas no son los únicos indicios de la existencia de relaciones violentas en el pololeo, por cuanto, ciertas dinámicas del tipo “posesivo” y “obsesivo” también son indicadores potenciales de un mal pronóstico en la relación de pareja, como por ejemplo, que la vida social de uno de los jóvenes se reduzca única y exclusivamente a estar solamente con su pareja, o bien que una de las partes tenga la obligación de solicitar al otro permiso y autorización para juntarse y salir con otros amigos. Otro síntoma negativo sería la presencia de celopatía en uno de los adolescentes, quién, bajo amenaza, prohíbe a su pareja hablar con ciertas personas, o bien, se presenta la existencia de marcados rasgos de dependencia en uno de los pololos hacia el otro.
Para efectos de detectar un posible pololeo con presencia de conductas agresivas, la familia debe integrar a la pareja de su hija o hijo a las actividades familiares, de modo tal, que los padres puedan constatar –al observar la interacción de la pareja de pololos–, si el pololo(a) controla de manera excesiva a la hija(o), o si la polola(o) manipula en demasía al hijo(a). Hay pololos tan celosos, que si no están juntos comienzan a bombardear con incesantes llamados telefónicos, llegando al extremo de manipular a la pareja asegurando que se encuentran muy mal, o bien, que se van a provocar daño, si la pareja no aparece de inmediato. Otros pololos, en tanto, obligan a su pareja a tener que escoger entre estar con su familia, con sus amigos y amigas, o bien, a estar con él (o con ella).
En este sentido, los padres siempre deben estar atentos a rasguños, marcas o moretones en los brazos y/o cara de sus hijos adolescentes que pololean, ya que son indicios claros de la presencia de ataques y uso de violencia física, condición que se da tanto en hombres como en mujeres, ya que si bien en las mujeres es más visible la agresión debido a la envergadura física por parte del hombre, las mujeres, a su vez, arañan el rostro, brazos y cuerpo de los varones, lo cual, también visibiliza la existencia de violencia en el pololeo por parte de ellas.
Digamos finalmente, que existen ciertos factores “saludables” que deben estar presente en toda relación de pololeo, a saber, la presencia de confianza hacia la pareja, el respeto mutuo y el aprender a valorar las opiniones o puntos de vista divergentes entre ambos, teniendo muy en claro, que es posible estar en desacuerdo con el otro, sin la necesidad de tener que recurrir a gritos, descalificaciones, golpes y amenazas.
Recuerde siempre que si en una relación de pareja –más aún si son personas muy jóvenes– no existe respeto, reciprocidad y altruismo, es mejor que la persona se dé media vuelta y se aleje cuanto antes de aquella pareja que no pone atención a estos tres principios, ya que más adelante, se corre el serio riesgo de ser objeto de golpes y severos malos tratos, muerte incluida. Los femicidios no son eventos que les ocurren solamente a las otras personas.