Retorno seguro a clases en tiempos de pandemia▶️ ¿es esto factible?

Retorno seguro a clases en tiempos de pandemia: ¿es esto factible?
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)


Son innumerables las discusiones, propuestas y análisis de diverso tipo que han surgido en estos más de dos meses de crisis sanitaria en relación con el retorno a clases, dando lo mismo, si se trata de alumnos de enseñanza básica, media, e incluso, universitaria, por cuanto, el grave problema sigue siendo el mismo: el gran temor de que los estudiantes puedan contagiarse entre ellos, a sus profesores y, por cierto, a sus padres y abuelos.

Más aún, si tomamos en consideración el explosivo nivel de contagio que se ha producido en la ciudad de Santiago, donde no quedó otra alternativa que decretar estado de cuarentena total para más de seis millones de habitantes, una medida de aislamiento que se aplicó a partir del día viernes 15 de mayo, y que obligó, justamente, a 32 comunas del Gran Santiago a entrar en cuarentena.

Las razones que esgrimen quienes se oponen al retorno a clases –que inicialmente se había fijado para el 27 de abril y que luego fue postergado para el mes de mayo– es la gran incertidumbre que existe en relación con el resguardo de la salud y el bienestar de los niños, ya que –salvo contados colegios de élite–, son muy pocos los establecimientos educacionales a nivel nacional que reúnen las condiciones mínimas exigidas por la autoridad sanitaria para evitar los contagios por coronavirus, a saber: salas amplias que permitan mantener el distanciamiento social –un metro y medio entre cada alumno–, lavado constante de manos, uso de miles de mascarillas desechables en forma diaria –que las farmacias venden nada menos que a $1.700 el par–, sanitización regular del establecimiento, toallas industriales, termómetros, dispensadores de alcohol gel, entre otras medidas de protección.

Algunos países europeos y asiáticos están adoptando diversas fórmulas que pudieran favorecer el retorno a clases, tales como la disminución del número de alumnos por curso, horarios de ingreso diferido de estudiantes, separación de los patios, lavado de manos cada dos horas, entre otras. Sin embargo, sucede, que tampoco con estas medidas de seguridad existe certeza total de que los niños y jóvenes no terminen contagiándose. En Chile se ha planteado, asimismo, la posibilidad de que sean los colegios rurales aquellos que primero vuelvan a clases, sin embargo, estos colegios sólo representan menos del 10% de la matrícula de la población escolar y algunos de ellos tampoco tienen las condiciones mínimas de espacio, así como de los elementos protectores requeridos.



Bajo estas circunstancias, son muchos los padres que tienen un comprensible y claro temor a mandar a sus hijos a clases, dados los diversos obstáculos que enfrentan los colegios –tanto públicos como privados– para cumplir con los protocolos de sanidad exigidos. A lo anterior se suma, que son cientos de miles de niños, quienes son transportados diariamente por furgones escolares, donde resulta prácticamente imposible respetar la distancia social, a menos que el conductor del furgón haga dos o tres viajes con el objetivo de asegurar dicha distancia.

Igual cosa sucedería con el ingreso diferido de los alumnos en aquellos colegios que tienen 40 o 45 alumnos por curso, en que el profesor de cada asignatura tendría que hacer, a lo menos, dos turnos de clases con el fin de evitar el hacinamiento en las salas, más aún, si hay alumnos con necesidades especiales, que presentan algún tipo de discapacidad, o bien, niños que sufren de trastornos por déficit atencional o de autismo.

Una profesora de Educación Básica, Karolina Parada A., del Liceo Tomás Burgos de Purranque, queriendo probar la factibilidad de un retorno seguro a clases, realizó el siguiente experimento: tomó a su hija de cuatro años y a su ahijado de seis años y les habló claramente a ambos de que no debían acercarse en ningún momento, no podían sacarse las mascarillas ni tampoco podían compartir los juguetes. “Sí mami, sí tía”, fueron las respuestas de ambos niños, “ya que nos podemos contagiar de un virus feo”, explicó la hija de la profesora. Pasados 10 minutos habían desaparecido las mascarillas, estaba el uno al lado de la otra jugando como si nada, y todo lo conversado previamente en forma tan seria, había pasado completamente al olvido.

Con justa razón, la profesora Parada señala, que si este experimento se lleva a una sala de clases, donde hay decenas de niños cargados de ansiedad y con la necesidad de tener contacto social, por conversar, abrazarse, compartir y jugar, el resultado podría ser catastrófico, por cuanto, se hace muy cuesta arriba, que los profesores puedan realizar una hora de clases y, al mismo tiempo, asegurarse de que los estudiantes cumplan al pie de la letra los protocoles de autocuidado. Más aún, si vemos que ni siquiera los adultos son capaces de respetar las normas de autocuidado establecidas por la autoridad sanitaria, razón por la cual, se impuso cuarentena total y toque de queda a toda la ciudad de Santiago.

A lo anterior, se suma el hecho de que existe un alto número de profesoras y profesores que sobrepasan los 60 años de edad y que, de acuerdo con la autoridad sanitaria, representan un grupo de riesgo, entonces… ¿cómo se reemplaza a todos estos profesores para que las clases vuelvan a una “nueva normalidad”?

Sólo resta decir, que resulta muy fácil advertir la serie de dificultades a superar que tendrán los establecimientos educacionales –a lo largo y ancho de nuestro país–, si se quiere hacer un retorno seguro a clases.

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