Mercaderes de la Política

Por Bernardo Candia H.[*]

Siguiendo a Emmanuel Mounier, entendemos por persona un ser espiritual constituido como tal por una forma de subsistencia y de independencia en su ser, manteniendo esta subsistencia a una adhesión a ciertos valores, aceptados libremente, asimilados y vividos en un compromiso responsable, en una constante conversión, unificando toda su actividad en la libertad y en el desarrollo.

Por otra parte, para Mounier el concepto de individuo da cuenta de que somos parte de una especie, denominada ser humano, pero que queda anclada en el ámbito únicamente de lo biológico y de centralidad en el YO individual. Si bien es cierto somos individuos en tanto pertenecemos a una especie, somos personas en tanto somos parte de una comunidad.

Al quedarnos en el ámbito de una concepción individualista de la sociedad, nos quedamos en la dispersión de ese ser y en la avaricia, que son los dos signos del individualismo. En cambio la persona es generosidad, todo lo contrario al individuo.

Asimismo, será verdaderamente una persona aquel en el que la vida de la razón y de la libertad domine a la de los sentidos y las pasiones. Sin esto, seguirá siendo como el animal, un simple individuo, esclavo de los acontecimientos, de las circunstancias, siempre a remolque de alguna otra cosa e incapaz de dirigirse a sí mismo.

En voz de Maritain, “Desarrollar la propia individualidad es vivir de la vida egoísta de las pasiones, convertirse en el centro de todo y acabar finalmente por ser esclavos de mil bienes pasajeros que nos aportan el miserable goce de un momento. La personalidad, por el contrario, crece en la medida en que el alma, elevándose por encima del mundo sensible, se une más estrechamente por la inteligencia y la voluntad a lo que constituye la vida del espíritu”. (Jacques Maritain, Reflexiones sobre la persona humana).

La construcción de una sociedad personalista exige, por lo tanto, que las estructuras de esa sociedad y su espíritu estén orientados a la realización como persona de cada uno de los individuos que componen esa sociedad. En este sentido, la acción política tiene que orientar esa acción a la realización de la persona humana.

Si esto lo vemos hoy día, observamos que el mal más pernicioso del régimen capitalista y burgués no es hacer morir a los hombres, es ahogar en la mayor parte de ellos, por la miseria, o por el ideal pequeño burgués, la posibilidad y hasta el gusto mismo por ser persona.

Lo que observamos es que el acento está puesto en la individualidad, por eso uno escucha en la vida cotidiana que muchos jóvenes centran todo su accionar en la centralidad del YO. O autoridades políticas, indistintamente del partido al que pertenece, que tienen un discurso orientado en el YO, lo que en la práctica es cercenarse a sí mismo, de tal forma que se pierde el sentido de la construcción de una sociedad CON el otro, y de construir una comunidad de personas humanas.

Así, lo que se ve en las conductas de algunos integrantes de los diferentes partidos políticos es que pierden el norte. Lo que prevalece en ellos es la construcción de su propio proyecto político individual y no el proyecto político comunitario donde se incorpora al otro. Tener esta centralidad en el YO individual hace que tengan conductas que afectan al otro, porque ideológicamente no les interesa el otro, lo niegan. Ante la pregunta entonces, ¿por qué existe hoy día un desprestigio de la institucionalidad de los partidos políticos? Es por estas razones. Los partidos doctrinarios ideológicos han perdido el norte. No hay una formación doctrinaria ideológica a sus militantes, que les permita tener un paradigma de interpretación de la sociedad, con lo cual han perdido el sustento de los valores en la acción política. De allí que veamos conductas de los actores políticos que están reñidos con los valores que dicen asumir. Por eso vemos a actores políticos de todos los sectores pidiendo recursos para campañas a sus adversarios políticos históricos o presentando “asesorías fantasmas”. Ahí tenemos a la vista la evidencia con los casos Penta, SQM, Caval y el cuestionamiento de figuras políticas que cruzan del Gobierno a la oposición, pasando por todos los partidos políticos.

¿Qué es lo que proponemos ante este escenario adverso? En primer lugar fortalecer la institucionalidad de los partidos políticos. Lo peor que nos puede pasar es debilitar la institucionalidad del país por culpa de algunos. Ese es caldo de cultivo para males mucho peores y nuestro país hoy está lejos de tener condiciones objetivas para caer por ejemplo en populismos mesiánicos o caudillismos inconducentes.

Para este fortalecimiento es fundamental que los partidos y sus actores den muestras claras de prácticas y conductas que permitan re encantar a la ciudadanía, preparando a sus cuadros políticos, desterrando todo signo de corrupción dentro de las estructuras partidarias, de tal forma que el proceso de selección sea mucho más riguroso para que las motivaciones de quienes están ingresando a las estructuras tengan que ver con el servicio público y no con intereses particulares.

De lo contrario seguirá ocurriendo lo que vemos hoy en día en que se instala un discurso generalizador en contra de toda la clase política, en el que todos los actores políticos parecen entrar en el mismo ruedo, y eso no es así.

Apoyamos la ley que permita financiar las estructuras políticas, con rendiciones de cuentas transparentes, con sanciones a quienes cometen actos de ilegalidad y reñidos con la ética, como aquellos parlamentarios en ejercicio que recibieron financiamiento irregular. Ellos deberían renunciar a sus cargos, por dignidad y por respeto al servicio público, esas son las señales que la ciudadanía demandas y que hay que responder.



[*] ex Gobernador de Osorno, actual alcalde de San Juan de la Costa

Fuente: comunicaciones.sanjuandelacost@gmail.com
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