⚠️ De Milei a Putin: cómo la megalomanía moldea la política internacional
El síndrome del impostor y la megalomanía en el liderazgo: el caso Milei.
En una reciente entrevista en Paislobo Prensa, la comunicadora Rocío Gambra conversó con el doctor Franco Lotito sobre dos fenómenos psicológicos opuestos pero interconectados: el síndrome del impostor y la megalomanía. Mientras el primero genera inseguridad y una sensación de fraude en quienes lo padecen, el segundo se caracteriza por una excesiva confianza y una visión inflada de la propia importancia.
La conversación exploró cómo estos rasgos se manifiestan en el ámbito político, con ejemplos como Javier Milei, Donald Trump y Vladimir Putin, líderes que, según Lotito, reflejan características megalomaníacas.
Lotito explicó que el síndrome del impostor, también conocido como síndrome del fraude, es un trastorno psicológico donde personas exitosas sienten que no merecen sus logros. Según estudios de las psicólogas Susan Imes y Pauline Clance, este fenómeno afecta mayormente a mujeres debido a factores socioculturales.
Algunos síntomas incluyen:
Ejemplos de figuras reconocidas que han admitido padecer este síndrome son la actriz Charlize Theron, la ganadora del Oscar, Viola Davis y la ex primera dama de EE.UU., Michelle Obama.
Por otro lado, la megalomanía se asocia con el narcisismo patológico y se manifiesta en individuos con un alto grado de autoconfianza extrema, mitomanía y tendencia a descalificar a otros. Lotito mencionó como ejemplos a Javier Milei, Donald Trump, Nicolás Maduro y Vladimir Putin, líderes que, según él, presentan rasgos de este trastorno.
“El problema con estas personas es que creen ser los únicos capaces y dignos de reconocimiento, lo que los lleva a decisiones impulsivas y autoritarias”, explicó el especialista. Un rasgo característico es la creencia en una inteligencia superior, como en el caso de Trump, quien ha declarado tener un coeficiente intelectual de 150, comparable al de Albert Einstein.
Lotito enfatizó que, mientras quienes padecen síndrome del impostor intentan pasar desapercibidos, los megalomaníacos buscan constantemente la atención y la validación de su entorno. Esto los hace propensos a comportamientos autoritarios, como en el caso de Hitler, Stalin y Mao Zedong, quienes justificaron atrocidades en nombre de sus ideologías.
En la actualidad, Milei y Trump han captado apoyo popular pese a sus rasgos megalomaníacos, pues han implementado cambios percibidos como positivos en ciertos sectores. Sin embargo, Lotito advirtió que el problema con estos líderes es que su deseo de control y poder absoluto puede terminar generando efectos devastadores.
Conclusión: Mientras el síndrome del impostor afecta la percepción del éxito personal y puede ser tratado con terapia, la megalomanía es un trastorno difícil de modificar, ya que quienes lo padecen no suelen reconocerlo. En el ámbito político, este tipo de liderazgo puede traer cambios positivos en el corto plazo, pero también generar riesgos cuando el poder se convierte en un fin en sí mismo.
Fuente información: Rocío Gambra
En una reciente entrevista en Paislobo Prensa, la comunicadora Rocío Gambra conversó con el doctor Franco Lotito sobre dos fenómenos psicológicos opuestos pero interconectados: el síndrome del impostor y la megalomanía. Mientras el primero genera inseguridad y una sensación de fraude en quienes lo padecen, el segundo se caracteriza por una excesiva confianza y una visión inflada de la propia importancia.
La conversación exploró cómo estos rasgos se manifiestan en el ámbito político, con ejemplos como Javier Milei, Donald Trump y Vladimir Putin, líderes que, según Lotito, reflejan características megalomaníacas.
El síndrome del impostor: inseguridad y autopercepción negativa
Lotito explicó que el síndrome del impostor, también conocido como síndrome del fraude, es un trastorno psicológico donde personas exitosas sienten que no merecen sus logros. Según estudios de las psicólogas Susan Imes y Pauline Clance, este fenómeno afecta mayormente a mujeres debido a factores socioculturales.
Algunos síntomas incluyen:
- Miedo a no estar a la altura de las expectativas.
- Dudas constantes sobre las propias capacidades.
- Tendencia a atribuir el éxito a la suerte o ayuda externa.
- Perfeccionismo excesivo y temor a cometer errores.
Megalomanía: el ego desmesurado en el poder
Por otro lado, la megalomanía se asocia con el narcisismo patológico y se manifiesta en individuos con un alto grado de autoconfianza extrema, mitomanía y tendencia a descalificar a otros. Lotito mencionó como ejemplos a Javier Milei, Donald Trump, Nicolás Maduro y Vladimir Putin, líderes que, según él, presentan rasgos de este trastorno.
“El problema con estas personas es que creen ser los únicos capaces y dignos de reconocimiento, lo que los lleva a decisiones impulsivas y autoritarias”, explicó el especialista. Un rasgo característico es la creencia en una inteligencia superior, como en el caso de Trump, quien ha declarado tener un coeficiente intelectual de 150, comparable al de Albert Einstein.
El impacto del poder en estos perfiles
Lotito enfatizó que, mientras quienes padecen síndrome del impostor intentan pasar desapercibidos, los megalomaníacos buscan constantemente la atención y la validación de su entorno. Esto los hace propensos a comportamientos autoritarios, como en el caso de Hitler, Stalin y Mao Zedong, quienes justificaron atrocidades en nombre de sus ideologías.
En la actualidad, Milei y Trump han captado apoyo popular pese a sus rasgos megalomaníacos, pues han implementado cambios percibidos como positivos en ciertos sectores. Sin embargo, Lotito advirtió que el problema con estos líderes es que su deseo de control y poder absoluto puede terminar generando efectos devastadores.
Conclusión: Mientras el síndrome del impostor afecta la percepción del éxito personal y puede ser tratado con terapia, la megalomanía es un trastorno difícil de modificar, ya que quienes lo padecen no suelen reconocerlo. En el ámbito político, este tipo de liderazgo puede traer cambios positivos en el corto plazo, pero también generar riesgos cuando el poder se convierte en un fin en sí mismo.
Fuente información: Rocío Gambra