¿Por qué razón una persona buena puede convertirse en una persona mala?

Dr. Franco Lotito C. - Académico, escritor e investigador (PUC-UACh) - www.aurigaservicios.cl

El Dr. Philip Zimbardo y el Dr. Stanley Milgram, fueron dos reputados psicólogos que investigaron e intentaron explicar cómo y por qué razón personas buenas podían –bajo ciertas circunstancias– convertirse en personas muy malas e incluso perversas y malvadas.



En el año 1971 el Dr. Zimbardo llevó a cabo una investigación que marcó toda una época: se trata del famoso experimento de la “Cárcel de la Universidad de Stanford”, en el cual, un grupo de 24 estudiantes física y mentalmente sanos fueron seleccionados y destinados al azar para cumplir labores como “presos”, o bien, como “guardias” de los estudiantes que harían de presos. Pues bien, en menos de una semana, los estudiantes participantes en este experimento que hacían de “guardias” cometieron una serie de actos abusivos que nadie esperaba de un grupo de estudiantes de una de las universidades más prestigiosas de EE.UU. Peor aún: los “guardias” de la Universidad de Stanford cometieron los actos más humillantes en contra de los “presos” cuando ellos creían que “no eran vigilados por los investigadores”, lo que llevó a que el turno de noche liderara la lista de vejámenes sexuales.

El Dr. Milgram, por su parte, buscando explicar cómo fue posible que un pueblo culto y educado como el alemán llevara a cabo actos tan barbáricos durante la Segunda Guerra Mundial –cual es el caso del genocidio en contra de los judíos en los campos de concentración– realizó en el año 1961 una serie de investigaciones en la Universidad de Yale acerca de “la obediencia a la autoridad”. Su experimento era muy simple: los participantes –personas de diversas edades, sexo y nivel educativo– debían descargar golpes de electricidad –que eran ficticios– a una tercera persona –que era un actor que debía fingir dolor– según lo ordenara el científico que hacía de autoridad y Director del experimento.

Para gran sorpresa del Dr. Milgram, el 65% de las personas seleccionadas para aplicar las descargas de electricidad que hacían de “profesores” lo hizo aplicando el máximo de potencia, a pesar de las súplicas, gritos y llantos del que hacía de supuesto “alumno porro”, representado por un actor, algo que los participantes desconocían desde el inicio, ya que para ellos, todo era real. (Las personas interesadas en el tema pueden revisar en Youtube diversos documentales de los experimentos del Dr. Milgram y del Dr. Zimbardo).

Revisemos ahora la “alquimia del mal” o cómo se produce la transformación

En Stanford los universitarios-prisioneros fueron vestidos con un traje especial con un número en el pecho. Ellos debían identificarse sólo con su número y referirse a los universitarios-gendarmes como “Señor oficial de prisiones”. A horas de iniciado el experimento, los “guardias” realizaron una variación en la forma en que los supuestos “presos” debían dirigirse a ellos, tal como, por ejemplo: “¡Lo estamos pasando de maravillas señor oficial de prisiones!”. ¿El resultado de esta exigencia por parte de los guardias? Pues bien, un grupo de los “reclusos” se reveló en contra de los guardias. Éstos, a su vez, al ver que perdían poder y autoridad, comenzaron de inmediato a imponer castigos cada vez más humillantes.

Uno de los “guardias” –apodado “John Wayne”– fue uno de los que actuaron con más sadismo y maldad, al inventar un juego homoerótico en el que obligaba a algunos de los “presos” a hacer de “yeguas” y a otros “presos” a actuar como sementales, montando a los presos que hacían de yeguas. La situación se desbordó a tal grado, que al sexto día se suspendió el experimento, ya que cuatro de los universitarios que hacían de “presos” tuvieron que ser excluidos del experimento a causa de sufrir una severa crisis emocional.

Quienes mejor resistieron el experimento fueron los “guardias” más autoritarios. Este hallazgo se correlaciona con una réplica del experimento del Dr. Stanley Milgram que se hizo en el año 2006 en la Universidad de Santa Clara, California, donde el 98,2% de los participantes que hacían de “profesores controladores” aumentó las descargas eléctricas a las personas que hacían de “alumnos”, si la autoridad –encarnada por el Director del experimento– así lo exigía, en contraste con el 19,2% de los participantes que eran algo más “empáticos”. Sin embargo, lo más llamativo del experimento, es que el 70% de los participantes que hacían de “profesores” continuó aplicando golpes de electricidad a pesar de los gritos de dolor del actor que hacía de “alumno-víctima”.

De acuerdo con el Dr. Zimbardo –y descartando patologías y trastornos de personalidad en los participantes del experimento– la explicación radica en que se trata de un proceso donde opera la “presión social y la necesidad de ser aceptados por los grupos de influencia o poder”. En esta “alquimia del mal” resulta ser un factor clave el rol que asumen los individuos: entre más rígido el rol –carcelero, médico, militar– mayor es el riesgo de desconectarse de los valores de su vida normal.

Por otra parte, la deshumanización y el anonimato –el hecho, por ejemplo, de llevar capuchas que cubrían el rostro de los victimarios– era otro factor catalizador de la perversión y la maldad. Los “guardias de Stanford” terminaron viendo a los “presos” a su cargo como “borregos”, y cuando creían que no eran vigilados, cometieron los actos más perversos y humillantes, donde el turno de noche lideró los abusos de carácter sexual.

Afortunadamente, no todo es negativo en este experimento, ya que tal como lo relata y explica el Dr. Zimbardo en su libro “El efecto Lucifer: el porqué de la maldad”, hay algunas personas que son capaces de resistir las presiones sociales, aunque ello les signifique sacrificar estatus o perder poder ante los demás, siendo capaces de realizar actos heroicos donde otros caen en vilezas, humillaciones, aberraciones y actos vejatorios.

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