La pobreza es una realidad oculta
Por: Hugo Pérez White. Cuando las autoridades encargadas de la planificación nacional informan que la pobreza ronda en nuestro entorno y que constituye un pesado problema social que se debe afrontar con seriedad, no le damos la importancia que se merece y no pensamos que detrás de esas personas hay angustias, hambre, desolación, frustraciones, mendicidad, violencia, abandono y más que nada marginalidad social y son seres humanos que están en cualquier rincón de la ciudad, durmiendo donde la noche los sorprende, comiendo lo que logran conseguir mientras sus cuerpos cansados de tanto deambular en las noches buscan el sueño mirando las estrellas.
Un trozo literario los mostraría como hombres que buscan la luz de la vida y un gesto de paz de sus hermanos, pero, cuando los vemos no los saludamos, cuando tienen hambre no les damos de comer y cuando tienen sed no le ofrecemos agua para saciar su sed.
La indiferencia ante este drama humano llamado pobreza no nos permite imaginar que los días están contados para ellos, aparte de llevar sus penurias sobre sus propias espaldas.
Si bien es cierto que cada ser humano lleva consigo sus angustias y sus propios problemas, también es capaz de llevar esperanzas e inquietudes.
Esta competencia hace que la lucha por subir escaños sociales sea tan cruel e insensible y no nos permite mirar a nuestro entorno, donde otros ni siquiera tienen sueños de futuro, porque están viviendo su minuto, el tiempo necesario para no morir.
Son hombres y mujeres que han buscado su mundo en la ilusión efímera que produce el alcohol y deambulan por las calles de las ciudades buscando un trabajito o “changuita”, como ellos lo llaman, para ayudarse a su propia subsistencia, añorando quizás una cama limpia, o una vida de hogar compartida con sus compañeros de angustias, un desayuno caliente, un almuerzo saludable y la comida tranquilizadora de la noche cuando el descanso los llama a reconocer cuartel.
Existen grupos de personas que han puesto al servicio de los pobres su tiempo, su gestión profesional, su amor al prójimo y sus deseos de servir y en actitudes anónimas logran reunir alimentos, ropas de cama, utensilios de cocina, dinero y más que nada voluntarios a la causa benefactora y en las noches heladas de los crudos inviernos, los buscan, los visitan, conversan con ellos y le dan comida caliente que alivia el malestar de sus cansados cuerpos.
La pobreza no sólo debe utilizado para discursos políticos electorales, sino que también debe ser una filosofía de vida para la comunidad nacional y una responsabilidad de todos los chilenos y no de algunos idealistas solamente.
Un trozo literario los mostraría como hombres que buscan la luz de la vida y un gesto de paz de sus hermanos, pero, cuando los vemos no los saludamos, cuando tienen hambre no les damos de comer y cuando tienen sed no le ofrecemos agua para saciar su sed.
La indiferencia ante este drama humano llamado pobreza no nos permite imaginar que los días están contados para ellos, aparte de llevar sus penurias sobre sus propias espaldas.
Si bien es cierto que cada ser humano lleva consigo sus angustias y sus propios problemas, también es capaz de llevar esperanzas e inquietudes.
Esta competencia hace que la lucha por subir escaños sociales sea tan cruel e insensible y no nos permite mirar a nuestro entorno, donde otros ni siquiera tienen sueños de futuro, porque están viviendo su minuto, el tiempo necesario para no morir.
Son hombres y mujeres que han buscado su mundo en la ilusión efímera que produce el alcohol y deambulan por las calles de las ciudades buscando un trabajito o “changuita”, como ellos lo llaman, para ayudarse a su propia subsistencia, añorando quizás una cama limpia, o una vida de hogar compartida con sus compañeros de angustias, un desayuno caliente, un almuerzo saludable y la comida tranquilizadora de la noche cuando el descanso los llama a reconocer cuartel.
Existen grupos de personas que han puesto al servicio de los pobres su tiempo, su gestión profesional, su amor al prójimo y sus deseos de servir y en actitudes anónimas logran reunir alimentos, ropas de cama, utensilios de cocina, dinero y más que nada voluntarios a la causa benefactora y en las noches heladas de los crudos inviernos, los buscan, los visitan, conversan con ellos y le dan comida caliente que alivia el malestar de sus cansados cuerpos.
La pobreza no sólo debe utilizado para discursos políticos electorales, sino que también debe ser una filosofía de vida para la comunidad nacional y una responsabilidad de todos los chilenos y no de algunos idealistas solamente.