Un huaso que hizo Patria en la Patagonía
por: Hugo Pérez White.
La celebración de nuestras fiestas patrias con motivo de la celebración de los doscientos dos años de la fecha en que se constituyó la Primera Junta Nacional de Gobierno un 18 de septiembre de 1810, es un acontecimiento histórico que permitió la formación de una república independiente la cual permitió terminar definitivamente con el encadenamiento a que estábamos sometidos en el aspecto político, económico y social por parte de la monarquía española liberándonos de esa sumisión después de constantes luchas armadas que se desataron desde Méjico al sur del continente y que culminó en Chile con la declaración de la independencia definitiva el 12 de febrero de 1818.
El grito libertario y la decisión de asumir la defensa de esos principios de emancipación surgieron a borbotones desde las gargantas de los líderes que emergieron para dirigir el proceso revolucionario y que en cada año calendario nuestras autoridades se unen para que la ciudadanía celebre este acontecimiento con una serie de actividades impregnadas todas de un sentimiento patrio que brota desde todos los puntos del país.
De esos tiempos donde la pólvora invadía los campos y el olor a sangre corría a raudales por los sembradíos han surgido innumerables líderes que han hecho revoluciones de todo tipo y que con encendidas palabras y capacidad de convencimiento han marcado nuestra historia y han ido dando formas distintas de país, a través de gobernantes que han representado las diversas corrientes políticas, religiosas y sociales que existen.
En esta fecha memorable para los chilenos y que hoy recordamos con alegría no puedo olvidar a un hombre que puso toda su pasión y vida en la profundización del sentimiento patrio y raigambre de las costumbres netamente chilenas en los lugares más apartados de la patagonia donde las antiguas costumbres argentinas se practicaban con asiduidad dada la cercanía y la convivencia diaria que sus habitantes con los hermanos del otro lado de la cordillera.
Ese huaso era un destacado profesor normalista y director de una escuela rural cercana a Coyhaique y su nombre era Mario Mundaca Peña quien murió llevándose en su corazón los acordes de las guitarras tocando hermosas cuecas chilenas y los alegres tintineos de las espuelas de plata zapateando alrededor de las chinas que jugueteaban con su pañuelo blanco tratando de ocultar sus caras picaronas ante las insinuaciones de su pareja de baile.
Mario Mundaca era representativo de una clase media que se sentía orgulloso de ser chileno y hacía suyo todas esas costumbres que la gente de campo practicaba por generaciones y entre ellas lucía con orgullo el traje de huaso de chaqueta corta, el sombrero alón y el chamanto multicolor que lucía en su hombro con el cual zapateaba las cuecas que se tocaban en nuestras fiestas patrias y así lentamente sin hacer alardes de patriotismo encendido por las emociones logró poco a poco imponer en la región el uso de la vestimenta huasa que se usaba en el centro del país y fue quedando de lado la bombacha y otras prendas que se usaban en la parte argentina.
Le dio gran impulso a la formación de los clubes de rodeo y estuvo presente en todas las localidades donde se practicaba este deporte taurino y con su modestia habitual emprendió rumbo a su tierra natal de Osorno presagiando que el destino lo llamaba para seguir galopando en los briosos caballos de la eternidad.
La celebración de nuestras fiestas patrias con motivo de la celebración de los doscientos dos años de la fecha en que se constituyó la Primera Junta Nacional de Gobierno un 18 de septiembre de 1810, es un acontecimiento histórico que permitió la formación de una república independiente la cual permitió terminar definitivamente con el encadenamiento a que estábamos sometidos en el aspecto político, económico y social por parte de la monarquía española liberándonos de esa sumisión después de constantes luchas armadas que se desataron desde Méjico al sur del continente y que culminó en Chile con la declaración de la independencia definitiva el 12 de febrero de 1818.
El grito libertario y la decisión de asumir la defensa de esos principios de emancipación surgieron a borbotones desde las gargantas de los líderes que emergieron para dirigir el proceso revolucionario y que en cada año calendario nuestras autoridades se unen para que la ciudadanía celebre este acontecimiento con una serie de actividades impregnadas todas de un sentimiento patrio que brota desde todos los puntos del país.
De esos tiempos donde la pólvora invadía los campos y el olor a sangre corría a raudales por los sembradíos han surgido innumerables líderes que han hecho revoluciones de todo tipo y que con encendidas palabras y capacidad de convencimiento han marcado nuestra historia y han ido dando formas distintas de país, a través de gobernantes que han representado las diversas corrientes políticas, religiosas y sociales que existen.
En esta fecha memorable para los chilenos y que hoy recordamos con alegría no puedo olvidar a un hombre que puso toda su pasión y vida en la profundización del sentimiento patrio y raigambre de las costumbres netamente chilenas en los lugares más apartados de la patagonia donde las antiguas costumbres argentinas se practicaban con asiduidad dada la cercanía y la convivencia diaria que sus habitantes con los hermanos del otro lado de la cordillera.
Ese huaso era un destacado profesor normalista y director de una escuela rural cercana a Coyhaique y su nombre era Mario Mundaca Peña quien murió llevándose en su corazón los acordes de las guitarras tocando hermosas cuecas chilenas y los alegres tintineos de las espuelas de plata zapateando alrededor de las chinas que jugueteaban con su pañuelo blanco tratando de ocultar sus caras picaronas ante las insinuaciones de su pareja de baile.
Mario Mundaca era representativo de una clase media que se sentía orgulloso de ser chileno y hacía suyo todas esas costumbres que la gente de campo practicaba por generaciones y entre ellas lucía con orgullo el traje de huaso de chaqueta corta, el sombrero alón y el chamanto multicolor que lucía en su hombro con el cual zapateaba las cuecas que se tocaban en nuestras fiestas patrias y así lentamente sin hacer alardes de patriotismo encendido por las emociones logró poco a poco imponer en la región el uso de la vestimenta huasa que se usaba en el centro del país y fue quedando de lado la bombacha y otras prendas que se usaban en la parte argentina.
Le dio gran impulso a la formación de los clubes de rodeo y estuvo presente en todas las localidades donde se practicaba este deporte taurino y con su modestia habitual emprendió rumbo a su tierra natal de Osorno presagiando que el destino lo llamaba para seguir galopando en los briosos caballos de la eternidad.