Conductas infantiles que pueden convertirse en conductas problemáticas
Dr. Franco Lotito C.
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh) – www.aurigaservicios.cl
Muchos adultos piensan que los niños de menos de cinco a seis años viven en una suerte de limbo, donde todas sus conductas responden a “la inocencia infantil”. Sin embargo, en este período aparecen ciertas conductas que, sí son consideradas “inofensivas”, generarán graves problemas, si los padres no las enfrentan a tiempo y con firmeza.
Los expertos explican que el hecho de justificar a los hijos pensando que su conducta responde sólo a una etapa “normal de su desarrollo infantil”, es una forma ingenua de ocultar y/o de tapar el problema. Por oposición a esta postura, la recomendación de los expertos es enseñarles a los niños la forma correcta de comportarse a través de juegos y rutinas cotidianas.
La revista norteamericana “Parents” (Padres, en castellano) identificó cinco conductas infantiles que los padres deben frenar antes de que se conviertan en un verdadero dolor de cabeza para la familia y el entorno cercano del menor. La primera de estas conductas a la que hay que poner freno, es la de “ofender y contestar violentamente”, ya que pensar que los niños contestan de esa forma sólo porque están pasando por una etapa, lleva a legitimar este tipo de conductas, especialmente, cuando estos actos de violencia y rebeldía son demasiado frecuentes. Para los niños decirle a la mamá que es “una tonta”, “una estúpida”, o algo peor, puede que no tenga nada de malo. En estos casos, hay que explicarles que ese tipo de insultos no se dicen, en función de lo cual, los padres deben dejar establecido desde un principio que esas conductas no son aceptables y que de repetirse tendrán una sanción. Hay que dejar en claro, eso sí, que no se busca tener “hijos sumisos”, sino que hijos que sepan hacer la diferencia entre conductas que son aceptables y otras que son reprochables.
La segunda conducta a evitar es cuando los padres permiten a sus hijos “interrumpir las conversaciones” de los adultos una y otra vez, ya que con ello están enviando una mala señal: no se les está enseñando a tener consideración con los demás, ya que a la larga lleva a los menores a pensar que toda la atención debe estar puesta sobre ellos. Hay que tener presente que los niños no nacen sabiendo que deben pedir la palabra y esperar para hablar. Es tarea de los padres enseñarles a sus hijos a esperar su turno para hablar, ya que ese comportamiento lleva implícito un valor muy importante: el respeto hacia los otros.
La tercera conducta apunta al hecho de “jugar de manera violenta y sin medir las consecuencias”: es común que los menores agredan y luego, para disculparse, enmascaren esa agresión como parte del juego, ya que los niños entienden que las acciones agresivas y violentas no son aceptadas, razón por la cual, tratan de excusarse. Al respecto, hay que explicar y dejar en claro a los hijos que agredir y herir a otras personas es algo que no está permitido. Un paso importante en relación con las conductas agresivas es que los padres averigüen de donde vienen esos modelos de agresividad, puesto que es posible que el menor esté copiando conductas de otras personas o, incluso de programas de televisión o juegos de video. En este sentido, hay que primero explorar y averiguar bien, antes de castigar.
La cuarta conducta, es “mentir y/o exagerar la verdad”, especialmente, cuando esa fantasía en la que viven se hace más grande que la realidad. Puede suceder que estamos frente a un menor que tiene problemas emocionales y que necesita llenar vacíos de felicidad con ilusiones. También puede suceder que los niños se sienten poco acogidos por sus pares, a raíz de lo cual, inventan historias fantásticas para ser aceptados. La recomendación de los expertos en el tema es acercarse a los hijos para saber por qué razón necesitan inventar o exagerar una realidad distinta a la propia.
La quinta conducta que puede convertirse en algo muy problemático es cuando los menores se hacen los sordos o “pretenden que no escuchan” a sus padres. Al respecto de esta conducta, la ley del hielo es una técnica utilizada muy a menudo por los menores cuando algo les molesta, o bien, es usada para agraviar a los padres, ya que “ignorar es una manera de devaluar al otro”. Por lo tanto, si los padres lo permiten, lo que están haciendo es fomentar en sus hijos conductas desafiantes y controladoras, ya que se produce entre padres e hijos una especie de juegos del poder, donde el menor quiere salir ganador.
Los niños deben aprender a respetar y obedecer a sus papás, por cuanto, en un hogar que funciona bien, los padres representan la autoridad máxima y son los llamados a establecer ciertas normas y principios que ayudan a los hijos a organizar y ordenar su conducta, al mismo tiempo que respetar las reglas establecidas.
Los especialistas en este tema entregan, asimismo, una serie de datos útiles para que los padres puedan enfrentar de buena manera este tipo de conductas. Revisemos algunas de ellas:
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Muchos adultos piensan que los niños de menos de cinco a seis años viven en una suerte de limbo, donde todas sus conductas responden a “la inocencia infantil”. Sin embargo, en este período aparecen ciertas conductas que, sí son consideradas “inofensivas”, generarán graves problemas, si los padres no las enfrentan a tiempo y con firmeza.
Los expertos explican que el hecho de justificar a los hijos pensando que su conducta responde sólo a una etapa “normal de su desarrollo infantil”, es una forma ingenua de ocultar y/o de tapar el problema. Por oposición a esta postura, la recomendación de los expertos es enseñarles a los niños la forma correcta de comportarse a través de juegos y rutinas cotidianas.
La revista norteamericana “Parents” (Padres, en castellano) identificó cinco conductas infantiles que los padres deben frenar antes de que se conviertan en un verdadero dolor de cabeza para la familia y el entorno cercano del menor. La primera de estas conductas a la que hay que poner freno, es la de “ofender y contestar violentamente”, ya que pensar que los niños contestan de esa forma sólo porque están pasando por una etapa, lleva a legitimar este tipo de conductas, especialmente, cuando estos actos de violencia y rebeldía son demasiado frecuentes. Para los niños decirle a la mamá que es “una tonta”, “una estúpida”, o algo peor, puede que no tenga nada de malo. En estos casos, hay que explicarles que ese tipo de insultos no se dicen, en función de lo cual, los padres deben dejar establecido desde un principio que esas conductas no son aceptables y que de repetirse tendrán una sanción. Hay que dejar en claro, eso sí, que no se busca tener “hijos sumisos”, sino que hijos que sepan hacer la diferencia entre conductas que son aceptables y otras que son reprochables.
La segunda conducta a evitar es cuando los padres permiten a sus hijos “interrumpir las conversaciones” de los adultos una y otra vez, ya que con ello están enviando una mala señal: no se les está enseñando a tener consideración con los demás, ya que a la larga lleva a los menores a pensar que toda la atención debe estar puesta sobre ellos. Hay que tener presente que los niños no nacen sabiendo que deben pedir la palabra y esperar para hablar. Es tarea de los padres enseñarles a sus hijos a esperar su turno para hablar, ya que ese comportamiento lleva implícito un valor muy importante: el respeto hacia los otros.
La tercera conducta apunta al hecho de “jugar de manera violenta y sin medir las consecuencias”: es común que los menores agredan y luego, para disculparse, enmascaren esa agresión como parte del juego, ya que los niños entienden que las acciones agresivas y violentas no son aceptadas, razón por la cual, tratan de excusarse. Al respecto, hay que explicar y dejar en claro a los hijos que agredir y herir a otras personas es algo que no está permitido. Un paso importante en relación con las conductas agresivas es que los padres averigüen de donde vienen esos modelos de agresividad, puesto que es posible que el menor esté copiando conductas de otras personas o, incluso de programas de televisión o juegos de video. En este sentido, hay que primero explorar y averiguar bien, antes de castigar.
La cuarta conducta, es “mentir y/o exagerar la verdad”, especialmente, cuando esa fantasía en la que viven se hace más grande que la realidad. Puede suceder que estamos frente a un menor que tiene problemas emocionales y que necesita llenar vacíos de felicidad con ilusiones. También puede suceder que los niños se sienten poco acogidos por sus pares, a raíz de lo cual, inventan historias fantásticas para ser aceptados. La recomendación de los expertos en el tema es acercarse a los hijos para saber por qué razón necesitan inventar o exagerar una realidad distinta a la propia.
La quinta conducta que puede convertirse en algo muy problemático es cuando los menores se hacen los sordos o “pretenden que no escuchan” a sus padres. Al respecto de esta conducta, la ley del hielo es una técnica utilizada muy a menudo por los menores cuando algo les molesta, o bien, es usada para agraviar a los padres, ya que “ignorar es una manera de devaluar al otro”. Por lo tanto, si los padres lo permiten, lo que están haciendo es fomentar en sus hijos conductas desafiantes y controladoras, ya que se produce entre padres e hijos una especie de juegos del poder, donde el menor quiere salir ganador.
Los niños deben aprender a respetar y obedecer a sus papás, por cuanto, en un hogar que funciona bien, los padres representan la autoridad máxima y son los llamados a establecer ciertas normas y principios que ayudan a los hijos a organizar y ordenar su conducta, al mismo tiempo que respetar las reglas establecidas.
Los especialistas en este tema entregan, asimismo, una serie de datos útiles para que los padres puedan enfrentar de buena manera este tipo de conductas. Revisemos algunas de ellas:
- El primer paso a dar, es explorar y buscar las causas y/o razones que puedan explicar la conducta de los hijos.
- Las sanciones que impongan los padres deben estar ligadas a conductas concretas, de modo tal que el menor sepa por qué razón está siendo castigado y entienda lo que puede esperar de parte de sus padres si mantiene conductas erradas. En este sentido, saber aplicar una sanción a los hijos es fundamental para que ellos comprendan el motivo del castigo y, por esta vía, corregir la falta cometida.
- Unido al punto anterior y antes de castigar, los padres deben procurar –y asegurarse– que los hijos hayan comprendido de manera clara que han hecho algo inapropiado y reprochable.
- Lo mejor y lo más efectivo es aplicar un castigo por un período corto de tiempo e inmediatamente después de cometida la falta, ya que si transcurre mucho tiempo entre la falta y la sanción, el menor quedará desconcertado de por qué razón –y de un momento a otro– ha sido castigado, especialmente, si al momento del castigo estaba tranquilo y sumergido en algún tipo de actividad que no molestaba a nadie.
- Los padres no deben exponerse a juegos de poder inútiles: no hay que intentar medir quién o cuál de las partes tiene más poder, ya que esa no es la forma correcta de guiar a los niños.
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