¿Nueva mayoría, nueva pesadilla o definitivamente… nueva pillería?

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl


Después de haber visto –como silencioso espectador– el ¿final? de la teleserie y culebrón estilo mexicano titulado “BACHELET Y RIQUELME: EL ADMINISTRADOR CHANTA DE LA MONEDA”, muchas personas se preguntan, si alguna vez podremos despertar de esta verdadera pesadilla que representa la clase política de Chile, una clase política que contiene en sí misma la semilla de una infinita mezcla de codicia, mentiras, avaricia y corrupción.

El ex ministro de Defensa y ex ministro del Interior de la presidenta Bachelet, Francisco Vidal, señaló hace un par de días, que la clase política estaba tan desprestigiada, que no “salía ubicada en las encuestas detrás de los narcotraficantes, solamente porque estos últimos no estaban considerados en las encuestas”. De otra forma, figúrese el lector el resultado final.

Definitivamente, parece que Vidal tiene toda la razón, y es tiempo de reconocer que esta estirpe tan especial viene a representar un cuadro completo de podredumbre y basura que ya no hay cómo ni dónde esconderlo.

Mucha gente que fue a votar y que le dio a Michelle Bachelet una amplia mayoría para que impulsara un programa de gobierno en favor de la justicia social, la igualdad ante la ley y el progresismo ético se ha despertado de un sueño para caer en una suerte de horrible pesadilla recurrente, por cuanto, este gobierno –a todas luces– no está cumpliendo con las promesas y las grandes expectativas que generó entre los ciudadanos de este gran país que es Chile, una nación que está siendo tratada por la clase política –en estrecha colaboración con los grandes empresarios– como un país bananero tercer mundista, donde hay que hacer lo que ellos dicen, no así lo que ellos hacen, a saber:

(a) practicar la expoliación de todo cuanto se pueda mientras se esté en el poder,

(b) acrecentar las desigualdades económico-sociales con leyes fraudulentas, como por ejemplo, las Leyes de Pesca y Minería, leyes que sólo favorecen a la élite económica,

(c) financiar campañas presidenciales y parlamentarias –de derecha y de izquierda por igual– a través de boletas y facturas falsas extendidas a empresas que fueron adquiridas de manera corrupta e irregular durante el período más duro de la dictadura pinochetista,

(d) establecer un vínculo de carácter claramente incestuoso entre política y negocios, donde las colusiones son el pan de cada día (colusión de los pollos, farmacias, transporte, telecomunicaciones, papel higiénico, instituciones financieras, Isapres, AFPs, el fútbol y la ANFP y un largo, muy largo etcétera),

(e) luz verde para la reelección indefinida de diputados y senadores, quienes se “apernan” a sus puestos por 20, 25 y 30 años, abusando de sus privilegios y fuero parlamentario,

(f) descuido total por mejorar una educación desacreditada y de pobre calidad, una educación que termina, en muchos casos, entregando a la sociedad sujetos cuasi analfabetas funcionales, de los cuales, de acuerdo con diversas investigaciones, entre un 60 y un 70% no entiende lo que lee y tampoco es capaz de elaborar un pensamiento crítico,

(g) la existencia de un “MILICO-GATE" dedicado a la defraudación de los dineros reservados de la ley del cobre (otra ley que parece inútil), y… ¿para qué seguir?

Una parte importante de las personas que optaron por abstenerse de votar en la últimas elecciones presidenciales, lo hicieron en función de la profunda aversión y asco que experimenta en contra de una clase política corrupta y abusadora que está totalmente desprestigiada, sin que hoy en día importe mucho el color o ideología que representa.

Por otra parte, la forma en cómo ha reaccionado –o en realidad no ha reaccionado– su excelencia, la presidenta Bachelet, frente a los reiterados actos de abuso y corrupción durante su gobierno, la muestra a ella, lamentablemente, como una persona que más bien parece apañar los actos de aprovechamiento político, financiamiento ilícito de campañas parlamentarias y presidenciales, el cohecho y pago de coimas, el tráfico de influencias, etc., actos que también tocan a su propia familia, comenzando con su hijo primogénito, Sebastián Dávalos y su nuera Natalia Compagnon (quien es señalada, hoy por hoy, como la nueva “Quintrala de los negocios” por sus nexos de carácter mafioso), así como los actos ilícitos de varios de sus cercanos colaboradores, como lo fue el caso de su ex ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, o como lo es ahora el caso del administrador de Palacio, Cristian Riquelme, compadre y amigo íntimo de Peñailillo.

Ninguno de todos estos sujetos recibió ni siquiera un coscacho o, por lo menos, una reconvención pública por sus actos delictivos, especialmente, si se lo compara con la multa de 19 millones de pesos que le impuso el Servicio de Impuestos Internos al pescador artesanal de Chiloé, Gerardo Díaz, por pescar en aguas industriales concedidas de por vida a siete familias chilenas gracias a la (fraudulenta) Ley de Pesca gestionada por el (des) honorable senador Jaime Orpis y con la venia del Gobierno.

O el cierre de un pequeño negocio por parte del Servicio de Impuestos Internos, porque su dueño vendió un Tic-Tac de $300 sin boleta. (Otro gallo habría cantado, si el dueño del negocio hubiese entregado una factura o una boleta “ideológicamente” falsa por 35 millones de pesos). Parece que la famosa frase de Maquiavelo “el fin justifica los medios” sigue vigente y funcionando a las mil maravillas en Chile, hasta el grado que el nuevo agente de Chile en la Haya –designado por Bachelet en noviembre de 2015–, el incombustible militante del PS, José Miguel Insulza, justifica y defiende abiertamente –y a brazo partido– nada menos que a Pablo Longueira, un recalcitrante militante de la UDI, quién se dedicó durante muchos años y mientras era senador de la República a entregar información privilegiada y altamente sensible a algunos grandes empresarios a cambio de jugosos y millonarios montos de dinero. Incluso más: José Miguel Insulza llama a Longueira un “gran estadista”.

¡Hasta dónde hemos llegado! Quien fuera hasta hace muy poco tiempo atrás, nada menos, que el presidente y el garante internacional de Chile Transparente, ahora aparece justificado y avalando el acto de “compartir información privilegiada entre el mundo político y los empresarios”. La pregunta entonces es una sola: ¿es esta la forma que tiene el más alto representante del Gobierno de Chile en la Corte Internacional de La Haya, de pagar la “deuda” pendiente con su “compinche” y alter ego Pablo Longueira?

Varios políticos de la propia Nueva Mayoría –entre ellos Jorge Tarud del PPD– han alzado fuerte la voz en contra de las declaraciones de Insulza, y han señalado que esto podría interpretarse como una “vuelta de mano” a los favores prestados por Longueira en el famoso caso de los escándalos MOP-GATE bajo la presidencia de Ricardo Lagos, sin que importen los graves delitos en los que ha incurrido –una vez más– otro integrante de la “clase política”, y sin que importe mucho su color o tienda política a la que pertenece: es un político, es un “hermano” en aprietos.

Lo cierto es que la confianza en la clase política chilena no sólo está trizada, está totalmente quebrada. Ni la propia presidenta se escapa de esta triste realidad luego de ver reducido su capital de confianza por parte de la ciudadanía a un exiguo 28% en la última encuesta, no obstante el regalo que le hizo al país de educación gratis al 50% de los estudiantes universitarios menos privilegiados.

Seguramente, después que nuestra presidenta regrese de sus vacaciones en el lago Caburgua nos dirá –y repetirá– a todos los chilenos su frase favorita: “No debemos distraernos con polémicas superficiales".

La pregunta que deberemos hacernos en ese caso, es: ¿en qué nos distraemos entonces, si todo lo que se ha señalado más arriba es considerado “superficial”?

Fuente: Franco Lotito C - flotitoc@gmail.com
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