Osorno lidera revolución en la industria del avellano
La industria chilena del avellano europeo está experimentando un auge sin precedentes, posicionando al país como un actor clave en el mercado global. Lo que comenzó como un emprendimiento visionario en la zona sur, impulsado por la familia Mohr, se ha transformado en una potente alternativa económica que genera empleos y divisas, proyectando a Chile como el segundo mayor productor mundial de avellanas en los próximos años. Este crecimiento se sustenta en la calidad superior de la fruta chilena, ventajas agronómicas únicas y una estrategia de diversificación de mercados que busca asegurar la estabilidad a largo plazo.
La historia del avellano en Chile, particularmente en la Región de Los Lagos, es un testimonio de visión y perseverancia. Hace más de dos décadas, cuando el mercado de avellanas en Chile dependía casi exclusivamente de un único comprador, la familia Mohr identificó un cuello de botella que frenaba el desarrollo del cultivo. Esta dependencia impulsó la búsqueda de nuevos mercados y la integración vertical en el proceso, desde el vivero hasta la exportación de avellana descascarada.
Un punto de inflexión fue la conexión con la empresa austriaca Manner, fabricante de waffles en Viena, que requería grandes volúmenes de pasta de avellana. Esta oportunidad motivó la inversión en maquinaria para descascarar y el desarrollo de procesos de envasado con atmósfera modificada y refrigeración, esenciales para mantener la calidad de la fruta durante el transporte transcontinental. Este proceso, inicialmente rudimentario, fue perfeccionado con el tiempo, permitiendo cumplir con los altísimos estándares de calidad exigidos por el mercado internacional, como la casi ausencia de material extraño por tonelada.
La apertura a nuevos mercados se amplió con clientes como Storck y Nestlé, aunque esta última no mantuvo sus compras debido a la sensibilidad a los precios. Hoy, Storck es uno de los principales compradores, adquiriendo millones de euros en avellanas chilenas anualmente. La clave de este éxito radica en la capacidad de Chile para exportar avellana en grano y descascarada, formato preferido por el 90% del mercado mundial y al que Ferrero, tradicionalmente, accedía mediante la integración vertical al comprar avellana con cáscara.
La ventaja competitiva de Chile en la producción de avellanas es innegable. Las condiciones agroclimáticas del sur, combinadas con la vasta experiencia frutícola del país y el uso de genética desarrollada en Estados Unidos para climas fríos, han posicionado a Chile con los mejores promedios productivos por hectárea a nivel global. Mientras otros países productores como Turquía, España e Italia enfrentan desafíos como el cambio climático, el desarrollo inmobiliario, restricciones sanitarias y plagas agresivas como el chinche marrón (Halyomorpha halys), Chile mantiene un estatus fitosanitario privilegiado, lo que le permite ofrecer una avellana con un 20% a 25% más de precio por kilo que la turca. Esta superioridad en calidad y eficiencia de producción compensa la lejanía logística.
El "burrito" (Naupactus santugrafes, Aegorhinus nodipennis, Aegorhinus superciliosus, entre otros), una plaga local, es el principal desafío fitosanitario para el avellano en Chile. Sin embargo, su impacto se ha logrado controlar eficazmente con manejos culturales y aplicaciones preventivas desde el inicio de la plantación. A diferencia de las plagas en Turquía que afectan directamente el fruto y su sabor, el burrito en Chile afecta la planta y es manejable. El Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y el comité de la Avellana trabajan activamente para evitar la entrada de plagas foráneas que puedan comprometer la calidad y competitividad del producto chileno.
El crecimiento de la industria es exponencial. Chile ha pasado de plantar aproximadamente 3.000 hectáreas anuales a proyectar más de 6.000 hectáreas para 2026, alcanzando un total de 60.000 hectáreas cultivadas. Se estima que esto permitirá a Chile producir 200.000 toneladas de avellanas, lo que representa una participación del 12% al 14% de la oferta mundial y lo consolidará como el segundo país productor del mundo en tres o cuatro años. La demanda global sigue en aumento, superando la oferta, y el precio del grano de avellana se ha cuadruplicado en las últimas tres décadas, pasando de menos de tres dólares a doce dólares por kilo.
La estabilidad del negocio del avellano reside en que su principal comprador es la industria alimentaria (chocolateros y fabricantes de galletas), para quienes la disponibilidad de materia prima de calidad es crítica. Esto genera órdenes de volumen ilimitadas, lo que asegura la salida del producto chileno.
Más allá de la exportación del grano, la industria del avellano en Chile busca agregar valor. Los descartes de la línea de procesamiento, que presentan algún daño mecánico pero no afectan la calidad, son tostados y recubiertos con chocolate o transformados en pasta, desarrollando el mercado local con productos de alto valor. Además, las cáscaras, un subproducto del proceso de descascarado que representa más del 50% del peso de la avellana, están siendo utilizadas como combustible para calefacción domiciliaria e industrial, y se estudia la posibilidad de generar energía eléctrica. Esta circularidad contribuye a la sostenibilidad del cultivo.
Para los nuevos inversionistas, el avellano ofrece versatilidad. Aunque se considera que 75 hectáreas son una unidad de negocio viable con mecanización americana, existen opciones para productores con 5 a 15 hectáreas, utilizando mecanización intermedia europea. La receta agronómica para el éxito en Chile ya está probada, con condiciones óptimas de clima y acceso al agua, factores fundamentales para el establecimiento y la estabilidad productiva del cultivo. La experiencia ha demostrado que es preferible invertir en suelos de buena calidad, ya que esto maximiza la rentabilidad.
El legado de la industria del avellano va más allá de lo económico. Ha generado un ecosistema en el sur de Chile que atrae diversas especies de aves y contribuye a la captura de carbono. La investigación en huella de carbono con universidades locales busca cuantificar y demostrar el impacto positivo del cultivo. Este desarrollo ha transformado Osorno y sus alrededores, creando cientos de empleos directos e indirectos en viveros, plantas de procesamiento y logística. La industria del avellano chilena, con su enfoque en la calidad, la diversificación y la sostenibilidad, se proyecta como un motor de desarrollo rural y un orgullo nacional en el panorama agroindustrial mundial.
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La historia del avellano en Chile, particularmente en la Región de Los Lagos, es un testimonio de visión y perseverancia. Hace más de dos décadas, cuando el mercado de avellanas en Chile dependía casi exclusivamente de un único comprador, la familia Mohr identificó un cuello de botella que frenaba el desarrollo del cultivo. Esta dependencia impulsó la búsqueda de nuevos mercados y la integración vertical en el proceso, desde el vivero hasta la exportación de avellana descascarada.
Un punto de inflexión fue la conexión con la empresa austriaca Manner, fabricante de waffles en Viena, que requería grandes volúmenes de pasta de avellana. Esta oportunidad motivó la inversión en maquinaria para descascarar y el desarrollo de procesos de envasado con atmósfera modificada y refrigeración, esenciales para mantener la calidad de la fruta durante el transporte transcontinental. Este proceso, inicialmente rudimentario, fue perfeccionado con el tiempo, permitiendo cumplir con los altísimos estándares de calidad exigidos por el mercado internacional, como la casi ausencia de material extraño por tonelada.
La apertura a nuevos mercados se amplió con clientes como Storck y Nestlé, aunque esta última no mantuvo sus compras debido a la sensibilidad a los precios. Hoy, Storck es uno de los principales compradores, adquiriendo millones de euros en avellanas chilenas anualmente. La clave de este éxito radica en la capacidad de Chile para exportar avellana en grano y descascarada, formato preferido por el 90% del mercado mundial y al que Ferrero, tradicionalmente, accedía mediante la integración vertical al comprar avellana con cáscara.
La ventaja competitiva de Chile en la producción de avellanas es innegable. Las condiciones agroclimáticas del sur, combinadas con la vasta experiencia frutícola del país y el uso de genética desarrollada en Estados Unidos para climas fríos, han posicionado a Chile con los mejores promedios productivos por hectárea a nivel global. Mientras otros países productores como Turquía, España e Italia enfrentan desafíos como el cambio climático, el desarrollo inmobiliario, restricciones sanitarias y plagas agresivas como el chinche marrón (Halyomorpha halys), Chile mantiene un estatus fitosanitario privilegiado, lo que le permite ofrecer una avellana con un 20% a 25% más de precio por kilo que la turca. Esta superioridad en calidad y eficiencia de producción compensa la lejanía logística.
El "burrito" (Naupactus santugrafes, Aegorhinus nodipennis, Aegorhinus superciliosus, entre otros), una plaga local, es el principal desafío fitosanitario para el avellano en Chile. Sin embargo, su impacto se ha logrado controlar eficazmente con manejos culturales y aplicaciones preventivas desde el inicio de la plantación. A diferencia de las plagas en Turquía que afectan directamente el fruto y su sabor, el burrito en Chile afecta la planta y es manejable. El Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y el comité de la Avellana trabajan activamente para evitar la entrada de plagas foráneas que puedan comprometer la calidad y competitividad del producto chileno.
El crecimiento de la industria es exponencial. Chile ha pasado de plantar aproximadamente 3.000 hectáreas anuales a proyectar más de 6.000 hectáreas para 2026, alcanzando un total de 60.000 hectáreas cultivadas. Se estima que esto permitirá a Chile producir 200.000 toneladas de avellanas, lo que representa una participación del 12% al 14% de la oferta mundial y lo consolidará como el segundo país productor del mundo en tres o cuatro años. La demanda global sigue en aumento, superando la oferta, y el precio del grano de avellana se ha cuadruplicado en las últimas tres décadas, pasando de menos de tres dólares a doce dólares por kilo.
La estabilidad del negocio del avellano reside en que su principal comprador es la industria alimentaria (chocolateros y fabricantes de galletas), para quienes la disponibilidad de materia prima de calidad es crítica. Esto genera órdenes de volumen ilimitadas, lo que asegura la salida del producto chileno.
Más allá de la exportación del grano, la industria del avellano en Chile busca agregar valor. Los descartes de la línea de procesamiento, que presentan algún daño mecánico pero no afectan la calidad, son tostados y recubiertos con chocolate o transformados en pasta, desarrollando el mercado local con productos de alto valor. Además, las cáscaras, un subproducto del proceso de descascarado que representa más del 50% del peso de la avellana, están siendo utilizadas como combustible para calefacción domiciliaria e industrial, y se estudia la posibilidad de generar energía eléctrica. Esta circularidad contribuye a la sostenibilidad del cultivo.
Para los nuevos inversionistas, el avellano ofrece versatilidad. Aunque se considera que 75 hectáreas son una unidad de negocio viable con mecanización americana, existen opciones para productores con 5 a 15 hectáreas, utilizando mecanización intermedia europea. La receta agronómica para el éxito en Chile ya está probada, con condiciones óptimas de clima y acceso al agua, factores fundamentales para el establecimiento y la estabilidad productiva del cultivo. La experiencia ha demostrado que es preferible invertir en suelos de buena calidad, ya que esto maximiza la rentabilidad.
El legado de la industria del avellano va más allá de lo económico. Ha generado un ecosistema en el sur de Chile que atrae diversas especies de aves y contribuye a la captura de carbono. La investigación en huella de carbono con universidades locales busca cuantificar y demostrar el impacto positivo del cultivo. Este desarrollo ha transformado Osorno y sus alrededores, creando cientos de empleos directos e indirectos en viveros, plantas de procesamiento y logística. La industria del avellano chilena, con su enfoque en la calidad, la diversificación y la sostenibilidad, se proyecta como un motor de desarrollo rural y un orgullo nacional en el panorama agroindustrial mundial.
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